Elecciones catalanas
La fuga de votos del PSOE a Ciudadanos se duplica desde las elecciones catalanas
Desde las catalanas, los votantes del PSOE que declaran que apoyarán a Ciudadanos se han duplicado: de 448.000 a 847.000.
Desde las catalanas, los votantes del PSOE que declaran que apoyarán a Ciudadanos se han duplicado: de 448.000 a 847.000. González sale a rescatar a Sánchez mientras en el PSOE arrecian las críticas por fiar todo al «cara a cara» con Rajoy.
Ciudadanos ha ido mordiendo cada vez más al PSOE: del 5,2 por ciento de abril al 12,1 del mes pasado, lo que representa incrementar el trasvase de 364.000 a 847.000 votos. La evolución de las encuestas confirma que a partir de las elecciones catalanas, en las que el partido de Albert Rivera obtuvo un extraordinario resultado, se ha ido produciendo un cambio de tendencia en el comportamiento del votante socialista. Y de mirar principalmente a Podemos como alternativa, ha ido consolidándose una creciente fuga de votos a Ciudadanos, al calor de la luna de miel que el partido naranja inauguró con el hito de conseguir ser la segunda fuerza más votada en las autonómicas catalanas del 27 de septiembre.
Los datos comparados de la evolución del voto socialista desviado a Ciudadanos y a Podemos, según los barómetros del CIS, son muy significativos.
Desde octubre hasta este mes, el trasvase de votos se ha duplicado. Del 6,4 por ciento que había entonces, al 12,1 por ciento que se detecta en la actualidad. Esto supone pasar de la captura por parte de Rivera de 448.000 papeletas socialistas, en la radiografía demoscópica de hace dos meses, a que ahora la transferencia se eleve hasta las 847.000 papeletas.
En cuanto al trasvase a la formación de Pablo Iglesias parece que tocó techo en octubre, en el 12 por ciento, porque en diciembre ha bajado hasta el 10 por ciento. Es decir, de los 840.000 a los 700.000 votos. Pero si le sumamos las «mareas» a las que se habrían ido en diciembre un 7,3% de votantes socialistas (511.000), Podemos sigue siendo el refugio favorito de los de la rosa.
En el barómetro del CIS de julio, los votos socialistas que se iban a Ciudadanos suponían sólo el 3,3 por ciento (231.000), mientras que la fuga a Podemos se elevaba hasta el 16,4 por ciento (más de un millón de votantes). Y en abril, la proporción era bastante parecida. Sánchez perdía en favor de Rivera un 4,5 por ciento de votos, y un 15,3 por ciento de sus votantes se inclinaban a favor de Pablo Iglesias. Los «trackings» de última hora apuntan, por cierto, que el partido de Iglesias mejora posiciones en el arranque de la campaña electoral, mientras que Ciudadanos y PSOE pierden apoyos ligeramente. Pero las diferencias entre los tres son tan pequeñas que todo queda abierto de cara al 20-D en la pugna por la segunda posición.
En este contexto, todas las alarmas del PSOE están encendidas y en el principal partido de la oposición asumen que su candidato se juega mucho más que el del PP, Mariano Rajoy, en el debate del lunes. Después del lance a cuatro, organizado por Atresmedia, del que salió «tocado», el líder socialista ha revisado su estrategia y ha reforzado el discurso dirigido a ganarse el voto útil. Su «cara a cara» con Rajoy es su última oportunidad para dar la vuelta a un escenario en el que la opinión publicada ha coincidido en señalarle como el más débil y al que más difícil le está resultando encontrar su sitio en la lucha con Podemos y C’s por el voto del cambio.
La citada evolución de las encuestas internas confirma que la pugna por el segundo puesto está en desarrollo, y su resultado determinará quién tiene la llave para decidir si sigue en el poder el centro derecha y se respeta a la lista más votada o si hay margen para un giro a la izquierda. Hasta ahora, por cierto, el debate se está centrando en sumar los escaños de las previsiones que apuntan los sondeos para ver en qué lado estaría la mayoría absoluta, pero lo cierto es que ésta no es necesaria para investir al próximo presidente. Al candidato le valdría con tener más «síes» que «noes», y se impondría previsiblemente la abstención de la mayoría de los grupos en favor de un candidato distinto a Rajoy, aunque sea el más votado, si se diera ese escenario.
Sánchez tiene que lidiar con una coyuntura que sopla en contra, pero también con las presiones de los que desde dentro del PSOE cuestionan su liderazgo. Y a esto se añade la carga del daño en la credibilidad que dejó al partido en herencia el Gobierno de Zapatero, y que todavía no han superado. A su favor cuenta con las encuestas que le mantienen segundo.
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