Política
«El complejo de lucir símbolos nacionales es realmente triste»
José Manuel García-Margallo, ministro de Exteriores. Declarado europeísta y firme defensor de la unidad de España, presume de haber sido diputado constituyente en el 78 y «el autor de la enmienda de la indivisibilidad» de la Constitución. «Que sorprenda una bandera de España en un mitin refleja carencias»
Entrevista a José Manuel García-Margallo, ministro de Exteriores. Declarado europeísta y firme defensor de la unidad de España, presume de haber sido diputado constituyente en el 78 y «el autor de la enmienda de la indivisibilidad» de la Constitución
Con los ecos del discurso del Rey sobre la unidad de España en el Parlamento Europeo y recién llegado de Estrasburgo, Margallo recibe a LA RAZÓN. «Felipe VI ha hecho una magnífica intervención, apelando a la necesidad de unos estados más fuertes y unidos. Pocas veces he visto en la Eurocámara un recibimiento tan entregado a un jefe de Estado». Muestra orgulloso la extensa biblioteca de su despacho, en la que destacan numerosos libros dedicados a Cataluña y a temas de política internacional, y a la que añadirá un volumen propio que se publicará en noviembre. En «Todos los cielos conducen a España. Cartas desde un avión» (Planeta) el ministro reflexiona sobre España y los grandes temas internacionales en unas misivas que encuentran su respuesta en ex presidentes de Gobierno y figuras de la política mundial.
–El Gobierno ha preparado este año una serie de actos especiales con motivo de la Fiesta Nacional. ¿Conseguirán acercar los símbolos nacionales a la calle?
–Ha habido momentos, como cuando ganó la selección española el Mundial de fútbol en los que era muy emocionante ver los colores de la bandera en las calles. Ha habido otros en los que el entusiasmo por los símbolos ha dejado mucho que desear. Esta misma semana los representantes de IU desplegaron unas banderas republicanas durante la intervención del Rey en el Parlamento Europeo. En los 17 años que trabajé allí no vi nunca que cuando hablara un Jefe de Estado los eurodiputados de su país hicieran gestos de reprobación. Como representante de la nación española merece respeto y mucho más de los diputados de esa nación, sean republicanos o monárquicos. Es una singularidad realmente triste.
–¿Ese cierto complejo se debe al desafecto de la izquierda por esos símbolos?
–En la izquierda sorprendió que Pedro Sánchez hiciese un discurso delante de la bandera nacional. Debería ser lo más corriente. No me imagino a un solo candidato en Estados Unidos, sea del partido que sea, que no se presente con la bandera nacional detrás. Que eso signifique algo novedoso o sorprendente dice que hay una carencia o un diferente amor y respeto a los símbolos que nos representan a todos.
–Ha sido uno de los ministros más activos para hacer frente al órdago independentista en Cataluña...
–Por supuesto.
-¿Por qué usted, siendo ministro de Exteriores, se ha implicado tanto?
–Estoy implicado en la unidad de España desde que entré en política, incluso antes de la muerte de Franco. Como español no puedo asistir impasible a un intento de desmantelación de la unidad nacional. Que sea ministro es accidental. Nunca se me ha ocurrido que tuviera que hacer un paréntesis en la defensa de la unidad de España por estar sentado en un Gobierno. Más bien al contrario, porque para serlo he jurado defender la Constitución y las leyes. Pero es que, además, en Cataluña el debate se centra en la viabilidad económica de una Cataluña independiente, y esa viabilidad depende de que el hipotético nuevo Estado sea reconocido por la ONU y por la UE; son dos aspectos que por oficio y competencia conozco bien. Creo que era mi obligación evitar que un discurso falso siguiese extendiéndose y dar voz a aquellos que creen que Cataluña está mucho mejor dentro de España, que aislada, fuera de la Unión Europea.
–Después de las críticas, ¿volvería a debatir con Junqueras?
–Sin la menor duda. No puedo permitir que se queden sin réplica argumentos que son falaces. Quien no baja al albero no corre el riesgo de ser corneado. No soy un político de salón.
