Elecciones generales
El «engaño» de PSOE y C’s: necesitan a los secesionistas para gobernar
El bloqueo de la izquierda obliga a Sánchez a granjearse la abstención de los soberanistas.
El bloqueo de la izquierda obliga a Sánchez a granjearse la abstención de los soberanistas.
Si algo une a Pedro Sánchez y a Albert Rivera, además del pacto rubricado entre sus formaciones, es su nula intención de hacer descansar el Gobierno en los partidos de corte independentista. El líder de Ciudadanos, debido a una profunda vocación que pasa por sus más de diez años en la política catalana, y el socialista –además de por convicción–, por obligación de su Comité Federal, que le impide alcanzar cualquier tipo de entendimiento con formaciones que no defiendan la integridad de España. Así las cosas, podría parecer que el tándem formado por ambos partidos no buscará como primera opción la abstención de los secesionistas; sin embargo, este sentido del voto es el único que puede hacerlos llegar a La Moncloa, si consiguen primero la abstención de Podemos. Que la formación de Pablo Iglesias –65 diputados– abandone su negativa a facilitar la investidura de Sánchez es el paso previo indispensable para que las opciones presidenciales de éste vuelvan a operar y fructifiquen.
Los 131 diputados a su favor (PSOE, Ciudadanos y Coalición Canaria) de los que hace gala el líder del PSOE se tornan insuficientes para impulsar una mayoría de gobierno. El principal escollo para los socialistas es que su inalterable alianza con Rivera cierra la puerta del entendimiento con la izquierda. No en vano, Sánchez se ha negado a volver a la mesa a cuatro si los impulsores de esta reunión –en este caso, Podemos– vetan a C’s. Con la calculadora en la mano, el PSOE parte con los 123 «noes» del PP y con los dos de Bildu. Si a ello le sumamos la obligación de rechazar los apoyos de los independentistas, que suman 17 diputados –8 de Democracia y Libertad y 9 de ERC–, el líder socialista partiría con 142 votos en contra. Para lograr vencer la balanza de su lado, necesitaría obligatoriamente granjearse el apoyo de Podemos, una empresa que parece improbable a día de hoy. Por ello, ayer el secretario general socialista pidió a Iglesias que «participe en el cambio o deje de bloquearlo, porque España necesita un Gobierno cuanto antes». Esta llamada a que Podemos abandone el «no» y se abone a la tesis de la abstención choca con la aritmética parlamentaria, ya que si Sánchez cuenta con la negativa del PP y los independentistas –como exige el Comité Federal– los números no cuadran. Y no cuadran porque Sánchez necesitaría el voto positivo de Izquierda Unidad-Unidad Popular, Compromís y PNV, que vetan la presencia de Ciudadanos en su ronda negociadora con el PSOE. Una presencia que será «conjunta», según aseguró Sánchez.
De poco sirvió que Sánchez pusiera a su equipo negociador a buscar las 140 medidas –de las 200 que incluye el acuerdo con Ciudadanos– que comparten con la izquierda. Para partidos como IU-Unidad Popular y Compromís, la idea de coexistir con un partido de derechas, aunque sólo sea sobre el papel es motivo de un rechazo visceral. Tampoco el PNV está dispuesto a avalar el pacto con Rivera, contrario a todo el autogobierno vasco que Aitor Esteban pueda arañarle a un Ejecutivo socialista. Por ello, no parece que los doce diputados que suman estas formaciones se adhieran a la alianza con Ciudadanos y, si estas fuerzas mantienen sus posiciones, los independentistas serán decisivos. A Sánchez no le vale, siquiera, con que se abstengan, necesita que Garzón, Esteban y Baldoví promuevan el voto positivo entre sus filas para lograr sortear la soga de los soberanistas.
La idea de que los independentistas se abstengan, no por rechazada se ha dejado de lado en el PSOE. El sector catalán de los socialistas tanteó la opción de que tanto ERC como Democracia y Libertad se ausentaran de sus escaños durante la segunda votación de investidura. Una tesis que tanto convergentes como republicanos estuvieron sopesando, aunque la desecharon. A cambio, el PSOE les ofrecía mejorar la financiación y un nuevo Estatuto de Cataluña.
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