El desafío independentista
Solo gana Puigdemont
Por Carlos Navarro Ahicart
El 1 de octubre asistimos a una jornada de vergüenza en Cataluña. Una jornada marcada por la desobediencia a una orden judicial, el guerracivilismo rampante entre las filas de los partidarios de la independencia, los choques con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la manipulación “electoral” (entrecomillado porque ese “referéndum” no tiene ninguna validez) más sucia jamás vista para conseguir más votos del “Sí” que del “No”. Algunos aventurados defensores de este despropósito se atrevían a llenar ayer las redes sociales y los titulares de algunos medios de comunicación con términos como “dictadura”, “represión”, “violencia policial”, o derivados. Debe ser que la utilización de imágenes falsas/antiguas para encrudecer lo ocurrido durante la jornada del domingo es una especie de moda entre los golpistas.
Vayamos por partes. Tiempo ha desde que la Justicia declaró invalidado el espectáculo del 1-O. Y la Generalitat lo sabía. Y la sociedad catalana lo sabía. Y los Mossos, también. Y, aún así, decidieron seguir adelante con esta farsa para crear confrontación, obligando a 10.000 efectivos de las FCSE a ser trasladados a Cataluña con el objetivo de hacer cumplir la ley y evitar que se celebrase tal despropósito. Obligándolos a enfrentarse a sus propios compatriotas por un simple empeño malsano y sectario que no iba a llevar a nada, como era de esperar.
A sabiendas de que estaban desobedeciendo la decisión de la Justicia y que tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil tendrían que actuar en consecuencia, siguieron adelante. Llevaron urnas opacas que parecían más los tappers de una abuela que ve a su nieto delgado; las llenaron de papeletas antes de abrir el periodo de votación; se atrincheraron en los “colegios electorales” con barreras humanas e, incluso, con barricadas improvisadas; se enfrentaron a los agentes con la fuerza bruta; y se atrevieron a utilizar todos los sinónimos habidos y por haber de “fascistas” contra quienes se encargan de velar por el cumplimiento de la ley y la pervivencia de la paz en nuestro país. Parece que ya han olvidado quién estaba allí para socorrerles cuando los yihadistas perpetraron el atentado en las Ramblas de Barcelona.
Por no hablar de la deplorable demostración de traición y desobediencia de los Mossos d’Esquadra, aceptando con total connivencia que los sediciosos continuasen “votando” sin impedimento alguno y, en ocasiones, dificultando la actuación policial a favor de la ilegalidad. Una muestra más de que este cuerpo de policía está al servicio del independentismo y en contra de la ley y las resoluciones judiciales, bajo las cuales deberían regirse sus acciones. Su disolución y el establecimiento en su lugar de una fuerza policial del Estado es necesaria, justa y lógica.
Y que no vuelvan a decir que han ganado con lo del 1-O. Con este despropósito, los únicos que ganan son los líderes de la sedición, que no estuvieron al lado de su amado “poble” cuando este se enfrentaba por sus postulados al orden y a la ley. Hicieron su teatro votando fugazmente, se quedaron tranquilos en sus casas mientras todo ocurría y, al final, hicieron nefastas declaraciones a la prensa poniendo de vuelta y media a todo el que no se comportó como un auténtico traidor. Esos son los que ganan, y no el pueblo catalán ni España. Los que hacen negocio de la confrontación y lo único que buscan es mantenerse en el sillón todo el tiempo que puedan. Vergüenza.
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