Lorca, el anarquista estafador que llevó al poeta a juicio
Aparecen los documentos hasta ahora inéditos del proceso judicial contra el autor granadino por «injurias contra la Guardia Civil». Estos papeles demuestran que el denunciante fue Manuel Navarro Celma, un anarquista barcelonés que quería vengarse de la editorial Espasa-Calpe
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Aparecen los documentos hasta ahora inéditos del proceso judicial contra el autor granadino por «injurias contra la Guardia Civil». Estos papeles demuestran que el denunciante fue Manuel Navarro Celma, un anarquista barcelonés que quería vengarse de la editorial Espasa-Calpe.
Alos juzgados de Madrid llegaba el 31 de enero de 1936 una curiosa denuncia. Aparentemente, un lector con simpatías hacia la Guardia Civil había decidido presentar una denuncia contra Federico García Lorca por el retrato que realizaba del cuerpo armado en uno de los más conocidos poemas del «Romancero gitano», el «Romance de la Guardia Civil». El libro, publicado siete años atrás por «Revista de Occidente», hacía tiempo que se había convertido en todo un «best-seller» con una nueva edición en Espasa-Calpe.
Poco, muy poco se conoce de esta historia de la que el poeta habla en una entrevista publicada tras conocerse su asesinato. Había sido concedida al periodista Antonio Otero Seco, quien apuntó las impresiones de Lorca: «No lo vas a creer, de puro absurda que es la cosa; pero es verdad. Hace poco me encontré sorprendido con la llegada de una citación judicial. Yo no podía sospechar de lo que se tratara, porque, aún cuando le daba vueltas a la memoria, no encontraba explicación a la llamada. Fui al Juzgado. ¿Y sabes lo que me dijeron allí? Pues nada más que esto: que un señor de Tarragona, al que, por cierto, no conozco, se había querellado por mi romance de la Guardia Civil española, publicado hace ya más de diez años en el ‘‘Romancero gitano’’. El hombre, por lo visto, había sentido de pronto unos afanes reivindicatorios, dormidos durante tanto tiempo, y pedía poco menos que mi cabeza. Yo, claro, expliqué al fiscal minuciosamente cuál era el propósito de mi romance, mi concepto de la Guardia Civil, de la poesía, de las imágenes, del surrealismo, de la literatura y de no sé cuántas cosas más». Otero no dudó en preguntarle a Lorca por la opinión del fiscal ante la sorprendente citación judicial. En su respuesta, el granadino contestó que «era muy inteligente, y, como es natural, se dio por satisfecho. El bravo defensor de la Benemérita se ha quedado sin lograr su propósito de procesarme».
Una especie de leyenda
Con solamente este testimonio, el apuntado por Otero Seco, con el paso del tiempo se ha creado una especie de leyenda sobre este episodio relacionado con la etapa final de García Lorca en Madrid, poco antes de tomar el fatídico tren que lo llevaría a la muerte en Granada, su Granada, en los primeros días de la Guerra Civil. Se ha asegurado que, tras la denuncia, el señor de Tarragona debía ser un lector muy conservador o, incluso, un sargento de la Guardia Civil. La realidad es distinta y ahora podemos saber algo más gracias a la nueva documentación localizada por este diario en el Archivo Histórico Nacional, en Madrid. Son los documentos de un proceso judicial que no llegó a prosperar y que nos permiten, de una vez por todas, fijar la cronología de los hechos, además de conocer la identidad del denunciante.
Ahora sabemos que llegaron a los juzgados madrileños, tal y como consta en el archivo de la Audiencia Territorial de Madrid, hoy guardados en el Archivo Histórico Nacional. Es allí donde se apunta que el 31 de enero de 1936 «se recibió una denuncia de don Manuel Navarro y Celma por escrito desde Barcelona a la cual se acompañaba un libro titulado “Romancero Gitano” y cuyo autor es Don Federico García Lorca, porque según dicho denunciante el mencionado libro contenía conceptos y frases injuriosas para el Instituto de la Guardia Civil».
Con los años, Otero Seco diría que a Lorca lo había denunciado «un oficial de la Guardia Civil, de guarnición en una importante ciudad catalana». Pero no era así. El denunciante era un tipo curioso que respondía al nombre de Manuel Navarro Celma, alguien que procedía de una ciudad catalana, en concreto de Barcelona, pero que no tenía nada que ver con la Guardia Civil. Fue un anarquista habituado a los problemas legales. El 7 de mayo de 1907, en la portada de «El Heraldo de Madrid» aparece definido como «libertario» y «custodiado por la Guardia Civil» tras «ser reclamado por el juez de del distrito de la Universidad» de Madrid en tren procedente de Barcelona. El pájaro había participado en el pasado en algún atentado anarquista e, incluso, no había dudado en delatar a sus compañeros.
