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España y Francia invertirán otros 1.600 millones en su conexión eléctrica por Vizcaya
Rajoy y Valls han inaugurado hoy la red que une ambos países por Cataluña y que duplica la capacidad de intercambio.
España ha dejado de ser una «isla eléctrica» aislada de Europa. La tradicional negativa francesa a favorecer la interconexión con la red española es pasado y el continente camina hacia la integración en materia energética como primera respuesta a la excesiva dependencia del suministro ruso de gas. La finalización del soterramiento de la interconexión eléctrica con Francia desde Figueras (Gerona) permitirá a España duplicar su capacidad para trasvasar energía eléctrica. En concreto, la capacidad de intercambio pasará este verano, cuando esté plenamente operativa la red, de 1.400 a 2.800 megavatios. La interconexión subterránea, que ha supuesto una inversión de 700 millones de euros entre ambos países, representa el proyecto más ambicioso y caro de la historia de Red Eléctrica Española (REE), que participa al 50% del consorcio Inelfe creado con la francesa RTE.
Se trata de 64 kilómetros que enlazan el municipio catalán de Santa Llogaia con Baixás, próximo a Perpiñán, el trazado de interconexión de estas características (corriente continua que se intercala a una red alterna) más largo del mundo, ya que sólo existía uno similar en San Francisco (EE UU) pero de 400 megavatios por los 2.000 megavatios del hispano francés.
El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y el primer ministro francés, Manuel Valls, han inaugurado hoy los 64,5 kilómetros de interconexión en la localidad gala de Montesquieu-des-Alberès como paso para la creación de un mercado único eléctrico en la mayor red del mundo que trabaja de forma conjunta. Tanto España como Francia se encuentran en pleno proceso de aceleración de sus conexiones para ampliar el tamaño de la red europea, lo que garantiza menos problemas, y más seguridad y calidad en el servicio.
Pero además de duplicar la capacidad de intercambio, la infraestructura mejorará la calidad del suministro de las poblaciones del Roussillon y del Empord, y garantizará el suministro eléctrico necesario para el correcto funcionamiento del tren de alta velocidad en el lado español. En el futuro, la interconexión también permitirá el aprovechamiento y consumo de la electricidad procedente de energías renovables, principalmente la energía eólica. España y Francia han apostado en los últimos años por las energías renovables, en especial de origen eólico, contribuyendo así al objetivo de la UE para 2020 en materia energética –un 20% de reducción de emisiones de CO2, un 20% de mejora en la eficiencia energética y que el 20% del consumo de energía sea de origen renovable–. Sin embargo, como la generación de energía renovable es muy variable y dispersa geográficamente, necesita un nivel alto de interconexión que dé flexibilidad al sistema. A medida que aumenta la capacidad de intercambio, se incrementa también el volumen total de producción renovable que el sistema es capaz de integrar en condiciones de seguridad. De ahí la importancia de seguir ampliando las interconexiones.
Aunque con la próxima apertura de la red Figueras-Perpiñán se ha dado un paso de gigante al lograr avanzar del 3% de capacidad de intercambio al 6%, aún se está muy lejos del objetivo del 10% previsto para 2020 y más aún del 15% que se debería alcanzar en 2030. Por eso, REE pretende acelerar al máximo la interconexión submarina de 400 kilómetros por el Golfo de Vizcaya, entre el País Vasco y la Aquitania francesa, una megaobra de unos 1.600 millones de euros con una capacidad de intercambio de unos 2.000 megavatios. «Tenemos que correr mucho con este proyecto porque está lleno de complicaciones y es la única opción para alcanzar los 5.000 megavatios de interconexión sobre el año 2020 y ni siquiera se alcanzaría el objetivo del 10%, que está aún muy lejos», reconoce un directivo de REE a LA RAZÓN.
De hecho, con la plena operatividad de la línea de Vizcaya ni siquiera está garantizado que se alcance el 9% de interconexión con Francia, lo que no sólo retrasaría el objetivo de 2020, sino el de 2030, cuando se debería alcanzar una cuota de intercambio de electricidad del 15%. «Por eso vamos avanzando en la medición de los movimientos de arenas en el golfo de Vizcaya, porque cuanto más nos retrasemos en mayor desventaja estaremos con el resto de Europa», añade la fuente.
Sólo tres países tenían hasta la fecha una ratio de interconexión tan baja como la de España, inferior al 5%. Dos de ellos eran islas (Reino Unido e Islandia). El otro era Polonia. Según los objetivos de 2020, sólo Islandia quedará por detrás de España, ya que tanto Polonia como Reino Unido alcanzarán el 15%. Una desventaja que se traduce en costes para los consumidores al no tener acceso a una red, la europea, que es nueve veces más grande que la peninsular.
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