–¿Cuál cree que es la solución a la cuestión catalana? ¿Mantiene su planteamiento de reforma constitucional?
–Lo que he dicho siempre y digo ahora es que la Constitución, que contribuí a redactar como diputado constituyente, no está tallada en piedra. Se puede reformar siempre que se haga por el procedimiento por ella establecido, se haga con un amplísimo consenso y la reforma sirva para resolver problemas y no para crearlos. Mas ha hecho exactamente lo contrario. Ha pretendido y pretende una revisión de la Constitución mediante una declaración unilateral de independencia. Se ha empeñado en seguir un camino que ha fracturado a la sociedad catalana y ha separado a una parte del resto de la sociedad española. Exactamente lo contrario de lo que exige el consenso. Si se quiere reformar la Constitución hay que hacerlo por los cauces establecidos en ella, con un amplio consenso y sabiendo qué problemas resolver y qué riesgos evitar. No tiene sentido una reforma que traiga problemas y no soluciones. Abrir esta caja de pandora es muy complejo.
–¿Y reformar el sistema de financiación?
–Lo que he dicho y sigo diciendo es que hay que reformar el sistema de financiación, pero no sólo para Cataluña sino para todas las comunidades autónomas. Como militante del PP de la Comunidad Valenciana no estoy dispuesto a aceptar privilegios singulares para determinadas comunidades. Los principios que deben inspirar la reforma son tres, a mi juicio: autonomía financiera y corresponsabilidad fiscal, igualdad en la prestación de los servicios esenciales y solidaridad interterritorial.
–Con un 47,8 % de los catalanes a favor de partidos independentistas, ¿considera que los resultados del 27-S dibujan un nuevo escenario?
–Le puedo asegurar que la comunidad internacional ha respirado porque el fantasma de la independencia se ha alejado. Le recuerdo que la totalidad de las constituciones escritas con las excepciones de Etiopía y Canadá consagran la integridad territorial como principio básico. En Canadá, que es una excepción, la Ley de Claridad exige una super mayoría para declarar la independencia de un territorio. En el debate constitucional español el diputado vasco Letamendía pretendió incluir sin éxito el derecho a la autodeterminación. Exigía una mayoría del censo, no de los votos emitidos, en cada uno de los territorios de la comunidad autónoma que aspirase a la secesión. En el caso catalán eso querría decir que la independencia requeriría mayoría absoluta del censo en todas y cada una de sus provincias. Aún más, el Estatuto de Cataluña exige dos tercios del Parlamento para aprobar una modificación de sus Títulos I y II que tratan cuestiones mucho menos relevantes que la secesión. Lo que se ha producido es un intento torticero de convertir unas autonómicas en un plebiscito. Mas y Junqueras saben que una declaración unilateral de independencia es contraria a la Constitución, a las Resoluciones de la ONU y a los Tratados de la UE . Y ahora además saben que no cuenta con el apoyo mayoritario de la sociedad catalana. Quienes han hecho este planteamiento desde la Generalitat, inconstitucional y muy grave, han fallado. Si querían un plebiscito lo han perdido.
–Y ahora, ¿cuál es la hoja de ruta del Gobierno?
–Lo mejor que podemos hacer es no seguir alimentado el conflicto, no continuar en la escalada de tensión. Yo entiendo que hay políticos, como Mas, que necesitan el conflicto para sobrevivir personalmente, pero no están haciendo un buen servicio a Cataluña ni a España. Lo que se necesita es más Cataluña, más España y más Unión Europea. Lo que hay que hacer ahora es acabar con la fractura en la sociedad catalana y ponernos a remar en una dirección de futuro, y no llevar una diligencia que va a despeñarse por un barranco.
–En el próximo Gobierno de Cataluña, la CUP, que se define como antisistema y antieuropeísta, tendrá un papel destacado. ¿Preocupa al Gobierno este nuevo interlocutor?
