Elecciones generales
El lenguaje no verbal
Incómodo ante los ataques
El presidente del Gobierno se esforzó por mostrarse próximo, sonreír y generar cercanía con su electorado. Su argumentación fue muy estructurada, muy preparada y tuvo gran facilidad de respuesta: «Yo le voy a explicar ahora...».
Mostró una gran imagen de fortaleza; cuando no le agradaba lo que expresaba su oponente, sonreía y tomaba notas para la réplica, con gran cantidad de cifras para intentar frenar el gran número de interrupciones de Pedro Sánchez. En ocasiones, permitir esas interrupciones frenó su mensaje. Las piernas de Mariano Rajoy se mantuvieron tranquilas, fijas en su posición, entrecruzadas, lo que transmite firmeza aunque al principio sus pies se movían por la intranquilidad. Los movimientos de sus brazos fueron proyectivos, curvos con la mano derecha. Interesante que utilizara esta mano, lo que indica que su verbalización fue principalmente racional, con gran capacidad de control de la situación. Esta verbalización se basó principalmente en datos, en hechos, pero no emocionales, sino mayoritariamente racionales. El tono de voz pausado, mantener la mirada directa a Pedro Sánchez y el cuerpo inclinado hacia delante, reflejó proactividad, involucración en su mensaje y claridad de ideas.
Le costó subir el tono. Pero cuando llegó el momento más tenso , las acucasiones del líder de la oposición por el asunto de la corrupción, tuvo que hacerlo para poder frenar el ataque del socialista. Esto le molestó y le generó incomodidad, algo que no debió dejar que le influyera.
Demasiadas interrupciones y nerviosismo
Pedro Sánchez vistió un traje chaqueta azul, lo que impuso formalidad al debate, repitiendo el tono azul –color que psicológicamente se relaciona con seguridad– y la corbata corporativa sobre camisa blanca –que refleja transparencia y limpieza–. El líder de la oposición sabía que el debate era decisivo, por lo que no dejó nada al azar. Su comunicación, tanto verbal como no verbal, fue muy preparada; utilizó mucho las interrupciones y habló en paralelo para intentar restar fuerza a la comunicación de Mariano Rajoy, por lo que el moderador tuvo que llamarle la atención. Sánchez se mostró seguro, mirando de forma más directa a cámara, con un tono serio y con declaraciones directas, aunque continúa con una verbalización excesivamente rápida, lo que frenó la comprensión de su mensaje y reflejó nerviosismo. Cuando no le agradaba lo que escuchaba, tragó saliva, desviaba la mirada hacia la izquierda y reposicionó sus piernas, entrecruzándolas por los tobillos. Durante todo el debate miró de reojo sus apuntes, en ocasiones de forma excesiva. Los movimientos de sus brazos fueron bruscos, rápidos y señalando en muchas ocasiones con el dedo índice, con una intención de increpar o amonestar. El lado derecho de su cuerpo dominó, mostrando racionalidad y control. Utilizó la técnica del «disco rayado» en varias ocasiones, repitiendo de forma sistemática y recurrente sus mensajes clave. Usó gráficos y materiales impresos de forma positiva, copiando las herramientas que usó con él Albert Rivera en el debate a cuatro.
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