Consumo
Aceite de palma: Su presencia en alimentos pediátricos resucita la polémica
Su bajo precio y su versatilidad hacen que lo encontremos presente en multitud de alimentos como la bollería o los aperitivos. Sin embargo, se cuestiona la idoneidad de su inclusión en productos dirigidos a la población infantil como la leche materna o los potitos
Su bajo precio y su versatilidad hacen que lo encontremos presente en multitud de alimentos como la bollería o los aperitivos.
Lleva varios meses en el ojo del huracán a propósito de lo adecuado o no de su consumo y de los posibles riesgos que ello conllevaría para la salud. Pero, apenas superada esa polémica la sombra de la duda vuelve a sobrevolar sobre el aceite de palma, esta vez a cuenta de la idoneidad de su uso en la elaboración de productos alimenticios dirigidos a la población infantil e incluso pediátrica.
Pero ¿tiene realmente efectos nocivos sobre nuestro organismo? ¿Es realmente peligroso su consumo? ¿Por qué no se emplea en su lugar aceites más saludables como el de oliva o de girasol?
El aceite de palma aporta unas 9 kcal por cada gramo, como cualquier grasa. No hay grandes cambios en cuanto a la energía entre los distintos tipos de aceites. La principal diferencia llega en cuanto a la composición de sus ácidos grasos, mayoritariamente saturados (como el ácido palmítico, el más abundante en esta grasa y al que debe su nombre) que presenta un perfil menos saludable para la prevención y el tratamiento de las enfermedades relacionadas con la arterioesclerosis que otros ácidos grasos considerados más recomendables –los mono o poliinsaturados– presentes en otras fuentes vegetales de grasa como el aceite de oliva, de girasol, de maíz, etc.
Sustancias nocivas
La controversia sobre los supuestos riesgos que su consumo entrañan para la salud se inicia a raíz de un estudio llevado a cabo por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), en el que se advierte del riesgo de determinados procesos de refinado de este tipo de grasa vegetal.
«El trabajo hace referencia a la posible presencia de compuestos tóxicos derivados del proceso industrial del tratamiento de este aceite (y de otros aceites vegetales y margarinas), de la temperatura o la presencia de ciertos aditivos contaminantes (glicidil-ésteres de ácidos grasos, 3-MCPD) y no del aceite de palma en sí», explica el doctor Francisco Botella, miembro del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). O lo que es lo mismo, la presencia de esos agentes contaminantes no está vinculada directamente con el aceite de palma sino que se produce cuando se somete a cualquier aceite a más de 200 grados.
La cuestión es que el de palma se ha convertido en el más usado del planeta –y con mucha diferencia– y al ser barato y versátil se puede encontrar en una amplia variedad de alimentos, digamos, no muy saludables: bollería industrial, cremas de cacao, patatas fritas y todo tipo de aperitivos, platos precocinados, salsas... Esto explica su presencia en un sinfín de productos.
Sin embargo, y aunque la EFSA ha establecido ya niveles de seguridad para estos contaminantes en alimentos, sigue en aire la duda de la idoneidad de su inclusión en alimentos pediátricos como las leches de formulación o los potitos. Más aún cuando, en ese mismo trabajo, se pone en evidencia que son los más pequeños los que están más expuestos a este tipo de sustancias nocivas. (ver gráfico abajo)
La OCU ha mostrado su preocupación por este hecho, «especialmente por la presencia de aceite de palma en alimentos para bebes, menores de seis meses, que se pueden ver sobrexpuestos al solo alimentarse de leches infantiles en sus primeros meses de vida», señalan desde la Organización de Consumidores y Usuarios. También la autoridad europea, que advertía en su informe también de la importante presencia de estas sustancias en alimentos de consumo infantil frecuente, aunque, señala Botella, «las cantidades detectadas en las pautas de consumo habitual en nuestro medio, es muy inferior a los márgenes de seguridad».
El uso del aceite de palma en la elaboración de las leches infantiles, como explica la coordinadora del grupo de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), Teresa Cenarro, «se lleva usando desde hace mucho tiempo, pero el que se emplea en estos casos es biológico», asegura. La razón, que «las leches artificiales buscan el perfil graso de la leche materna y el aceite de palma es el que más se asemeja a esta tanto por su composición como por su textura. Además, la normativa es muy estricta y se usa en todas las marcas de leche, incluso en la biológicas».
Donde no lo ve tan claro su empleo es en los potitos porque «en este caso no se está buscando una textura similar a la leche materna o que se asemeje a la composición de la leche materna, por lo que debería emplearse el aceite de mejor calidad que hubiera». De igual forma opina el doctor Botella, quien, tampoco considera idónea su inclusión en productos de alimentación infantil al entender que existen grasas más saludables como los aceites de oliva o girasol pero «su uso se ha extendido en base a su menor coste y a las propiedades físicas que lo hacen más apropiado en el tratamiento industrial (consistencia, untuosidad, brillo, palatabilidad, caducidad más prolongada, etc.)», apunta el experto.
Precisamente son estas propiedades las que lo han convertido en prácticamente insustituible en productos de gran consumo como cremas de cacao, galletas o comida rápida. En estos casos se emplean los aceites vegetales parcialmente hidrogenados, «porque potencian el sabor de los alimentos y les engancha», apunta Cenarro.
«Los niños toman más calorías de las que deberían y también desde antes. Toman más grasa no saludables con el consiguiente riesgo cardiovascular que arrastrarán con el paso de los años. Por no hablar de los vicios alimenticios que ello supondrán cuando sean adultos. Los niños son especialmente vulnerables a este tipo de comida y los hábitos que adquieren», lamenta la doctora. No hay que olvidar que los alimentos ricos en grasas saturadas deberían formar parte del vértice de la pirámide de la alimentación saludable, y por lo tanto, sólo deberían consumirse de forma esporádica, y en la menor cantidad posible.
También desde la OCU se recomienda evitar su consumo ya que al ser un aceite es muy rico en grasas saturadas, «está lejos de ser una alternativa idónea desde el punto de vista del equilibrio nutricional», y se aconseja «no abusar de él y, cuando se pueda, consumir aquellos productos elaborados con aceites de oliva o girasol ya que son más saludables».
La cuestión ética
A día de hoy con la nueva legislación que obliga a especificar en el etiquetado la composición de cada producto resulta más sencillo identificar aquellos que contienen aceite de palma de los que no, está en manos del propio consumidor el decidir la calidad de lo que quiere ingerir.
No obstante, y al margen de cuestiones de salud, también cabría plantearse lo que podríamos llamar ‘aspectos éticos’, pues, con frecuencia los productos con aceite de palma dirigen su publicidad al consumo infantil y juvenil, «lo que es una práctica paradójica, se publicita lo menos saludable al público más indefenso», lamenta el doctor Botella. «Debería haber una regulación super rigurosa con eso y no permitir asociar alimentos no saludables con dibujos o personajes de moda para hacerlos más atractivos a los niños. Esto sería importante también», concluye la doctora Cenarro.
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