Pacientes
Obesidad, un factor de riesgo en la esclerosis múltiple
Mantener un normo peso es clave si hay alteraciones en la marcha o patologías asociadas. Investigaciones sobre el papel de la vitamina D auguran resultados esperanzadores
Los avances en esclerosis múltiple marchan a pasos agigantados. Pese a que durante décadas poco se ha podido hacer contra la pérdida de la vaina que recubre las fibras nerviosas cuando es atacada por el propio organismo, una nueva generación de fármacos que, tanto por su eficacia y seguridad como por su administración como sucede de forma especial con los orales, están empezado a cambiar el rumbo de la enfermedad. Sin embargo, y por su carácter neurodegenerativo, esta patología condiciona no sólo la vida de las 45.000 personas que la padecen en nuestro país, sino también la de su entorno. Además del tratamiento, alcanzar una buena calidad de vida es el objetivo de todos los afectados. Entre las recetas para conseguirlo se encuentra la alimentación.
Si bien es cierto que no se ha demostrado que exista una dieta concreta que ayude o sea beneficiosa para ralentizar el desarrollo de la enfermeda, los afectados deben seguir una alimentación variada y equilibrada como el resto de las personas, aunque deben tener en cuenta ciertas pautas.
Menú mediterráneo
En este sentido, el doctor José Meca Lallana, neurólogo y director de la Unidad de Esclerosis Múltiple del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca en Murcia explica que «lo importante es seguir una dieta mediterránea adecuada y con pocas proteínas. La dieta debe tener legumbres de base, verduras y frutas, hidratos de carbono y, en menor proporción, proteínas y no abusar de las grasas animales». Si una dieta adecuada repercute en un buen estado de salud entre los afectados, también se posiciona como un factor de prevención. «Sabemos que la obesidad infantil es un factor de riesgo que puede favorecer que esos niños en la edad juvenil desarrollen la enfermedad», afirma Meca.
Dado que la alteración en la marcha es una de las secuelas de la enfermedad, la obesidad puede empeorar el pronóstico. «Si el paciente tiene dificultad para andar, falta de equilibrio y, además, sobrepeso, conlleva un problema articular a nivel de cadera, rodillas que hace que soporten mucho más peso. Esto va a ser un factor añadido de limitación funcional para el paciente y de confusión para el neurólogo porque va a sobreestimar la afectación de la marcha cuando detrás hay un sobrepeso».
A la hora de paliar algunos de los posibles efectos secundarios de los fármacos, la dieta también puede ser un buen aliado. En el caso de los trastornos digestivos, Meca explica que «en algunos tratamientos orales son transitorios, duran entre 10-15 días y desaparecen solos. En el caso de que persistan, se recomienda que el fármaco se ingiera con alimentos más grasos como los lácteos. Lo normal es que pasado un tiempo se produzca un fenómeno de tolerancia».
En cuanto a si es necesario o no que se complemente la dieta con suplementos alimenticios, Meca sostiene que «se ha comprobado que los pacientes de países nórdicos y del hemisferio norte que tienen un menor grado de exposición solar sintetizan menos cantidad de vitamina D, por lo que esa población puede tener más riesgo de desarrollar la enfermedad. Por otro lado, un estudio de la Universidad de Beirut ha demostrado que aquellos pacientes con esclerosis múltiple y vitamina D baja, cuando les suplementas mejora su función cognitiva. Aunque hay estudios en marcha que nos van a decir si es necesario suplementar con vitamina D, todavía no tenemos la evidencia científica suficiente como para recomendarlo».
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