Elecciones generales
Rajoy neutraliza el duro ataque de Sánchez con las cifras de la recuperación
El líder del PSOE intenta remontar con un tono muy agresivo y bajo la bandera de la figura de Luis Bárcenas
El líder del PSOE intenta remontar con un tono muy agresivo y bajo la bandera de la figura de Luis Bárcenas. El candidato del PP le afea que presente una España «tenebrosa»; sólo coinciden contra el yihadismo.
Artículos ► El tiro en el pie de Sánchez ► El lenguaje no verbal ► Cifras económicas como balas trazadoras ► La última trinchera del bipartidismo ► El ausente en el debate ► El look de los candidatos
Mariano Rajoy neutralizó las acometidas de Pedro Sánchez con sus cifras económicas y aprovechó las críticas del líder de la oposición para recordarle la losa que todavía sigue pensando sobre las siglas del PSOE, la herencia de Rodríguez Zapatero. Los dos se jugaban mucho y los dos intentaron no cometer un error grave en el único cara a cara de esta campaña electoral, a seis días de la votación. Sánchez fue todo el tiempo al ataque y dibujó la imagen de una España en negro a la que no reconoció ni siquiera la recuperación económica. El primer sondeo realizado por este periódico dio al candidato popular como vencedor sobre el representante socialista.
El debate televisivo del bipartidismo, contraprogramado por los partidos emergentes también en televisión, se saldó con pocas novedades en el discurso de campaña de uno y otro candidato. Los dos salieron a ganar y a buscar el titular del día siguiente, pero, sobre todo, los dos salieron a buscar el voto indeciso y a evitar más fuga de votantes a los partidos nuevos. Rajoy contó a su favor con la ventaja de las cifras de la recuperación económica y con su experiencia como parlamentario. El ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero había advertido horas antes, en Antena 3, que Rajoy era un rival difícil, y como tal se comportó ante Sánchez. Este último arrancó más nervioso e inseguro, pero fue asentándose según se calentaba el duelo dialéctico. Con más presión interna y externa, Sánchez intentó acorralar a Rajoy con la corrupción y con el eslogan de la desigualdad social. Machaconamente se aferró a dos ideas, la de que el Gobierno de Rajoy mintió y la de la corrupción. Y también se enredó en el viejo debate de si el rescate financiero fue o no un rescate de España. Hasta dentro del debate económico coló como pudo el nombre del ex tesorero del PP Luis Bárcenas, y luego a Rodrigo Rato y el rescate de Bankia. Pero el candidato popular se revolvió con las cifras de empleo, su principal bandera, y con detalles sobre el crecimiento, la contención del déficit o la mejoría de la confianza en España. También agitando el fantasma de las cifras que se encontró en 2011. «Cuando llegamos al Gobierno, hasta 1.500 españoles perdían su puesto de trabajo al día, y ahora, 1.400 encuentran un trabajo al día». Sánchez le respondió con los recortes, y una vez más con la corrupción del PP. Su balance es «menos empleo y más precario». La beligerancia fue creciendo hasta el punto de que a veces el debate se convirtió en un diálogo de sordos, bronco, coqueteando con el riesgo de que no beneficiase a ninguno de los dos, sino a los que no estaban presentes. La flexibilidad en las intervenciones lo hizo más vibrante, pero también provocó que rozara a veces una imagen de cierto caos. En el capítulo económico Rajoy resultó más solvente, devolviendo incluso los golpes en el terreno del Estado del Bienestar, una de las «armas» de la estrategia del líder socialista. «Dejaron todo en ruinas, hubo que ordenar las cuentas, gobernar de manera sensata y hemos dejado al país en una situación razonable», le espetó el líder popular.
En todo lo demás –mirando más al pasado que al futuro por la ofensiva de Sánchez en esa dirección– intentaron diferenciarse, hasta en la estrategia frente al desafío secesionista o en la política migratoria. Tras la pausa intermedia, la tensión llegó a su grado más alto cuando Sánchez provocó que se enzarzaran, hasta llegar a las manos, metafóricamente, en el debate sobre la corrupción. Fue la parte más agria y bronca. Bajo la presión de la consideración de este cara a cara como su última bala antes de las elecciones, Sánchez tensó al máximo la cuerda y llegó a reprocharle al candidato del PP que no hubiera dimitido hace dos años por el «caso Bárcenas». Para, a continuación, golpearle en el plano más personal: «El presidente tiene que ser decente y usted no lo es». Éste, que iba preparado para que el líder socialista se saltara en este punto las líneas rojas, le tachó de «ruin, mezquino, miserable y deleznable». Dieron vueltas y vueltas a las mismas acusaciones, con los ERE de por medio, y lo que quedó fue mucho ruido y un mensaje poco constructivo. Casi lo único en lo que coincidieron fue en reivindicar la memoria de los dos policías nacionales asesinados en Kabul el pasado viernes. Y en no acordarse de los emergentes.
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