Corea del Norte
Tenemos un problema con Kim
Por Carlos Navarro Ahicart
El asunto de Corea del Norte lleva tiempo dejando de ser cuestión de mofa hacia su aparentemente cómico dictador, Kim Jong-un. Detrás de esa redonda cabeza y ese aspecto de Shinnosuke Nohara castigado por los años se esconde un psicópata sediento de sangre, capaz de hacer cualquier cosa por mantenerse en el poder y por aterrorizar a los países que puedan hacerle frente. Con poco éxito, eso sí.
La tensión no ha dejado de escalar rápidamente desde que el déspota norcoreano decidió adoptar una política exterior tremendamente agresiva, amenazando con bombardear la isla de Guam, lanzando misiles por encima del territorio nipón o sugiriendo destruir el territorio americano con armamento nuclear. La especulación al respecto de si Corea del Norte tiene la capacidad, a día de hoy, de fabricarlo parece apuntar al terrible desenlace de un avance inesperado de su programa nuclear. Ayer, además, conocíamos que el régimen condenaba a muerte a cuatro periodistas surcoreanos por “insultar gravemente la dignidad del país”.
La respuesta del gigante americano ha sido más que clara: no permitirá que se ataque el suelo americano o el de sus aliados bajo ninguna circunstancia. Al fin y al cabo, es el papel que ha adoptado EEUU desde hace años y el que debería cumplir en un momento como este. Sus ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur no dejan de sucederse, así como la llegada de más tropas terrestres al la buena de las Coreas.
Por otro lado, potencias como Rusia o China sugieren que EEUU y Corea del Sur deberían cesar los ejercicios a cambio de que el Norte retome las negociaciones diplomáticas. Algo que puede sonar políticamente correcto, pero que es una acción tremendamente ilusa de cara a lidiar con un personaje del estilo de Kim Jong-un.
La connivencia de las potencias mundiales para con Corea del Norte ha durado demasiado tiempo. Tal vez porque China estuvo protegiendo a la dictadura asiática, lo cual tampoco sería de extrañar. Pero es hora de poner punto y final a esta locura. Mirar para otro lado mientras esta brutal dinastía masacraba a su pueblo y sometía a sus detractores es grave de por sí, pero es un asunto interno. En cambio, ahora la locura del líder actual ha traspasado sus fronteras y amenaza con sembrar caos y destrucción allá donde sus misiles sean capaces de tocar tierra. Ha dejado de ser problema de los norcoreanos: estamos bajo amenaza.
Olvidémonos de gestos de buena voluntad. Dejémonos de medias tintas a este respecto. Hay que posicionarse en contra o a favor de que el terror juche sea aniquilado de una vez por todas. Si China no quiere derramar la sangre de su esbirro, así sea. Si Rusia quiere mantenerse al margen por interés en Asia, así sea. Pero países como EEUU, Corea del Sur y sus aliados deben tomar la iniciativa y reducir a cenizas el régimen norcoreano, cueste lo que cueste. Hay que evitar a toda costa que la contienda salga de sus 1607 km2 fronterizos y hacer que Kim Jong-un se encuentre con su padre y su abuelo allá donde quiera que hayan acabado tales monstruos.
Tenemos un problema con los sátrapas venidos a más. Y el problema es que los dejamos crecer demasiado mientras nos tapamos los ojos. Pero eso debe acabar, como acabó para otros tantos dictadores a los que no se dudó en liquidar llegado el momento. Es el momento de acabar también con Kim.
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