Elecciones generales
La caída del PSOE en los sondeos aviva la crisis con Puig
El barón redobla su órdago y aspira a lograr más autonomía para su partido en Valencia
El barón redobla su órdago y aspira a lograr más autonomía para su partido en Valencia
«Están las cosas como para acercarse por Madrid. Ni loco». La frase, según fuentes fiables, pertenece al presidente de la Generalitat Valenciana, el socialista Ximo Puig, que durante toda la semana pasada buscó convencer a Ferraz de su necesidad de pactar con Podemos y Compromís para acudir juntos a las elecciones al Senado. El barón del PSOE llevó su órdago al extremo incluso de ausentarse de la puesta de largo de Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno. Y es que a Puig no haber obtenido esa luz verde del Comité Federal de su partido le puede generar un problema de primera magnitud, pues gobierna en coalición con unos y gracias al apoyo externo de los otros. Total nada. El temor extendido en el PSPV pasa por el desencadenamiento de turbulencias que afecten al delicado equilibrio de su jefe. Saben de la necesidad que tienen para amarrar a sus socios si quieren tener una legislatura tranquila. De ahí las quejas amargas de Ximo Puig, su apuesta guerrera, el hacerse notar, sin despreciar envolverse hasta en la señera. Al final, otra vez más, lo que importa es hacer bien visible su discrepancia y lo de menos, la posición desairada en la que dejan a su líder.
En Madrid, en cambio, la visión de los acontecimientos naturalmente resulta bien distinta. Un destacado miembro del círculo de Sánchez me advertía: «Que se deje Puig de sacar los pies del tiesto. Tiene bien amarrado el sillón. Cualquier moción de censura pasa por sumar PP y Podemos. Impensable». En el caso del presidente de la Generalitat Valenciana su disidencia se explica además ante la necesidad de tapar su propio boquete, es decir, disfrazar sus debilidades. La entente Compromís-Podemos ya obtuvo en las pasadas generales 9 escaños frente a los 7 de los socialistas. El PSPV dejó de ser la referencia de la izquierda frente al centro derecha en la región. En esta ocasión, el «sorpasso» puede ser aún más llamativo y, de ser así, la tropa se le puede revolucionar. Y es que el Gobierno de coalición en la Comunidad Valenciana parece estar pasando factura al PSPV mientras, por contra, dispara a sus socios, y lo mismo ocurre además tanto en el ejecutivo autonómico como en distintos ayuntamientos a lo largo y ancho de la comunidad. De ahí que el incendio pueda estar servido sin anestesia para la calle Ferraz, sea quien sea su inquilino después del 26-J. Sólo hay que escuchar las voces internas en la Comunidad Valenciana, seguramente como una fórmula de salvación dando un salto hacia adelante, que exigen mayor autonomía respecto a las siglas del PSOE. Quieren ser algo al estilo del PSC. Así las cosas, es fácil prever que la tensión, de momento contenida, vaya a más en las próximas semanas. La pérdida de votos tiene estas consecuencias. Todo es posible en el PSOE, hasta que las margaritas destronen a su tradicional símbolo de la rosa, como ha ocurrido en la proclamación de Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno. Lo que pretendía ser el pasado sábado un guiño al fichaje estrella, Margarita Robles, inundando por miles de margaritas el escenario principal del auditorio Los Rosales de Móstoles, y de paso proyectar el florecimiento del PSOE en la nueva carrera hacia el 26-J, en realidad, al final, ha resultado la plasmación de que la rosa de siempre del socialismo español se marchita. Como bien se sabe, a perro flaco todo son pulgas.
Hace tiempo que el socialismo entró en la UCI, pero su estado a muchos observadores políticos les parece ya irreversible con Unidos Podemos comiéndole el espacio y levantando ilusiones en buena parte del electorado más tradicional del PSOE. Cada cita ante los suyos de Sánchez se asemeja a una reunión de caras serias, de gentes comentando cómo se masca la próxima derrota. Lógico: están para pocas jaujas. Todo lo más, se dedican a pedir agónicamente, como se viene haciendo, unidad. Eso es lo que necesita el secretario general de los socialistas: que no se le rompan las filas, porque una dispersión en plena campaña electoral significaría inevitablemente la muerte.
Y ése es el aviso continuo que sale de las cocinas de Ferraz. Ciertamente lo último que faltaría a Pedro Sánchez para cerrar su ejercicio sería dejar como herencia un partido troceado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar