Cataluña

La estrategia de Rajoy para 2018: sin cambios en su equipo y con «calma» ante Cs

El presidente frena la presión para que mueva ficha tras el 21-D. Con la única pieza en el aire de Albiol, intentará que Cataluña no monopolice toda la agenda política. Pide tranquilidad al PP porque cree que los resultados no se pueden proyectar a nivel nacional.

Rivera y Rajoy conversan durante el desfile con motivo del día de la Fiesta Nacional del 12 de Octubre
Rivera y Rajoy conversan durante el desfile con motivo del día de la Fiesta Nacional del 12 de Octubrelarazon

El presidente frena la presión para que mueva ficha tras el 21-D. Con la única pieza en el aire de Albiol, intentará que Cataluña no monopolice toda la agenda política. Pide tranquilidad al PP porque cree que los resultados no se pueden proyectar a nivel nacional.

La «calma» es la respuesta con la que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, va a hacer frente a la crisis que le ha abierto el mal resultado cosechado por el PP catalán. La misma estrategia que en otras crisis anteriores. «Tranquilidad» frente a la inquietud en las filas de su partido. Y apuesta por el conservadurismo frente a quienes le reclaman cambios en su equipo y en su política. Rajoy ya ha vivido situaciones parecidas y no va a cambiar el guión con el que acostumbra a gestionar estos momentos de nerviosismo interno, sostienen fuentes de su entorno. «A posteriori es fácil hacer análisis, y ahora todos sabemos mucho. Nadie quería el artículo 155 y ahora resulta que el problema es que se ha aplicado durante muy poco tiempo. Bueno, Rajoy deja hablar, escucha, pero es mucho más difícil que se mueva», argumenta uno de sus colaboradores.

El jefe del Ejecutivo tiene dicho que a veces la más difícil de las decisiones es no tomar ninguna decisión. Y en Moncloa tienen claro que Cataluña no va a ser el desencadenante de ninguna crisis dentro del Gobierno ni en el equipo de partido con el que Rajoy ha gestionado la crisis catalana. La única duda es cuándo se materializará el relevo del líder de los populares catalanes, Xavier García Albiol, pero, de momento, la decisión de Rajoy es esperar, salvo que el dirigente catalán le obligase a revisar sus tiempos.

La tesis del presidente del Gobierno es que actuar en caliente sólo sirve para agravar los problemas o para agrandar la imagen de crisis. Cree también que los cambios en su Gobierno más que fortalecerle dan imagen de desgaste y, además, en la estrategia catalana hay tantas piezas implicadas que tampoco hay margen dentro de la lógica interna de partido para cargar la responsabilidad sólo sobre una de ellas y sin que el «número uno» asuma la suya. Por tanto, lo primero es ganar tiempo e intentar que Cataluña no monopolice todo el debate político. Esto último no depende de Rajoy ni de sus ministros, pero la cúpula popular considera que ahora le vendría bien que el discurso no estuviese sólo centrado en el desafío secesionista. La victoria electoral de Ciudadanos (Cs) ha debilitado su posición también en la proyección nacional de la gestión de este problema y en esa competencia con los de Albert Rivera, Rajoy tiene «unas hipotecas por estar en el Gobierno y tener que tomar decisiones que no atan a Ciudadanos».

Pero la agenda de las próximas semanas dificulta muchísimo este deseo de introducir otros temas en el debate que no sean la cuestión catalana, en la que la imagen que queda del PP es la del gran perdedor. El pronóstico que hacen en la cúpula popular es de que la situación tras el 21-D está en estado de «muy grave» ya que el problema de ingobernabilidad total que se puede ver en los próximos meses afecta a la política y a la economía de España.

Además, han sido «tantos los errores y los disparates» que se ha entrado en un terreno en el que ya no hay margen para la razón, y el desgarro dentro de Cataluña afecta también a la receptividad en el resto de España. «Tanta tensión dificulta emprender cualquier tipo de negociación. Además, son muy altas las posibilidades de que lo que salga será otro Gobierno con el que no se podrá negociar nada. Y los tribunales tienen que seguir actuando», reflexionan en el Ejecutivo de Rajoy.

En tanto que «lo que toca ahora es esperar a ver por dónde respiran los independentistas», el líder del PP ha optado por gestionar la convulsión interna que ha provocado en su partido el 21-D con llamamientos a la tranquilidad. La dirección popular tiene ante sí la dificultad de equilibrar dos intereses: el de mantener las apariencias en el acuerdo de investidura que les une a nivel nacional a Cs y, al mismo tiempo, aumentar su presión sobre el partido de Albert Rivera para intentar estrechar el espacio por el que éste sigue invadiendo el terreno electoral tradicional del PP. Que Rajoy no vaya a hacer cambios en su equipo ni en las líneas generales de su estrategia no quiere decir que no sea consciente de que el PP tiene un problema en su rivalidad con Cs. Sólo que no le otorga el alcance que le están dando «algunos» dentro del PP.

La tesis del presidente es que los resultados catalanes no se pueden proyectar a nivel nacional, y así se lo está trasladando a sus interlocutores en privado. Éste no es, por tanto, un mantra más del argumentario de partido para responder a la debacle del PP catalán, sino que el líder popular está convencido de que fuera de Cataluña el voto útil sigue jugando a favor de su formación y no de Cs. Y que las elecciones del 21-D eran tan excepcionales en todo, que «también han sido excepcionales en su resultado», explican las fuentes consultadas.

No obstante, Rajoy sabe que las alarmas están encendidas a nivel autonómico y municipal, hasta el punto de que dentro del partido se cuestionan elementos claves de la política en Cataluña como la gestión del artículo 155 o del referéndum ilegal, porque la información fallase, porque no se hallasen las urnas, como estaba previsto, o por la actuación policial el mismo día de la votación, por ejemplo. La preocupación es también máxima en lo que toca a la implantación del PP dentro del electorado menor de 30 años.

Rajoy ha comparecido esta mañana en La Moncloa para hacer balance del año con dos ideas fuerza: la buena marcha de la economía y que el diálogo debe seguir ajustándose al marco legal.