–A quien debe preocupar es a los ciudadanos de Cataluña , y sobre todo a los que tradicionalmente han votado a Convergència. En esta deriva soberanista, y en términos de partido, Mas era el líder de una coalición que tenía 62 escaños y que era capaz de negociar con todo el mundo, se embarcó en el proceso soberanista y dejó la coalición en 50. Ha seguido en el proceso y ha destruido la coalición, ha dejado a Convergència con 30 escaños y depende de la CUP para ser presidente. Incluso puede conseguir que se siente en el Palau de la Generalitat un personaje de la extrema izquierda.
–Los buenos resultados de Ciudadanos en las elecciones catalanas le han convertido en protagonista de la vida política. ¿Tiene el PP que acercarse o alejarse de ellos?
–Partidos de moda ha habido muchos, el último que yo recuerde era UPyD. Surgen cuando hay desafección por los partidos tradicionales. Lo único que me preocupa en política es saber quiénes somos y para qué. Cuál es el programa de Ciudadanos y si podemos coincidir con ellos. Me importan menos los dirigentes de los partidos. Hay que ver todos los problemas de España y si las soluciones que propone Ciudadanos o cualquier otro partido son compatibles con las nuestras, ésa es la pregunta.
–¿Cree posible un gran pacto PP-PSOE?
–Vuelvo a lo anterior. Diagnóstico de los problemas, ver las soluciones posibles y si sirven o no.
–¿Entonces el PP no se ha marcado ninguna línea roja para cerrar pactos?
–Con Podemos hay unas diferencias abismales. Me parece absolutamente impensable que se pueda llegar a un entendimiento con ellos. Con el PSOE dependerá cual sea su programa y su actitud. En el proceso de construcción europea se ha avanzado cuando ha habido un acuerdo de los grandes grupos, populares y socialistas. En Alemania ya ocurrió y probablemente en Portugal se tendrá que llegar una solución de este tipo. Lo importante es el diagnóstico y la terapia a aplicar. Las líneas rojas son la garantía de la unidad de la Nación, la soberanía nacional, la solidaridad y la igualdad.
–¿Opina entonces que el bipartidismo sigue vivo?
–Aún no ha desaparecido.
–Las últimas encuestas reflejan que Podemos tiene el apoyo más bajo de toda su serie histórica. ¿Ha pinchado la burbuja de Podemos?
–No estoy tan seguro de que haya pinchado la burbuja de Podemos. En términos históricos lo que se demuestra es que después de una crisis, como fue la del 1929 o la de 2007, tienden a aparecer movimientos populistas que no proponen soluciones concretas pero que canalizan el descontento de la gente que ha sufrido. De extrema derecha o izquierda. Aún no hemos recuperado niveles de bienestar anteriores a la crisis y hay insatisfacción ciudadana. Esa indignación puede intentar buscar a corto plazo una solución en movimientos populistas de este corte.
–Se acerca el 20-D y la elaboración de las listas genera problemas en los partidos...
–No tengo ningún problema...
–¿Estará usted en la lista?
–He llegado a lo máximo que se puede ser en política: ser ministro de Exteriores de mi país. Es el mayor honor que se puede tener. Mis ambiciones personales están absolutamente cubiertas. Estoy a disposición del presidente. Si cree que los reservistas podemos aportar un valor al PP, haré lo que me pida... Vivimos tiempos en los que sobra codicia y falta ambición de país.
–¿Se ve de nuevo como ministro?
–Iré donde el presidente me diga.
-–Y a Rajoy, ¿le sitúa en Moncloa de nuevo?
–Absolutamente. Mi única preocupación es que Rajoy vuelva a ser presidente. Creo que si eso no se produjese todos los sacrificios que hemos hecho y todo lo que se ha avanzado en este tiempo podría irse por el sumidero y sería enormemente triste que el Gobierno de Rajoy, que ha sacado a España de la quiebra, que ha evitado el rescate y que la ha puesto en el camino que nos puede llevar a un éxito económico importante, no saliese adelante.
–Se dice que es usted un verso suelto en el PP, ¿va por libre o acuerda sus decisiones con el presidente?
