Respeto para las 4.500 víctimas
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José Manuel de Ezpeleta, experto en la Matanza de Paracuellos
Las víctimas fueron más, entre 4.400 y 4.500 personas
Hay un nombre que se repite en la boca de los familiares de las víctimas de Paracuellos: José Manuel de Ezpeleta. Nadie ha profundizado tanto como él. Un estudio de quince años que todavía no ha finalizado, pero que «pronto lo hará», dice. «Está basado en fuentes primarias de archivos múltiples, declaraciones de gente que lo vivió y la bibliografía que se ha escrito», de la que difieren mucho los nuevos avances. «No se parece en nada a lo editado en estos años, siempre se copia lo mismo de una de las fuentes originales que están equivocadas», amplía el experto.
Las cifras que se habían barajado en Paracuellos oscilaban entre las 2.000 y 2.500 víctimas y actualmente De Ezpeleta trabaja con uno datos «que van de 4.400 a 4.500. Incluidos mujeres y chavales a partir de 13 años». Aumentando los caídos a más de 25.000 si se abordan los tres años de guerra en Madrid capital y provincia, de muertes violentas que no se consideran acción de guerra. Números entre los que caben hasta «civiles asesinados con carné de la CNT y la UGT –cuenta De Ezpeleta–. Luego fue una revolución político-social, una caza y captura por ideales y religión. No se tenía en cuenta el partido, era una persecución a la persona. Bastaba con haber sido interventor de la CEDA en las elecciones del 33 para que te denunciasen».
José Calle, presidente de la Hermandad de Paracuellos del Jarama
El sentimiento del perdón para los familiares, una prioridad
Como presidente de la Hermandad de Paracuellos, José Calle no quiere entrar a valorar una experiencia personal de la que tendría mucho que decir, ya que un abuelo y tres tíos suyos descansan en la tierras de Paracuellos del Jarama. Incluso su mujer también cuenta con familiares allí desaparecidos. Pero prefiere aprovechar la ocasión para abrir la organización que lidera: «Sólo queremos venerar y respetar la memoria de nuestros caídos». Y prosigue para centrar los ojos en una generación clave para el devenir de la historia de los acontecimientos: la primera. «Si los caídos tienen su mérito, ellos fueron lo más importante de la Hermandad. Entre ellos hubo hijos, viudas, primos... que vivieron los hechos de primera mano y que hicieron del sentimiento del perdón una prioridad. No transmitieron ni un poco del odio que pudieron llegar a sentir las familias cuando llegaron a sus casas y vieron que los suyos habían sido detenidos y fusilados. No pasó de ahí. Ese respeto y esa forma de educar, muy posiblemente religiosa, hizo que ese motivo se parase en la primera generación», comenta Calle. Lo sucedido fue algo que «se ha explicado poco a poco. Hasta que los hijos y nietos no se han hecho mayores no se ha contado todo para que, precisamente, no se tornase ese sentimiento en rencor», puntualiza.