Elecciones generales
El PP ya ha captado 341.000 de los votos que el 20-D se fugaron a C’s
Los sufragios de Rajoy que pasan a la formación de Rivera llegan a los 198.000
Los sufragios de Rajoy que pasan a la formación de Rivera llegan a los 198.000
Los dos estudios de campo realizados por NC Report para LA RAZÓN durante la segunda quincena del mes de mayo confirman que el PP ha empezado a recuperar votantes de Ciudadanos. La fuga de voto es menor que la que se produce por parte del partido de Albert Rivera en favor de los populares. En la recta final de la campaña, el principal problema para el PP sigue estando en la abstención. De hecho, en Génova son conscientes de que uno de los riesgos a los que se enfrentan es que ésta pueda ser aún mayor de la prevista, lo cual deja margen para que el resultado sea absolutamente impredecible. La coalición de Unidos Podemos no sólo puede perjudicar al PSOE, sino que en el reparto de restos también puede alejar la mayoría absoluta del bloque de centro-derecha. En principio, la teoría dice que una menor participación, con un electorado del PP que se mantiene fiel, a quien menos puede dañar es al partido de Mariano Rajoy. Pero en el cuartel general de Rajoy se tientan la ropa: si la abstención sube mucho más de lo previsto, todo puede ocurrir. En la cúpula popular manejan buenos datos que confirman su tendencia al alza. Pero también atienden a los sondeos que apuntan que la suma de PSOE y Podemos se acerca a la mayoría absoluta, si bien Unidos Podemos engorda su ventaja en votos con el PSOE pero no logra superarle en escaños.
Y justo los datos de la encuesta de NC Report confirman que la abstención se sitúa en máximos históricos, registrando la menor concurrencia a las urnas desde el inicio de la etapa democrática. Tan sólo el 63,5 por ciento acudiría a votar, lo que supone más de seis puntos por encima de la abstención que hubo en las elecciones del 20-D. Entonces ya se registró el cuarto porcentaje más bajo de participación en unas elecciones generales, con el 69,7 por ciento. Hasta entonces los más bajos habían sido los de 1978, con el 68 por ciento, y los de 2000 y 2011 con el 68,7 por ciento y el 68,9 por ciento. El PP sigue siendo el partido que mayor porcentaje de votantes propios del 20-D conserva, con el 87,1 por ciento del total de votos recibidos el 20-D. En esta radiografía electoral de las últimas dos semanas de mayo, el PP cede a la abstención 571.000 votantes, y a Ciudadanos 198.000. Estas dos fugas de votos representan el 7,9 por ciento y el 2,7 por ciento, respectivamente, de sus votos del 20-D. Mientras que en el caso del partido de Albert Rivera la fuga de votos a la abstención y al PP está mucho más equilibrada, pero supera los 300.000 votantes. En concreto, 341.000 votantes de Rivera pasan a apoyar a Rajoy, frente a los 198.000 de Rajoy que se unen a la formación naranja. El comité de campaña del PP colocó desde el primer momento como sus dos principales objetivos recuperar votantes de la abstención y de Ciudadanos. Para ello han construido un relato electoral dirigido a polarizar la campaña entre Podemos y ellos. Una estrategia que quieren que sirva de instrumento para aglutinar el voto útil alrededor de sus siglas bajo el mensaje de que el 26-J sólo hay dos opciones de gobierno, la del PP o una coalición «radical de izquierdas». Rajoy tiene a su favor que en estas elecciones, como ya ocurrió en diciembre, no hay incertidumbre sobre el ganador, y que los cuatro meses de negociaciones postelectorales han servido para que todos los partidos se retraten en el tablero de las posibles alianzas. Sus estrategas electorales sostienen que en estos comicios ya no se trata sólo de elegir a tu representante, sino también los pactos que ello implica. Y de ahí la insistencia en el argumentario de campaña del PP en la idea de que no hay otra alternativa a ellos que no pase por contar con Unidos-Podemos, porque como ya ocurrió tras el 20-D, PSOE y Ciudadanos no van a sumar para formar un Gobierno alternativo. Rajoy confía en que el 26-J se imponga el voto racional, y ahí enmarca una campaña en positivo, basada en ese «sentido común» que ha convertido en mantra, y en erigirse como el representante de la estabilidad y de la moderación. Es una campaña conservadora, y en la que en el PP barajan que tan sólo un margen de cuatro o cinco escaños arriba o abajo es el que puede romper el equilibrio entre los dos bloques.
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