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Crisis económica
China toma el mando de la globalización
El gigante asiático continúa siendo la «fábrica del mundo», por lo que el proteccionismo le perjudicaría más que a otros países. Su poder e influencia irán en aumento.
Donald Trump ha declarado la guerra al comercio mundial. Ha retirado a su país del TPP, ha comenzado a renegociar el Nafta, ha mandado construir un muro en la frontera con México, ha impedido la aprobación del TTIP... Y la hostilidad hacia los tratados multilaterales torpedeará la globalización.
Durante la campaña electoral, prometió establecer aranceles del 45% sobre las importaciones chinas y del 35% sobre las mexicanas. Si se impusieran, y tanto el país azteca como el gigante asiático tomaran represalias, los PIB de EE UU y de China sufrirían una caída de dos puntos hasta 2020, según cálculos del Banco de España.
«China es nuestro enemigo», tuiteó Trump en 2011. El presidente chino, Xi Jinping, se postuló en Davos como máximo defensor de la globalización. Y ya ha alertado de que nadie saldría vencedor de una guerra comercial. El proteccionismo que propugna el mandamás estadounidense supone, en la práctica, abandonar importantes esferas de poder, que Pekín estaría dispuesta a ocupar. O lo que es lo mismo, China tomará el mando de la globalización, un proceso del que ha sido uno de los países más beneficiados.
Desde su ingreso en la OMC, en 2001, su comercio exterior se ha multiplicado por siete, la inversión extranjera ha aumentado de forma exponencial y los salarios han ido subiendo del orden del 15% anual. Si bien es cierto que el país quiere cambiar el patrón de su economía, basándose más en el consumo interno y menos en la exportación y la inversión, también lo es que continúa dependiendo en gran medida del comercio global para su crecimiento, puesto que «sigue siendo la fábrica del mundo, por lo que un mayor proteccionismo le perjudicaría más que a otros países». Amadeo Jensana, director del departamento de Economía en Casa Asia, afirma que China ya es una verdadera potencia que quiere expandir su influencia al resto del mundo.
Mientras Trump abandera medidas proteccionistas, Xi Jinping está invirtiendo mucho dinero en iniciativas como la nueva ruta de la seda o el nuevo Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, que permitirán a este país tener una mejor conectividad y ejercer un mayor dominio económico. El mundo al revés. «Estamos, por tanto, ante un cambio de papeles que marcará la agenda durante los próximos años, en los que el poder de China irá en aumento».
Jensana recuerda que el gigante asiático ya es la primera potencia económica del mundo si se tiene en cuenta el PIB en términos de paridad de poder adquisitivo –la segunda si se calcula el PIB nominal-. De no haber cambios sustanciales, probablemente supere a EE UU hacia 2030. Pero la población china alcanza los 1.400 millones de personas, mientras que la estadounidense es de 320 millones, por lo que la renta per cápita de los chinos seguirá por debajo de la de los norteamericanos durante las próximas décadas.
Margaret Chen, fundadora y presidenta de honor de China Club Spain, no cree que se trate de un poder que cambia de manos. «China empieza a mandar inconscientemente por su propio peso, no porque lo piense el Gobierno». Y admite que la actitud de EE UU ha dejado un hueco para decidir y tomar iniciativas. En cualquier caso, destaca que la postura de China siempre ha sido inclusiva con los socios comerciales, de «win-win».
¿Enemigos?
Trump y Xi Jinping se reunirán el próximo mes para discutir principalmente sobre temas de seguridad, como la situación en Corea del Norte o el conflicto en el Mar del Sur de China. Pero también pueden abordar algún asunto económico. Jensana considera que las relaciones comerciales entre ambos países serán tensas, porque Trump ve al gigante asiático como la principal causa de la desindustrialización de EE UU y la consecuente destrucción de muchos empleos. «Es muy difícil que haya una buena sintonía», agrega.
El primer ministro chino, Li Keqiang, destacó que, en caso de que se produjera una guerra comercial, «las empresas estadounidenses serían las más perjudicadas». Y Jensana señala a compañías como Apple, Nike o Walmart, que exportan los productos manufacturados en China a otros países, incluyendo a Estados Unidos. De todos modos, «una guerra comercial dañaría también a las empresas chinas. Ninguna de las dos partes saldría ganando».
Chen apunta que China ha sido hasta hace poco el principal acreedor de la deuda estadounidense, por lo que no conviene ninguna ruptura drástica, y piensa que la reunión servirá para salvar la relación entre las dos potencias. Frente a las pretensiones de Trump de imponer aranceles sobre los productos importados de China, Chen cree que en realidad será bastante difícil que lo logre.
Primera potencia comercial
Jensana asegura que China es la principal potencia comercial del mundo, ya que engloba en torno al 15% de las exportaciones mundiales, pero que su importancia comercial no se verá sustancialmente incrementada, porque el peso de la industria en el país no crecerá. Y apostilla que lo que, quizá, se vea en los próximos años será una evolución en el nivel tecnológico de los productos que se fabrican en China, mientras que otros países asiáticos, como Vietnam, Bangladesh o Indonesia, recibirán las inversiones en sectores como el textil, debido a que los salarios son muy inferiores. Chen, por su parte, asevera que la función de China ya no es tanto fabricar para todo el mundo por los bajos costes de su mano de obra, sino que comienza a crear productos nuevos y exportar tecnología.
La economía china se encuentra inmersa en un proceso de transición. Pekín pretende estimular la demanda interna e incita a los ciudadanos a consumir más y ahorrar menos. Y Chen sostiene que ya hay 300 millones de chinos que pueden considerarse de la clase media, con dinero disponible para gastar.
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