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La corrupción expulsa al ex president
El PDeCAT fuerza su dimisión una semana antes de que se conozca la condena a ex miembros de Convèrgencia por el «saqueo» del Palau. Neus Munté podría ser la nueva presidenta.
El PDeCAT fuerza su dimisión una semana antes de que se conozca la condena a ex miembros de Convèrgencia por el «saqueo» del Palau. Neus Munté podría ser la nueva presidenta.
Fiel a su estilo mesiánico, Artur Mas presentó a la ejecutiva de su partido su dimisión «firme e irrevocable» como presidente del PDeCAT. Él, que por dos veces ha sido presidente de la Generalitat dio «un nuevo paso al lado», aunque se siente comprometido con el proyecto de Junts per Catalunya y el PDeCAT porque «940.000 votantes son ya una gran base para solidificar y consolidar este proyecto». Puso todas las excusas para justificar su dimisión –9-N, 1-O y Tribunal de Cuentas–, y se vanaglorió de sus resultados electorales porque siempre ha puesto «por delante al país, luego al partido, y por último a la persona». Sin embargo, Artur Mas ocultó el principal motivo de su dimisión. La corrupción de CDC que tendrá sentencia el próximo lunes en el «caso Palau». Un motivo esgrimido por la dirección de su partido, el PDeCAT, que le comunicó su voluntad de que dimitiera porque no quería «implicar al PDeCAT en la corrupción de CDC». En el PDeCAT se esperaba esta decisión hace meses pero «nunca llegaba». Mas no era más que un jarrón chino en el PDeCAT porque no influía en Puigdemont, perdió el congreso, no consiguió imponer a su candidato, Jordi Turull, ni tan siquiera pudo imponer el nombre a la nueva formación y no contaba en los planes de futuro. Al final, a pesar de la resistencia, Artur Mas vuelve, por segunda vez en dos años, a «la papelera de la historia».
En la rueda de prensa justificó su renuncia para poder defenderse públicamente y facilitar el impulso de su partido porque «se necesita al frente a alguien con un margen de maniobra mayor». Fuentes del PDeCAT situaban ayer como sustituta al frente del partido a Neus Munté, vicepresidenta de la Generalitat con Mas y con Carles Puigdemont. Mas argumentó que tomaba esta decisión ahora, tras las elecciones y el referéndum del 1 de octubre, para evitar que fuera «malinterpretada». Según el sustituto de Jordi Pujol al frente de Convergència Democràtica, abandona la primera línea porque hay que «dejar espacios libres al partido», tras los resultados del 21-D y para afrontar el calendario judicial que se le avecina. La causa del 9-N que previsiblemente ratificará el Tribunal Supremo y será inhabilitado para desempeñar cargo público; el proceso del Tribunal de Cuentas por el que tiene embargados sus bienes, y la causa abierta sobre el 1-O. Artur Mas ha mentido o, al menos, no ha dicho toda la verdad. Según su propia versión tomó la decisión hace unos meses. Por eso, sorprende que el líder de los postconvergentes negara la causa mayor de su dimisión: la publicación de la sentencia del Tribunal Superior de Catalunya por el «caso Palau» que se hará pública el lunes.
Éste es el principal motivo de su dimisión, aunque no lo reconozca públicamente. Como publicó LA RAZÓN el pasado mes de septiembre, Marta Pascal le transmitió la decisión de la ejecutiva de que debería abandonar el partido cuando se hiciera pública la sentencia que tendrá una fuerte sanción económica que puede ascender a 6 millones de euros. Hoy el partido tiene embargadas 15 de sus sedes por esta supuesta financiación irregular realizada bajo la dirección de Artur Mas en CDC, el papel de la Fundación Trias Fargas, hoy CATDEM, y que apunta directamente al tesorero del partido, Daniel Osàcar, que antes de ocupar este puesto era el secretario particular del propio Artur Mas.
La nueva dirección encabezada por Marta Pascal y David Bonvehí quería poner tierra de por medio entre la «corrupción» de CDC y el nuevo PDeCAT. Por eso, sugirieron a Mas que dimitiera cuando la sentencia fuera publicada y que pidiera perdón públicamente. Mas se comprometió a analizar la petición. Ayer presentó la dimisión como presidente del PDeCAT, pero en ningún momento pidió disculpas por una sentencia que, en su partido, no dudan contundente. Ayer, de hecho, tiró balones fuera sobre esta cuestión y afirmó que por el «caso Palau» «no me han llamado ni como testigo». A pesar de su digna compostura, deja la política por la puerta de atrás. En plena vorágine de negociación con ERC, Junts per Catalunya y el PDeCAT querían soltar lastre para minimizar el impacto de la sentencia que se conocerá el lunes. «Impacto tendrá, pero Mas ya no está, aunque haya costado que se marche», apuntaba un dirigente del partido nacionalista con respecto al que se consideró durante años «el timonel del pueblo catalán».
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