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La familia en Europa: de la responsabilidad a la corresponsabilidad
Por Carmen Serrano
La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. La importancia de la familia y la necesidad de protegerla se recoge en el artículo 16.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948. No es una moda, es una responsabilidad presente en nuestra historia, es patrimonio de la humanidad.
Porque en el seno de la familia nos desarrollamos como personas y como sociedad. Porque desde la familia se trasmiten principios y valores de tolerancia, respeto y convivencia que permiten mejorar la calidad democrática de nuestra sociedad. Porque la familia es el vehículo que permite educar desde la responsabilidad hacia la corresponsabilidad.
Sin embargo, en los últimos años da la impresión de que la familia, como Europa, está en crisis. Se identifica la defensa de la familia con roles, estereotipos e ideologías políticas rancias y conservadoras, a las que se responsabiliza de la actual crisis social, política y económica. Se considera que la familia, como Europa, es parte de ese negro pasado que hay que superar para poder seguir avanzando en progreso, justicia e igualdad, ese pasado con el que hay que romper para recuperar el futuro.
Pero nada más lejos de la realidad. La familia, como Europa, no es única, sino que es diversa y está en continuo proceso de cambio. Porque está viva. Porque se nutre de los cambios sociales, a la vez que es causa de nuevas revoluciones y transformaciones en una perfecta relación de simbiosis. Porque es motor y camino. Y es esa diversidad, esa pluralidad, esa revolución, parte esencial de su riqueza y garantía de futuro en progreso.
Porque la familia, como proyecto vital común de desarrollo personal y social, no conoce de restricciones por nacionalidad, idioma, ni por orientación sexual. La familia no solo es maternidad o paternidad. La familia no solo es biología. La familia, a lo largo de sus distintas fases vitales, no se destruye ni se rompe, sino que se transforma y se reconstruye.
La familia, como Europa, no es parte del problema, pero sí puede ser parte de la solución. La familia nos permitirá avanzar hacia una mejor Europa, hacia una Europa más social, hacia una Europa de las personas y no de lo estrictamente económico que recupere la solidaridad frente al individualismo.
En un presente convulso e incierto, es imprescindible recuperar políticas comunes de protección de la familia. Para hacer frente al reto demográfico de una Europa envejecida con reducidas tasas de natalidad y altos niveles de esperanza de vida. Para visibilizar y atender las necesidades de todas las realidades familiares existentes, fomentando la corresponsabilidad. Para hacer frente al reto de la transformación del mercado laboral atendiendo a criterios sociales de calidad y conciliación familiar.
La familia, como Europa, no es solo pasado. La familia, como Europa, es presente y, sobre todo, futuro. Nuestro presente, nuestro futuro. Nuestra responsabilidad, nuestra corresponsabilidad.
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