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La (re) reconquista de Abascal

Arranca en Covadonga para rememorar el espíritu de Don Pelayo frente a los «traidores» que han sumido a España en la «decadencia».

El presidente de Vox, Santiago Abascal
El presidente de Vox, Santiago Abascallarazon

Arranca en Covadonga para rememorar el espíritu de Don Pelayo frente a los «traidores» que han sumido a España en la «decadencia».

No hay diferencia en el uso que Vox hace de la historia de España con el que hacen los nacionalistas catalanes. Todos la retuercen a su conveniencia para que encaje con su discurso político. Confunden historia con mitología y usan conceptos equívocos, supuestos mártires, hechos milagrosos que demuestran la esencia racial, caen en el victimismo, aluden a las virtudes del verdadero pueblo frente a la traición y cobardía de los dirigentes, simplifican e inventan. No es patriotismo, ni reivindicación de nuestra Historia. Es una manipulación clásica de manual de tácticas de comunicación política.

Vox es una opción nacional-populista que toma referentes míticos para justificar su retórica y comportamiento. El protocolo es adoptar un personaje histórico como símbolo, un acontecimiento como hecho fundacional, y utilizar unos conceptos acordes con el relato histórico, como el de «Reconquista», para construir un discurso político. Es más: dicho término ya lo utilizaron con éxito en la campaña electoral andaluza de diciembre de 2018.

El concepto político de «Reconquista» combina la referencia histórica nacionalista, identitaria, de resistencia, con el sentimiento de que la patria está invadida. A esto, el término añade una misión histórica: la recuperación, que invita a la acción; eso sí, con una buena carga victimista.

Desde que Abascal tomó las riendas del partido en 2015, Vox asumió la idea nacionalista de Gustavo Bueno contada en «España no es un mito» (2005). El razonamiento es ontológico: la nación española se inició con Roma, que le confirió unidad y ser, y fraguó su identidad en la Reconquista.

Esa personalidad cristiana e imperial surgió entre el 711 y 1492, dicen, a partir de la cual surgieron los mejores hombres con las virtudes de la raza. Era un Volkgeist, un espíritu de pueblo capaz de civilizar, pero caído en decadencia por culpa de sus enemigos.

Vox transmite que España tiene tres amenazas: el feminismo de la ideología de género, el multiculturalismo alentado por la UE y el independentismo que generan las autonomías. A partir de aquí hay un reparto de arquetipos tan antiguos como la tragedia griega. A esas «desgracias» que empujan a la «decadencia» se suma un colaborador necesario, las izquierdas, que sería el «traidor», y un «cobarde», el PP. El «salvador», el vertebrador de esa España deshecha por los que interfieren con el concepto de unidad, es Vox.

La alusión a Covadonga y a Don Pelayo, lugar y nombre que ya utilizaron para la campaña en 2015, tiene el objetivo de equiparar una España visigoda corrupta y débil, abandonada por traidores y cobardes, con la España democrática actual. «En Vox –escribió Abascal en 2015 y repite ahora– estamos orgullosos del ejemplo de aquellos antepasados guerreros», que como los voxistas, quieren «reconquistar» la patria echada a perder por sus enemigos interiores y exteriores.

Este recurso retórico fácil y hueco ya se utilizó en el siglo XIX, el del romanticismo, momento sentimental que muchas veces dio la espalda a la razón, y casi siempre con funestos resultados.