PP
El PP necesita recuperar el 10% de los votos de la abstención o de C’s
Si logra que vuelvan a votarle ese porcentaje de aquí al 26-J, el partido de Rajoy subiría su expectativa de voto al 31,6%.
Si logra que vuelvan a votarle ese porcentaje de aquí al 26-J, el partido de Rajoy subiría su expectativa de voto al 31,6%.
Los partidos pulen sus estrategias para las elecciones del 26 de junio más a ciegas de lo que acostumbran a moverse ante un contexto electoral. Los sondeos y las previsiones demoscópicas son más que nunca puestos en cuarentena por la excepcionalidad del contexto político en el que se libra esta batalla electoral. Ahora bien, hay coincidencia en que la abstención y la movilización del voto útil pueden determinar hacia dónde se inclina la balanza de una campaña que tanto a PP como a Podemos les interesa que esté polarizada.
En las elecciones generales del 20-D los populares obtuvieron 7.237.000 votos frente a los 10.867.000 de las elecciones de 2011. La diferencia fue de 3.630.000 votos. La inmensa mayoría de estos votantes que dejaron de votar al PP marcharon a Ciudadanos y a la abstención. Concretamente, 1,8 millones al partido de Albert Rivera y 1,6 millones a la abstención.
La fuga de votantes al partido naranja representó el 17 por ciento de la base electoral popular y el que se quedó en casa el 14,7 por ciento. En el tracking de NC Report para LA RAZÓN del 9 de mayo el PP podría alcanzar el 30,2 por ciento del voto válido. Si consigue recuperar de aquí al 26-J tan solo el 10 por ciento del voto que perdió el 20-D por la abstención o por el traspaso a Ciudadanos subiría su expectativa de voto al 31,6 por ciento. Si recupera el 20 por ciento, alcanzaría el 32,8 por ciento. Si lo recuperado representara el 30 por ciento, escalaría hasta el 34 por ciento. Y así sucesivamente hasta alcanzar el 42,2 por ciento de los votos si recuperase el cien por cien de esas pérdidas del 20-D. Hay que tener en cuenta que si se toma como referencia el recuerdo de voto del 20-D, las dos principales fugas de votantes de los de Albert Rivera tienen como destino la abstención y el PP. Hasta 406.000 y 223.000 votantes, respectivamente, pierden por estos dos conceptos. Y esto supone el 11,6 por ciento y el 6,3 por ciento del caudal electoral de Ciudadanos del 20-D.
Este dato también es cualitativamente importante, ya que Ciudadanos trasvasa al PP más votos que los que recibe de los populares. Hasta 223.000 votantes de Rivera se pasan a Rajoy, frente a los 200.000 de Rajoy que se unen a Rivera.
Estas cifras explican la estrategia del PP de presentarse como el único muro capaz de frenar a Podemos después de que Albert Rivera pactara con el PSOE un acuerdo de investidura de Pedro Sánchez, que resultó fallido porque no consiguió los apoyos parlamentarios necesarios. De hecho, la instrucción que se está dando desde Génova a sus cargos públicos es que tienen que apuntalar el discurso que ponga en evidencia las contradicciones en las que sus adversarios, sobre todo Ciudadanos, han incurrido en los meses transcurridos desde los comicios de diciembre. En esa estrategia, habrá un reparto de papeles y no será Rajoy el que golpee más fuerte contra la figura de Rivera. Ahora bien, todo el partido peleará por dinamitar la imagen de centrista con la que el líder de Ciudadanos se presentó a las pasadas elecciones y con la que sigue buscando identificarse después de su pacto con el PSOE. En el otro lado, Podemos-IU centrarán toda su artillería en el mensaje de que son la única salida para «cambiar España», lo que es lo mismo que «para sacar al PP del Gobierno». Y ahí entra en juego su presión al PSOE para ir en listas conjuntas al Senado. Ese frente anti-PP puede ayudar a su vez a los de Rajoy a movilizar a su electorado con el discurso del miedo a un Gobierno «radical y extremista». Y en ese punto tienen que encontrar un sitio el PSOE y Ciudadanos. Entre los estrategas electorales hay coincidencia en señalar que el partido de Rivera es el que tiene más difícil recomponer su posición y su discurso en la nueva campaña que se les ha echado encima. En contra tiene las modulaciones que ha ido haciendo y que eran válidas para la etapa de la negociación, pero que en el nuevo contexto pueden perder vigencia si la campaña se convierte en una elección entre derecha e izquierda. De hecho, la coalición de Pablo Iglesias con Alberto Garzón ha anulado de raíz algunos de los mantras que levantaron en la anterior campaña los partidos emergentes, empezando por Podemos. Ya es muy difícil sostener ante el electorado que aquí lo que se juega es la lucha entre lo nuevo y lo viejo o de los de abajo contra la casta.
La lógica ha cambiado y eso afectará también a la abstención y al voto que recibieron los nuevos partidos.
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