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Céntrese en el Islam
Por Carlos Navarro Ahicart
El último «gran escándalo mundial» que tiene a la prensa y a las fake news ocupadas estos días viene de la mano, cómo no, del presidente norteamericano Donald Trump. Y, sí: por si cabía alguna duda, tiene que ver con su cuenta de Twitter. Más concretamente, por haber «retuiteado» mensajes de la líder de la organización anti-islam y nacionalista británica «Britain First», Jayda Fransen, que mostraban vídeos de musulmanes llevando a cabo actos de violencia explícita.
Esto, por supuesto, no ha sido bien recibido por las élites progresistas, globalistas y ultra-integradoras que campan a sus anchas por todo tipo de instituciones. A tal punto de sensibilidad absurda hemos llegado que hasta la primera ministra británica, Theresa May, ha tenido que salir a la palestra a condenar este «error» cometido por el presidente Trump. Algo que, como él ha aclarado, tiene poco de «error» y mucho de acierto.
Lo más nefasto, dejando de lado la verborrea vertida por todo tipo de personajes en las redes sociales, ha sido la ronda de intervenciones de varios miembros del Parlamento británico, que han llegado a decir que, si Trump visita Reino Unido, deberá «ser tratado como cualquier ciudadano que se salta la legalidad». Y, sí, tomen nota: en la era de la dictadura de lo políticamente correcto, opinar puede ser delito.
Para añadirle sordidez al asunto, incluso la madre de una de las víctimas del atentado yihadista en Manchester ha salido por algún nefasto rincón de Internet condenando los retweets de Trump. Contenta estaría su progenie, asesinada por la falsa causa del Islam, si viese ahora a su enajenada madre apoyando la corriente de posverdades que tan fácilmente se extiende a lo largo y ancho del globo con la connivencia de políticos, medios de comunicación y la propia sociedad.
Que no se equivoque nadie: Trump no ha cometido ningún error. Evidentemente, apoyar movimientos como el de «Britain First» sería cavernario y poco inteligente. No hay más que ver la repercusión real de la organización en su propio país. Pero cualquiera mínimamente versado en el uso de las redes sociales sabe que un retweet no implica necesariamente apoyar todo lo que hay detrás de la persona que emite el tweet original.
Trump puede (¡y debe!) estar de acuerdo con la criminalización del radicalismo islámico por parte de Fransen, pero no apoyar a su movimiento y al resto de ideas sobre las que se cimienta. Aprendamos a diferenciar una cosa de la otra y, tal vez, lleguemos a ser una sociedad mucho más avanzada, que aprenda realmente a respetar las opiniones variopintas de nuestros congéneres en vez de señalarlas y pedir que se lapide a quien las emite.
Y, como bien ha dicho el presidente de EEUU, «no se centre en mi, céntrese en el destructivo Islam radical que campa por el Reino Unido». Porque si un retweet de Donald Trump preocupa más a los ilustres miembros del Parlamento que la sucesión de atentados y ataques localizados en suelo británico por parte de miembros de la comunidad islámica, créanme cuando les digo que vivimos en una sociedad verdaderamente enferma.
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