Fútbol

Carlo Ancelotti tiene trabajo: debuta con Brasil en Ecuador con un empate a cero

El nuevo seleccionador brasileño ya sabe lo que le espera. La selección estuvo bien atrás, pero sin nada que ofrecer en ataque

FOTODELDÍA AME3549. GUAYAQUIL (ECUADOR), 05/06/2025.- El entrenador de Brasil, Carlo Ancelotti, da instrucciones este jueves, durante un partido de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial de 2026 entre las selecciones de Ecuador y Brasil en el estadio Monumental Isidro Romero Carbo en Guayaquil (Ecuador). EFE/ José Jacome
Carlo Ancelotti, en el Ecuador - BrasilJosé JacomeAgencia EFE

El ciclo de Carlo Ancelotti al frente de la selección brasileña comenzó con un empate sin goles ante Ecuador en Quito. Un resultado discreto, aunque no desalentador, en un contexto exigente: altitud, un rival intenso y un terreno de juego en condiciones precarias. El nuevo seleccionador debuta sin estridencias, pero con señales claras de hacia dónde quiere llevar al equipo. Brasil mostró solidez defensiva, pero evidenció carencias en el frente ofensivo, un equilibrio que marca el punto de partida del proyecto.

“No fue sencillo encontrar espacios entre líneas, Ecuador defendió bien”, analizó el técnico italiano al finalizar el encuentro. Ancelotti no eludió la autocrítica, aunque tampoco cargó las tintas. Se presentó como una figura serena en medio de la exigencia mediática y futbolística que rodea siempre a la “Canarinha”.

En lo inmediato, el empate deja a Brasil en el cuarto puesto de las eliminatorias sudamericanas rumbo al Mundial 2026, con 22 puntos, y con la posibilidad de ser superado por Colombia. El siguiente compromiso, ante Paraguay en São Paulo, es importante: los guaraníes, con 24 puntos, ocupan puesto, y el duelo ya se anticipa como clave. La clasificación es sencilla, pero Brasil se juega más su prestigio.

Fortaleza atrás, dudas adelante

En el Estadio Rodrigo Paz Delgado, Brasil no brilló, pero se sostuvo desde el orden. Marquinhos lideró una defensa que no concedió ocasiones claras a un Ecuador voluntarioso pero estéril. “No permitimos llegadas limpias, el equipo se mantuvo firme”, destacó Ancelotti, subrayando el comportamiento defensivo como punto positivo. El capitán, junto a Danilo y un sólido Alex Sandro, conformó una línea que resistió bien el asedio físico del rival.

En ataque, sin embargo, las dificultades fueron notorias. Vinícius Jr. aportó dinamismo con algunas incursiones, pero no encontró socios. Casemiro estuvo lejos de su mejor nivel y Richarlison no logró inquietar. “La circulación fue lenta, el campo tampoco ayudó”, explicó el técnico. Sin fluidez ni conexiones claras, el equipo se mostró espeso y predecible en los metros finales.

Los ajustes de Ancelotti, como el ingreso de Gerson para aportar energía o la entrada de Matheus Cunha para facilitar la distribución, buscaron respuestas. “Son perfiles diferentes”, matizó el italiano.

La emoción de Ancelotti

El desembarco de Ancelotti en la selección brasileña representa algo más que una apuesta táctica. Es un giro simbólico: un entrenador europeo al frente del combinado más laureado del planeta. El propio técnico lo reconoció con humildad: “Es un sentimiento distinto representar a Brasil. Hay un país detrás de ti”. Su emoción fue evidente: “He dirigido más de 1800 partidos, pero este fue especial. Estar aquí es un regalo”, confesó.

En ese sentido, el empate en Quito puede ser leído como un primer paso en la dirección deseada: un equipo que se ordena, que recupera solidez, que comienza a construir identidad desde la defensa. Ancelotti no vendió ilusiones, sino esfuerzo sostenido. Aseguró que el equipo crecerá ofensivamente y lamentó no haber podido contar con Raphinha, pieza importante en su esquema.

El duelo contra Paraguay en São Paulo será una prueba más reveladora. Sin las dificultades de la altitud y con el apoyo del público local, se espera una versión más ambiciosa de Brasil. “Tenemos que jugar con más ritmo e intensidad”, anticipó el técnico. El proceso es largo, y Ancelotti lo sabe. Reconstruir una selección requiere tiempo, coherencia y claridad. Su primer acto no fue rimbombante, pero sí firme.