Familia
Santiago Segura: «Los acúfenos me impiden sentir el silencio absoluto»
«Si dices que tienes un acúfeno te miran con asombro. Noto que es un enfermedad ignorada.»
- Del mundo del cine a apadrinar la campaña: «Tinnitus: no te quedes fuera de juego». ¿Qué le llevó a ello?
-Hace unos seis años leí, de forma casual, sobre esta enfermedad, me pareció un infierno y pensé: pobre gente. Cuando hace tres años me pasó a mí dije: por qué tengo tan mala suerte. Me parecía que estaba bien compartir mi experiencia y que pueda servir. Es una campaña de prevención y, sobre todo, de información porque si dices que tienes un acúfeno te miran con asombro. Noto que es un enfermedad ignorada. Cuando la asociación, se puso en contacto conmigo descubrí datos que yo no conocía, como que hay nueve millones de españoles que en algún momento lo han padecido y me parece alarmante.
-¿Cómo empezó todo?
-Mi caso fue a través de una sordera súbita que tampoco sabía lo que era. Estaba haciendo el programa «Tu cara me suena», me levanté una mañana y en un oído no oía nada. Pensé que era un tapón, pero como a las ocho horas no se me había pasado fui a un otorrino y me dijo que era sordera súbita. A partir de los 40 años puede pasar que una subida de tensión nocturna te deje sordo. Los propios médicos no lo tenían claro y yo sólo pensaba que me había ido a dormir bien, me despertaba sordo y me parecía de película de terror. Me mandó un combinado de medicamentos vasodilatadores y corticoides y en tres semanas recuperé por completo la audición.
-Y a partir de ese momento aparecieron los tinnitus o acúfenos...
-Sí, a los pocos días. Me desperté a las cinco de la mañana con una especie de pitido o zumbido que no sabía si era una invasión extraterrestre. Me levanté, miré en la cocina y en el baño y caí en que el sonido lo tenía yo. Al despertarme, llamé desesperado al otorrino que me mandó un tranquilizante y me dijo que probablemente se me quitaría, pero creo que lo hizo para que me calmara porque no ha sido así.
-Antes del diagnóstico definitivo, ¿barajó otras enfermedades?
-Lo que hice fue descartar otras posibles enfermedades, porque los acúfenos pueden aparecer por varias causas. La mayoría de casos dicen que es por gente que ha estado sometida a sonidos muy altos, pero ése no es mi caso. Con quince años me salía de las discotecas porque no me gustaba tanto ruido.
-Ante la falta, además, de un tratamiento específico, ¿llegó a recurir a otras terapias alternativas?
-Probé acupuntura, recetas caseras como poner calor y frío e, incluso, los médicos suelen recetar vasodilatadores, pero las posiblidades de éxito son mínimas.
-¿Cómo convive con una enfermedad que además es crónica?
-Cuando te dicen que va a ser de por vida te pones a llorar, pero también digo que el cerebro se acostumbra y acaba asumiendo el pitido. Sí que es verdad que, por la noche y al irme a dormir, el silencio absoluto no lo conozco y es cuando peor se pasa. Hay gente que duerme con música. Si estoy más estresado o con las defensas bajas también lo siento más. Lo peor es cuando estás viendo una película y oyes más alto los pitidos que la película. Es terrible, pero por suerte cada vez me pasa menos.
-¿Qué consejo les daría a otros afectados?
-Para tranquilizar los que lo sufren les diré que se puede vivir con ello. Al principio te cuentan los casos peores. Mi mensaje de ánimo es que el que lo tiene, que no se preocupe, porque antes o después se convive con ello y pasará a un segundo término en su vida.
- Al margen de los acúfenos, ¿padece alguna otra dolencia?
-Siempre he padecido del estómago y me decían que era por el estrés, pero cada cierto tiempo tengo que ir al hospital porque me entran unos dolores muy fuertes. Durante un tiempo me hice un análisis completo de intolerancia alimentaria y estuve como un año evitando aquellos alimentos que me habían salido, como la harina de trigo, la leche y los huevos y mejoré mucho, de forma radical y no me lo podía creer. Pensé que era un infierno tener que quitarme los ingredientes de la receta de las magdalenas. Al principio me costó porque reconozco que soy un adicto al azúcar.
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