Navarro Celma se fue ganando fama de tipo peligroso, a quien no le importaba traicionar a los suyos como método de supervivencia. El chantaje era una de sus fórmulas para ganarse la vida, aunque eso más tarde o más temprano era cazado por las autoridades. El diario madrileño «La Libertad» se hacía eco el 26 de mayo de 1935 de la detención de dos estafadores: «Desde hace algún tiempo, una editorial establecida en Madrid venia siendo víctima de una campaña de difamación, organizada por unos Individuos llamados José Pérez Hervás, antiguo empleado de dicha casa, y Manuel Navarro Celma. agente vendedor de la misma. Esta campaña culminó hace días con la amenaza de lanzar al público un libro donde se ataca a los consejeros de la citada editorial. Dicho libro sería destruido si se les entregaba más de 40.000 duros que habían pedido reiteradamente para cesar en la campaña. Estos hechos fueron denunciados a la Policía». Un agente llamado Horacio Iglesias pudo engañar a los dos estafadores haciéndose pasar por empleado del sello; de esta manera, pudo ver los 4.000 ejemplares preparados para salir a la calle de la editorial a la que se quería chantajear. La misma información afirma que «Don Horacio Iglesias entregó a los dos complicados 32.000 pesetas en billetes, previamente reseñados ante notario. Además, hizo entrega de un cheque por valor de 20.000 pesetas, y firmó con ellos un documento, por el que se comprometía a entregar 160.000 más y proporcionar a los dos sujetos determinados empleos». Navarro Celma y Pérez Hervás fueron detenidos y los ejemplares apresados. Los dos delincuentes fueron enviados a la cárcel Modelo de Barcelona.
Un gran éxito de Espasa
¿Cuál era la editorial a la que Manuel Navarro Celma tenía tanta inquina? Espasa-Calpe, la misma que a lo largo de 1935 llegaría a publicar hasta tres ediciones del «Romancero gitano», el gran éxito poético y editorial de Federico García Lorca. El 3 de abril de ese año, en la madrileña revista «Ciudad», Miguel Pérez Ferrero anunciaba la aparición de la quinta edición del libro lorquiano en Espasa-Calpe. «El éxito de este libro puede calificarse de éxito sin precedentes. Empieza a desmentirse la que ya es fábula, de que los libros de poesía no interesan ni se venden. Esta quinta edición servirá de ejemplo a nuestras afirmaciones, así como también nos será dado aducir la recepción dispensada por el público al libro que “Cruz y Raya” ha publicado de Alberti: “Poesía”. Lo que ocurre es que la que se vende es –precisamente– la buena poesía».
Mientras todo eso ocurría, Navarro Celma seguía entre rejas, pero la suerte empezó a sonreírle. En octubre de ese año, su letrado Pedro Amat logró que se revocara su sentencia «por supuestas amenazas a la Sociedad Espasa Calpe». «El Heraldo de Madrid» explicaba el 10 de octubre de 1935 que «este asunto había adquirido cierta resonancia, porque en el mes de mayo pasado la Prensa lo recogió, atribuyéndole un determinado carácter, que ahora queda completamente desvirtuado con la revocación del auto de procesamiento que se había decretado contra don Manuel Navarro».
Cuando salió a la calle resulta evidente pensar que Navarro Celma quería vengarse de Espasa- Calpe y vio en el «Romancero gitano» un buen vehículo con el que poner al sello entre la espada y la pared. Por eso no dudó en llevar a los tribunales la obra de Lorca, pero argumentando motivos soprendentes: «Insultos al Guardia Civil». Es el número de sumario 40/936 y recayó en las manos del magistrado Aldecoa. Por la documentación oficial, ahora localizada, sabemos que Navarro Celma incluso se preocupó en aportar como prueba un ejemplar del «Romancero gitano», con toda seguridad editado por Espasa-Calpe en 1935.
Se desconoce cuándo fue a declarar ante el juez y, por desgracia, no se ha encontrado su declaración, pero es muy probable que quedara sorprendido ante la denuncia por un libro publicado en 1928. Según el testimonio de Otero Seco, al poeta lo representó Juan de Leyva y Andía, un joven abogado que fue buen amigo de Lorca, hasta el punto de asistir con él a alguna tertulia en casa del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, íntimo del poeta.
El 6 de abril el Juzgado número 20 de Madrid hacía constar que se habían acabado las diligencias del caso contra Lorca y el más celebrado de sus libros. En mayo, el caso ya estaba archivado. Manuel Navarro Celma había fracasado en su intento de vengarse de Espasa-Calpe a través de Federico García Lorca. El rastro del anarquista se perdió.