Literatura

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Cervantes: ni héroe de Lepanto ni mártir en Argel

Una biografía sobre la juventud del escritor desmonta mitos forjados por el escritor y sus estudiosos y aventura que pudo suavizar su cautiverio en África trabajando para «pasar» nobles hacia España.

La visita de don Juan de Austria a Cervantes convaleciente tras la batalla de Lepanto (en la imagen, el cuadro de 1860 de Eduardo Cano de la Peña) nunca tuvo lugar en realidad
La visita de don Juan de Austria a Cervantes convaleciente tras la batalla de Lepanto (en la imagen, el cuadro de 1860 de Eduardo Cano de la Peña) nunca tuvo lugar en realidadlarazon

Una biografía sobre la juventud del escritor desmonta mitos forjados por el escritor y sus estudiosos y aventura que pudo suavizar su cautiverio en África trabajando para «pasar» nobles hacia España.

Al propio Cervantes le ha sucedido, a lo largo de los siglos, lo que a su obra mayor. Y así como «El Quijote» ha sido mero entretenimiento, parodia mordaz o bandera romántica «avant la lettre», según la lectura de cada época, a su autor se lo ha visto como a un héroe, un mártir o un genio indómito. Pero ante todo, recuerda José Manuel Lucía Megías, Cervantes fue un hombre de su tiempo, uno de tantos en una época en que la excepción era una existencia rutinaria. Lejos de los mitos, o partiendo de ellos para lentamente deconstruirlos, este catedrático de la Universidad Complutense y comisario de la próxima exposición en la Biblioteca Nacional que conmemora los 400 años de su muerte, se ha acercado a la juventud del escritor desprejuiciadamente, intentando ir a las fuentes originales y al contexto en que se produjeron los hechos clave de su primera etapa vital, aquellos que luego quedarían indeleblemente reflejados en sus obras. Y lo que ha visto Lucía Megías (y lo que escribe en «La juventud de Cervantes. Una vida en construcción», editado por Edaf) dista mucho del mito estanco del XIX de soldado laureado y cautivo doliente que un buen día, sin formación, escribió la novela más importante de la historia.

Tesis rupturista

Las tesis más rupturistas sobre la primera mitad de la vida de Cervantes es la que el biógrafo fragua en torno a los cinco años de cautiverio en Argel, en tierra de moros, tras ser apresado en el navío Sol junto a numerosos compañeros cristianos, cuando regresaban de Nápoles en 1575. Aquel lustro en las costas de África marcaría su vida profundamente y toda su producción posterior, desde el teatro («Los tratos de Argel») hasta «El Quijote», en el que incluye la célebre «nouvelle» «Los baños de Argel». Cervantes volverá sobre el asunto varias veces (también en «La Galatea» y el «Persiles») y su fama como dramaturgo se articula en torno a ese prestigio de narrar para los espectadores una vida de cautiverio, penurias y maltrato de la que no supo de oídas sino de primera mano. Pero, aunque Cervantes apeló a la gallardía, la integridad y la perseverancia de la que hizo gala en sus años como esclavo, Lucía Megías defiende la hipótesis de que su cautiverio no fue todo lo insufrible que se ha querido ver y que incluso el escritor supo sacar provecho de la situación con vistas a labrarse una posición de futuro. En concreto, Cervantes habría sido un «passeur», es decir, un hombre que facilita la huida de otros esclavos y de cuyas gestiones saca beneficios. «Como los que hay hoy en día en la frontera entre México y Estados Unidos», señala.

Esta línea de investigación fue iniciada por los hispanistas Bartolomé Benassar y Carroll B. Johnson. Ellos ya ahondaron en las contradicciones de que, a pesar de que el escritor intentó cinco veces la huida (y se responsabilizó en exclusiva de ellas), nunca sufrió maltrato ni los padecimientos que serían lógicos por sus tentativas fallidas, ni tampoco intentó escapar en solitario. Otro punto controvertido es que por Cervantes se pidieran 500 escudos, en vez de los 300 que se reclamaban por gente de baja-media condición. Se le atribuyó condición de «hombre grave», principal. Y no sólo, como la tradición quiere, porque portara cartas de don Juan de Austria, sino porque el propio Cervantes, según el catedrático de la UCM, estaba interesado en que se le asociara a una nobleza o hidalguía de la que carecería. «Además, curiosamente sólo ayudó a escapar a gente principal, nobles o clérigos», añade. Precisamente, quienes podían pagar sus servicios como «passeur». Gracias a estas gestiones y al alto precio de su rescate, Cervantes pudo evitar el martirio en Argel. «Se convirtió en su propia mercancía», acota en sus estudios Carroll B. Johnson, mientras señala Lucía Megías que «hacía currículum de gente importante para cuando regresara a España» y se aprovechaba de un negocio extraño pero documentado en aquel Argel «de extorsiones y secuestros».

Autor de su leyenda

Curiosamente, a su vuelta será el propio Cervantes quien instaure su leyenda a través de la «Información de Argel de 1580», un texto semijurídico en el que doce testigos recopilados por él mismo daban verosimilitud a su valentía y esfuerzos y señalan cómo sólo él se atribuía la falta de las sucesivas tentativas de huida. Con este escrito favorable a su persona, el autor aspiraba a recibir «mercedes», cargos, de la corte y atacar los bulos extendidos por un dominico, Juan Blanco de Paz, que contaba cosas menos heroicas de él. Ese mismo texto es la base de otro mito que ha dado mucho de sí: el del soldado heroico de Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos».

Una cosa es cierta: Cervantes perdió la mano izquierda (no totalmente, sino que quedó incapacitada por un arcabuzazo) y, desde luego, como todos los soldados presentes, arriesgó la vida. «Pero el mito arranca en el siglo XIX, cuando durante la Guerra de Marruecos se apela a su figura y se cierran filas en torno a Cervantes por haber luchado también contra los moros», señala el autor de «La juventud de Cervantes». Lucía Megías recuerda que Lepanto pilló al escritor con apenas 6 meses en las filas, siendo mero soldado bisoño, a quienes se les colocaba en las zonas menos expuestas de la galera, mientras que los soldados aventajados se batían el cobre contra el enemigo. «¿Cómo siendo un soldado tan bajo se sabe tanto de su participación?. El “Informe de Argel” es la respuesta, un testimonio a partir de la idea que a Cervantes le convenía mostrar», asegura el biógrafo. En dicho escrito, lo más cercano a una autobiografía, se señala que «cuando se reconoció la armada del Turco, en la dicha batalla naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y el dicho capitán y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba enfermo y con calentura, que estuviese quedo abajo en la cámara de la galera; y el dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta, y que con su salud... Y peleó como valiente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitánlo mandó y le dio orden, con otros soldados». Con estos mimbres, la historiografía posterior llegó a crear incluso un episodio legendario: la visita de don Juan de Austria al soldado convaleciente. Y es que, en este como en otros muchos casos, el mito se ha merendado al hombre.