Energía

Energías renovables: progreso tecnológico y falta de liderazgo

«La generación distribuida, unida a la reducción de costes de las baterías para almacenar energía, abre un modelo en el que el consumidor pasa a ser el centro del sistema»

El precio del MWh en México este año ha sido de sólo 17 euros gracias a la penetración en el mix de la fotovoltaica y la eólica
El precio del MWh en México este año ha sido de sólo 17 euros gracias a la penetración en el mix de la fotovoltaica y la eólicalarazon

«La generación distribuida, unida a la reducción de costes de las baterías para almacenar energía, abre un modelo en el que el consumidor pasa a ser el centro del sistema»

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en París en las navidades de 2015 dejó constancia del compromiso adquirido por la inmensa mayoría de países del mundo que asumieron que la lucha contra el cambio climático es ineludible y que la magnitud del problema al que nos enfrentamos debe ser abordada conjuntamente.

La energía no solo es el motor de la economía y un bien de primera necesidad —como la consideramos ante todo desde la Fundación Renovables— sino que también es la principal causante de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) por la sobreutilización de combustibles fósiles: carbón, derivados del petróleo y gas natural.

La solución que hay que adoptar, consensuada por todos, pasa por reducir su consumo mediante la introducción de prácticas encaminadas a incrementar la eficiencia energética de los procesos y por la sustitución de dichos combustibles por fuentes de energía renovable.

Al reto de luchar contra el cambio climático nos enfrentamos con un desarrollo tecnológico e industrial que nos permite tanto reducir la demanda de energía como producir la energía necesaria con fuentes renovables; un desarrollo lo suficientemente avanzado como para garantizar que la factura energética no se incremente manteniendo además la seguridad de suministro.

De hecho, la generación de electricidad con fuentes renovables en los últimos años es sensiblemente más barata que el resto de fuentes, como lo demuestran los procesos transparentes y competitivos llevados a cabo en distintos países en los que el resultado final ha sido la fijación de precios muy por debajo de los existentes con combustibles fósiles.

En las dos últimas subastas celebradas en México y Canadá para el suministro de energía eléctrica mediante plantas de generación centralizada se han cerrado precios medios de 17€/MWh, en el caso de México (menos de la tercera parte del precio medio del pool esperado para este año con un mix 69% fotovoltaica y 31% eólica) y de 24,5 €/MWh en el de Canadá (con un mix 100% eólico, sin duda un precio de cierre mayor achacable a la no existencia de la presión competitiva de la fotovoltaica). Estos costes están muy por debajo de los que se pueden obtener hoy día con centrales de generación que utilicen gas natural, carbón o nuclear. De hecho, esos precios de las renovables difícilmente podrían cubrir los costes variables de funcionamiento de las centrales convencionales.

Pero si la generación centralizada de energía eléctrica con fuentes renovables es totalmente competitiva, también lo es la generación distribuida o unida a los puntos de consumo, instalaciones en las que el kWh producido es sensiblemente más barato que el ofertado por el sistema eléctrico centralizado.

La generación distribuida, unida a la reducción de los costes de las baterías para almacenamiento de energía, abre un modelo energético descentralizado en el que el consumidor pasa de ser un sujeto pasivo a ser el centro del sistema, asumiendo no solo decisiones de consumo sino también de generación, almacenamiento y venta de energía con criterios económicamente viables.

La realidad económica de que la introducción masiva de las energías renovables, tanto en su configuración centralizada como distribuida, es más barata sin la necesidad de subsidios contrasta con la inacción política, centrada más bien en ganar tiempo retrasando la llegada del futuro para proteger los intereses del sector energético tradicional, dado que la introducción acelerada de instalaciones renovables provocaría la reducción del funcionamiento de las centrales actuales con el consiguiente deterioro en el valor de los activos que figuran en balance.

Esta realidad se ha podido comprobar en la última reunión de ministros de la Energía de la Unión Europea celebrada el pasado 19 de diciembre en la que se ha rechazado la propuesta del Parlamento de incrementar el porcentaje de contribución de las energías renovables para el 2030 del 27% inicialmente fijado en el año 2014 al 35%, a pesar de que se demostraba que con una mayor contribución los costes introducidos eran menores.

El progreso tecnológico alcanzando no ha encontrado de momento correspondencia con el posicionamiento político. S la inminente negociación a tres bandas (Parlamento, Consejo y Comisión) no cambia el rumbo, estas posiciones supondrían no solo que la Unión Europea pierda el liderazgo en la lucha contra el cambio climático sino también sería perder una oportunidad de disponer en el futuro de una economía competitiva, sostenible y no dependiente.