–Hablo con el presidente continuamente y he dicho siempre lo que he creído con absoluta lealtad, pero una vez que el presidente ha tomado una decisión lo que toca es hacerle caso. Es verdad que defiendo mis tesis incluso con terquedad pero es que creo que la lealtad bien entendida pasa por defender lo que uno piensa. Estar callado para repetir lo que dice el César o intentar anticiparse a sus deseos para que cuadre con su pensamiento, no es mi estilo ni lo comparto.
–¿Y que hay de las supuestas divisiones en el Gobierno?
–El Gobierno está formado por personas que tienen distintas opiniones y, por tanto, es obvio que no coinciden siempre en todo, eso sería completamente absurdo. Pero lo que une al Gobierno es una enorme lealtad al presidente y, por la etapa que nos ha tocado vivir, una convicción de que estamos ayudando a España y las diferencias personales no son importantes. La clave es que remar todos en la misma dirección.
–En Génova opinan que el «caso Rato» puede ser un lastre para la campaña. ¿Lo comparte?
–Hay que redimensionar el tema y respetar la presunción de inocencia hasta que los jueces se pronuncien. En todo caso, es un tema antiguo, no es achacable a este momento histórico ni a este Gobierno. El primer interesado en detectar cualquier fenómeno de corrupción es el Ejecutivo de Rajoy y no se ha dudado en poner todos los mecanismos para saber lo que ha pasado. Corrupción, por desgracia, va a haber siempre, porque es la naturaleza humana; lo que se le exige al Gobierno es que haga todo lo posible por detectar la corrupción y castigarla si se es culpable sea quien sea . Y en eso me parece que somos impecables.
–¿Qué le han parecido las declaraciones de Aznar?
–En España estamos muy poco acostumbrados a que la gente diga lo que piense, el PP tiene militantes que tienen opiniones propias y las dicen. Nadie duda que el PP es el más firme defensor de la unidad de España y la Constitución de 1978. Yo creo que el Partido Popular podría tener dificultades si perdiese la centralidad política, movernos de ahí puede traer problemas. Para mí, el PP debe situarse en la centralidad de la escena política. Ser un partido radical en la defensa de las libertades, defender un modelo económico basado en tres pilares: eficiencia económica, inclusión social y respeto al medioambiente. Y en política exterior, anclarse firmemente en la UE y la relación transatlántica; anclajes que nos permitirán transitar con más tranquilidad por los escenarios clásicos de nuestra política exterior, Iberoamérica y el Mediterráneo , y , al mismo tiempo abrirnos a los escenarios con más futuro: Asia y África.
–¿Cuál ha sido su mayor logro al frente de Exteriores?
–La presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU ha sido muy importante, pero ha habido otras cuestiones relevantes como la aprobación de las Leyes de Acción y Servicio Exterior, la de Tratados y la de Inmunidades junto con el Reglamento de la Carrera, que establecen un cuadro normativo hasta ese momento inexistente. Estoy también orgulloso de haber aprobado una Estrategia de Acción Exterior que fija los objetivos y prioridades de la actuación de España fuera de nuestras fronteras. Además, se ha hecho una labor de diplomacia económica y pública muy importante, que creo que ha colaborado enormemente a potenciar la Marca España. Eso se ha traducido en un aumento de nuestras exportaciones y de los concursos que las empresas españolas han ganado.
–¿España está preparada para hacer frente al Estado Islámico?
–Cualquier país puede sufrir un atentado. Ha ocurrido en Bélgica, Francia o Túnez. El terrorismo puede atacar en cualquier momento. Dicho esto, la labor que se ha hecho para prevenir una atentado en España ha sido impecable, en colaboración con los servicios de información de otros países, en el control de fronteras, en el seguimiento de los combatientes extranjeros y el control de sus fuentes de financiación.
