Coronavirus

Sobre la desescalada: unos indicadores mejorables

La decisión de acotar a la Atención Primaria la detección de todos los casos sospechosos implica un cierto desconocimiento sobre cómo funciona el sistema sanitario

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, en el Congreso de los Diputados
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, en el Congreso de los DiputadosBallesterosEFE

Hemos conocido la decisión del Ministerio de Sanidad acerca de qué territorios pasan de fase. El área metropolitana de Barcelona, gran parte de Castilla y León y la Comunidad de Madrid permanecen en la fase cero. El mundo científico se alimenta y promueve el conocimiento. En lo referente a la Pandemia por el virus SARS-Cov2, este conocimiento es libre. Total transparencia.

La epidemiología es una ciencia. Y la salud pública es un concepto transversal que implica a todas las administraciones públicas y a la sociedad. Algo coherente con el propio concepto de salud, definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS): «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». La propia OMS, en su última actualización, pone en el mismo plano de importancia en el período de desescalamiento, la infección por el virus, las causas indirectas sanitarias de la catástrofe y las consecuencias sanitarias en el corto, medio y largo plazo consecuencia de la grave crisis económica que origina.

En palabras de Anthony Faucy, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, con un grado de aprobación del 70% en la población: «Nunca he pensado en mí como la última y definitiva voz. Soy un científico, un médico y un funcionario de salud pública. Doy mis consejos sobre la mejor evidencia científica. Yo no doy consejos de economía».

Dada la controversia que ha generado, analicemos desde la transparencia conocida, el rigor técnico y la metodología. Y quizá se pueda llegar a acuerdos. Algo fundamental, porque la incertidumbre y el riesgo van a convivir con nosotros unos cuantos meses. Se intenta aplicar el principio de precaución, algo vital en la gestión de cualquier crisis. En este caso, con la primera pandemia en 100 años. Dados los precedentes recientes con sus consecuencias, este principio se ve más condicionado aún. Algo comprensible, pero con otro tipo de consecuencias.

La desescalada consiste en el intento de pasar de una fase de confinamiento, muy dura, y con excelentes resultados, a una de rastreo o precisión. Es decir, intentar detectar posibles nuevos brotes de forma precoz. Y se hace sin experiencia previa ni evidencia conocida. La única visión aplicada es epidemiológica, y sólo en torno a la infección por el virus. A partir de ahí, hay una serie de criterios de desescalada, por definición arbitrarios, publicados en la página web del Ministerio de Sanidad. Los primeros hacen referencia a la transmisión. Ninguna de las variables recogidas en este apartado discrimina si es nuevo contagio o PCR o sospecha/alta sospecha realizada a un contagio previo que comienza con síntomas, incluso semanas después. Sería interesante confirmarlo. El segundo grupo de criterios hace referencia a la gravedad.

Ninguno aporta datos sobre nuevos contagios. Los pacientes desgraciadamente fallecidos o que ingresan en una unidad de críticos están relacionados en su inmensa mayoría con la «fase de pico de la pandemia». El tercer grupo de indicadores intentan medir la capacidad del sistema sanitario para responder. Las ratios de camas de UCI o de hospitalización planteadas como reserva de cama implican que ninguna comunidad cumple ahora, ni nunca. Es de primero de gestión. Si se refieren a la posible capacidad de respuesta y expansión, demostrada, todas cumplen. La respuesta al pico de la pandemia la realizó, con decisión y sin miedo, «todo el sistema», no unaparte.

El hecho de que se acote a una parte, en este caso, Atención Primaria, la detección de «todos» los casos sospechosos implica un cierto desconocimiento de cómo funciona el sistema sanitario. Debe participar, porque ya lo hace, todo el sistema sanitario. Comparto el refuerzo de los dispositivos de salud pública. Añado, tendrían información «on line» con el dato del aumento de número de llamadas al 112/061 y consultas en los servicios de urgencias, como propuso alguna comunidad, y como ocurrió en febrero y primeros de marzo. En esos escenarios no hay noches, festivos ni puentes. En definitiva, es objetivo que estos indicadores/criterios de desescalada son mejorables. Y esto facilitaría la metodología para el acuerdo.

Teniendo lo anterior en cuenta y retomando «todos los factores», que afectan a muchos sectores de la sociedad, muchos de ellos personas humildes, ya desesperadas, muchas también vulnerables, es objetivo que ahora sí estamos más preparados, desde muchos puntos de vista. El tránsito que toca recorrer estos meses es tremendamente complejo en cualquier caso. Responsabilidad, distancia física, higiene, métodos de barrera y detección precoz de brotes, van ser prioritarios estemos en la fase que estemos. Y respeto al virus, que no miedo. El miedo paraliza y corrompe. El confinamiento, desde el enorme sacrificio de los españoles, ya arrastra secuelas que afectan a la salud, que también deben considerarse y generan más complejidad. No añadamos frustración no plenamente justificada desde un supuesto rigor no objetivable. Eso no nos va a ayudar.