Barcelona
La Agencia Europea del Medicamento, el proyecto que Colau y el Govern boicotearon
Comín y Colau han salido victoriosos de esta lid. Han ganado, aunque ahora disimularán. Su gestión ha sido contraproducente y nos deja en la marginación europea
Si alguien esperaba que la Agencia de Medicamento saliera de Gran Bretaña tras el Brexit y se alojara en una Barcelona en situación de inestabilidad política tras la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), esperaba en vano. Barcelona se queda sin la sede de la preciada Agencia
Si alguien esperaba que la Agencia de Medicamento saliera de Gran Bretaña tras el Brexit y se alojara en una Barcelona en situación de inestabilidad política tras la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), esperaba en vano. Barcelona se queda sin la sede de la preciada Agencia. El fuerte sector de laboratorios farmacéuticos asentados en Cataluña ha recibido un fuerte portazo a sus aspiraciones, y la Torre Agbar seguirá siendo un edificio fantasma.
A pesar del denodado esfuerzo de Dolors Montserrat, la ministra de Sanidad, y del que fuera teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, hasta hace unos días, la candidatura catalana nació herida de muerte y ha fallecido en la primera vuelta. Toni Comín, hoy residente en Bruselas y candidato por ERC en las próximas elecciones, apareció en muchas fotos de la promoción de la candidatura, pero poco más. Sus esfuerzos no se centraban en la Agencia, se centraban, y se centran, en un «procés» que está llevando a Barcelona, Cataluña y, también, a España a la ruina.
Tampoco Ada Colau creía en la Agencia. Los Comunes están contra la «comercialización de medicamentos» y consideraban que la llegada de la agencia produciría la «gentrificación» del Poble Nou, porque el desembarco del organismo internacional aumentaría los alquileres y el coste habitacional del barrio, expulsando a los actuales residentes. Sólo la denodada intervención de Collboni permitió que el Ayuntamiento apoyara la candidatura de Barcelona, pero, todo hay que decirlo, con escaso entusiasmo. Por eso no es de extrañar que la emblemática torre Agbar, otrora sede de la compañía de aguas, sea un edificio vacío. Primero se le negó el pan y la sal a los compradores que iban a habilitarlo como hotel de lujo porque el gobierno municipal está en contra de este turismo, y contra todos los turistas, a decir verdad. Luego un comprador lo situó como un local de oficinas y tras un sinfín de trabas el edificio está ahí sin actividad. Y seguirá sin tenerla porque el supositorio –así llamado por su forma fálica– se queda compuesto y sin novia, la Agencia del Medicamento.
Comín y Colau han salido victoriosos de esta lid. Han ganado, aunque ahora disimularán. Su gestión ha sido contraproducente y nos deja en la marginación europea. No se ha perdido porque la oferta fuera mala. Se ha perdido porque algunos juegan a desestabilizar jugando a independentistas y otros juegan a ser los adalides del fracaso de las inversiones, porque éstas, en sí mismas, son negativas, a su criterio. Carles Puigdemont, como ex presidente del Govern, inició el día equiparando el franquismo con España. O ha vivido en otro país o sus delirios empiezan a ser preocupantes. Envió un tuit a primera hora de la mañana, en su retiro belga, para ayudar a poner trabas a la Agencia. Ha tenido su victoria púnica. Como lo tuvo cuando declaró la independencia y vio salir en estampida a unos miles de empresas sin inmutarse.
Es más, Puigdemont, junto a Junqueras, dijeron aquella perogrullada de «se han ido 2.000 pero se quedan más de 200.000». Lo que no contaron en su mundo de mentiras y medias verdades es que Cataluña ha visto cómo de un plumazo se ha esfumado casi el 40% de su PIB. Y no volverán en mucho tiempo porque el «procés» ha puesto a Cataluña en el mapa de los territorios a evitar. Los inversores se lo piensan y sólo hay que ver el sinfín de proyectos que están paralizados, cuando no descartados. Y Barcelona, en otro tiempo, la joya de la corona se está empobreciendo por la gestión de la señora Colau, y sus efectos durarán años.
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