España ha hecho un esfuerzo importante pero esto no quiere decir que seamos inmunes. Desde el punto de vista exterior, España no ha rehuido el esfuerzo que se le ha reclamado en el mantenimiento de la paz. En los últimos años han participado más de 130.000 españoles en operaciones de mantenimiento de la paz en Líbano, Afganistán, Líbano, Irak, Mali, entre otros países. Se está haciendo todo lo que se puede hacer.
–La intervención rusa en Siria está recolocando las piezas en el tablero internacional. ¿Ha despertado viejos fantasmas de la Guerra Fría?
–Tengo la percepción de que Rusia y Estados Unidos enfocan muchos de los conflictos actuales de este modo. Rusia considera que tiene que mantener a Asad para no perder influencia en la región, y Estados Unidos cree que si se mantiene Asad en el poder, aunque sea de forma transitoria, va a perder la credibilidad y la confianza de sus aliados, especialmente de las monarquías del Golfo. La crisis de Ucrania se planteó en esos mismos términos y creo que lo que hay que hacer ahora es cambiar el chip. Hay que intentar aumentar las relaciones económicas con Rusia, hacerle partícipe en las operaciones de mantenimiento de la paz en las áreas en las que tenga influencia, invitarle a entrar en organizaciones internacionales como la OCDE. En definitiva, debemos sustituir el clima de Guerra Fría por un clima de asociación estratégica entre Occidente y Rusia y olvidar viejos fantasmas.
–¿Ha pasado Asad de ser origen del conflicto a parte de la solución?
–Asad no puede formar parte del futuro de Siria. Ha cometido unas atrocidades contra su propio pueblo que lo incapacitan para ser parte de la solución a medio y largo plazo. Esto no quiere decir que en un periodo transitorio no haya que contar con él. Hay que abrir un periodo de transición política. Hay que contar con Asad para concertar un alto el fuego que permita llevar la ayuda humanitaria a los desplazados internos, que son más de ocho millones, y evitar el éxodo forzoso de los sirios , ya han salido más de cuatro millones. Se debe intentar frenar el flujo de personas que llegan a Europa y que está poniendo en riesgo los mismos cimientos de la política europea de asilo. Y, finalmente, acordar un periodo de transición política que culmine en unas elecciones libres. Tres principios: individualidad territorial, laicidad del nuevo Estado y devolución de la soberanía al pueblo sirio. Si no se hace eso pronto habrá más muertos, más desplazados, más refugiados, más terrorismo y más destrucción.
–¿Ha estado Europa a la altura de lo que esperaban los refugiados?
–Europa siempre actúa con retraso. Sólo cuando el problema está sobre la mesa se busca la solución. Nos pasó con la crisis de los bancos después de Lehman Brothers, nos pasó con Grecia, cuando hubo que buscar una fórmula extravagante para el primer rescate y recurrir a un artículo que hablaba de catástrofes naturales. Desde hace mucho tiempo en Europa falta una política común de asilo e inmigración, pero no se ha hecho nada hasta que han saltado todas las alarmas. Cuando hay un problema se acude a remedios de emergencia que no son nunca los razonables y por tanto hemos llegado con retraso.
Pero espero que esto sirva para poner en marcha una política común, porque ningún país, por grande que sea, como el caso de Alemania, puede resolver solo este problema. Somos demasiados pequeños para un problema que es demasiado grande. Tenemos que resolverlo todos juntos.
–Cuba vive el deshielo de sus relaciones con Estados Unidos. ¿No se ha quedado España atrás?
–España ha estado siempre. Existe una leyenda urbana sobre que la UE ha reaccionado tarde, y no es así. Se fijó una posición común sobre Cuba en el año 96 y en 2012 se mandató a Catherine Ashton que explorase la posibilidad de un acuerdo con Cuba. Estados Unidos arrancaba de una posición mucho peor porque no tenía relaciones diplomáticas con Cuba y mantenía un bloqueo económico que no había dado ningún resultado. Ningún país de la UE estaba en esa situación. Fue España la que impulsa el mandato de la UE y quien ha seguido muy atentamente el proceso. Estamos en una situación muy buena en Cuba, la misma que en Latinoamérica.
✕
Accede a tu cuenta para comentar