Política
Pedro Sánchez, el presidente por un día
Sánchez centra su mensaje a Podemos en una moción al PP: «O no hacer nada y dejar que gobierne Rajoy o apostar por el diálogo».
Sánchez centra su mensaje a Podemos en una moción al PP: «O no hacer nada y dejar que gobierne Rajoy o apostar por el diálogo». Análisis político de Andrés Bartolomé y Juan Manuel Rallo.
Un día histórico para romper con la tradición. Es la primera vez en democracia que el líder del segundo partido más votado sube a la tribuna del Congreso para pedir la confianza de la Cámara con sólo 90 diputados. También es inédito que quien asume esa responsabilidad, lo haga sin la certeza de contar con una mayoría a su favor para conseguirlo. Con esa pesada carga descendió ayer el candidato Pedro Sánchez desde su escaño en la bancada socialista.
El líder del PSOE apuró la mañana en su despacho de Ferraz preparando el discurso. «Es un gran honor vivir un momento como este», escribió en su cuenta de Twitter. Un honor que puede convertirse en dudoso si, como todo apunta, su investidura encalla en la orilla izquierda del hemiciclo.
Sánchez asumió su particular «supermartes». Se embarcó en un monólogo que se extendió más de lo previsto y que en demasiados momentos recaló en lugares comunes y de contenido moral, que descolocaron incluso a los eruditos diputados de Podemos. Sin embargo, no se salió del guión previsto: una acérrima defensa del programa rubricado con Ciudadanos, una llamada constante al entendimiento entre las fuerzas de izquierda y una enmienda a la totalidad a la legislatura anterior.
El líder socialista se postuló como la única alternativa real a Mariano Rajoy. «O yo o el caos», porque el único vehículo para cumplir el mandato del cambio que dieron los españoles con su voto el pasado 20-D es «abandonar las políticas de Rajoy y del PP». Con esta afirmación, Sánchez barría de un plumazo la opción abstencionista de los populares –que persigue Albert Rivera– y que facilitaría su incierta llegada a La Moncloa. «Con el PP no podemos promover un cambio de Gobierno y, mucho menos, un Gobierno de cambio», señaló. El líder socialista no realizó ningún guiño al PP, sólo le mostró su mano tendida en los grandes asuntos de Estado: la integridad territorial, la reforma constitucional y la unidad frente al terrorismo. «Si la mayoría de los españoles y diputados de esta Cámara quiere un cambio de Gobierno, ¿por qué no llevarlo adelante?», se preguntó, al tiempo que apremiaba a elegir entre dos alternativas: «O no hacer nada y dejar a Rajoy y su Gobierno en funciones durante los próximos meses o apostar por un cambio nacido del diálogo».
Sin embargo, en la ecuación exclusiva que propone el PSOE falta una variable, la que la haga resoluble. Sánchez reconoció que sus 90 diputados son insuficientes para «gobernar en solitario» y llamó al resto de fuerzas a realizar un «mestizaje ideológico», superando las diferencias entre formaciones, para alumbrar un Ejecutivo de consenso, capaz de impulsar la reformas que requieren los españoles. «En esta hora es crucial para quienes tenemos diferentes ideas, comprometernos en una causa común: nuestra patria, España», destacó. La «x» del Gobierno de Sánchez es la formación de Pablo Iglesias, a quien el socialista acusó de haber creado falsas expectativas porque «no hay mayoría suficiente en este Parlamento para sumar un Gobierno de izquierdas. No suma. La izquierda no ha conseguido en estas elecciones el número de diputados suficiente para conformar un Gobierno de un único color político», destacó.
La insuficiencia del bloque de izquierdas también es extrapolable al acuerdo rubricado con Ciudadanos, una «evidencia» que Sánchez reconoció, aunque dotó al pacto de la entidad de «indispensable» como «principio de la solución». El candidato socialista agradeció «la valentía y el coraje» de la formación de Albert Rivera y de los socialistas –momento en el que Iglesias, Errejón e Irene Montero aplaudieron con ironía– que teniendo ideologías y programas diametralmente distintos fueron capaces de dejar a un lado las diferencias para focalizarse en los puntos en común. Fruto de este entendimiento, que Sánchez espera hacer extensible a otras formaciones, surge el acuerdo con el que el líder socialista concurre a la investidura, un proyecto que el candidato se ocupó de detallar y defender. El documento se incardina dentro del diagnóstico de cinco desafíos: el empleo, la lucha contra la desigualdad, la defensa del Estado del Bienestar, el impulso a la regeneración democrática, el espacio de España en Europa y la integridad territorial.
Sánchez desglosó todas y cada una de sus propuestas estrella, más de un centenar de medidas dirigidas a retratar a la izquierda. Un Plan de Emergencia Social, un Ingreso Mínimo Vital, la lucha contra la pobreza energética, eliminar los aforamientos o incrementar las medidas contra la corrupción. Un ambicioso catálogo de políticas sociales y de regeneración que trasladen la responsabiliad de frenar el cambio a Podemos, sus confluencias e IU, en caso de que no apoyen la investidura del PSOE. Sánchez emplazó a Podemos a «ponerlo todo en marcha a partir de la próxima semana», una coletilla improvisada –pues no estaba recogida en su discurso– que utilizó en numerosas ocasiones para trasladar la presión a sus socios de la izquierda. «Entiendo que a ustedes –por el PP– no les gusten estas medidas, lo que no comprendo es por qué otros no las apoyan», destacó. En la enumeración de los compromisos asumidos con Rivera, Sánchez obvió pronunciar la supresión de las diputaciones, una medida que sí aparecía en el discurso que tenía previsto pronunciar. El líder socialista también se refirió a Cataluña y se comprometió a reactivar las comisiones bilaterales del Estado con la Generalitat y a cumplir alguna de las peticiones del Gobierno catalán como financiación en Dependencia, más presupuesto para empleo, derogar la reforma local, paralizar la Lomce y recuperar los fondos para el Programa de Desarrollo Rural.
A pesar de mantener un tono confiado en sus inciertas expectativas de convertirse en presidente a partir del viernes, Sánchez reconoció al final de su intervención que «el verdadero fracaso habría sido rechazar el ofrecimiento del jefe del Estado», un encargo que nunca entendió que «pudiera rehuir». El candidato socialista defendió que «estamos obligados al diálogo» y ha tendido la mano para construir un Gobierno de cambio, basado en los principios del bien general y el sentido común, que saque a España de «la situación de bloqueo en la que se encuentra» y «arranque a la velocidad que conjuntamente decidamos. Pero avanzando», concluyó.
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