El desafío independentista
La corrupción planea sobre la negociación con la CUP
Las sombras de Convergència y Mas se convierten en el lastre de la investidura
«Hemos reventado a esos mansos que iban a negociar en Madrid y se quedaban con el 3 por ciento. Hemos conseguido llevar al pujolismo al Parlament de Cataluña y reprobarlo por todo lo que han robado a este pueblo». Son dos de los mensajes que el nuevo líder de la CUP, Antonio Baños, lanzó en su último mitin antes de cerrar la campaña. La corrupción, junto a los recortes, son dos lastres que Artur Mas lleva en la mochila y que la CUP se niega a cargar. Aunque las negociaciones entre Juntos por el Sí y la CUP para poder poner en marcha la nueva legislatura han dejado para el final el debate sobre la reelección de Mas como presidente de la Generalitat, el interés mediático está puesto en esta cuestión y en todas las ruedas de prensa en las que participa una de las partes negociadoras siempre sale la misma pregunta: «¿Quién será el futuro presidente de la Generalitat?».
El portavoz de ERC, Sergi Sabrià, trataba ayer de restar importancia a la cuestión. «Si centramos los esfuerzos en hablar sobre el “qué”, será más fácil llegar a un acuerdo sobre la independencia, y entonces el “quién” no será el principal problema», decía. Aunque no escondió que el dilema sobre quién será el presidente de la Generalitat es «lo que nos tiene más distanciados».
Por mucho que Juntos por el Sí se desgañitara en campaña en poner a Mas como garantía como la corrupción, sus alegatos no han convencido a la CUP. Para muestra, el último mitin de Baños y los pretextos que las Candidaturas de Unidad Popular ponen sobre la mesa para rechazar la investidura del convergente.
El argumentario sobre el que se sustenta el programa de Juntos por el Sí defendía el papel de Mas como un gran luchador contra la corrupción, pese a que en lo que va de año ha comparecido dos veces ante el Parlament para defenderse de la corrupción.
ERC no le libró de comparecer ante la rebautizada como comisión Pujol. Una decisión que hizo mella en la relación entre Mas y Oriol Junqueras. Y antes de que empezara la campaña electoral, tras los registros en CDC por las supuestas mordidas a la constructora Teyco, Mas se vio empujado a dar explicaciones ante la Diputación Permanente del Parlament. En ambas ocasiones negó cualquier relación con la familia Pujol Ferrusola, comisiones a cambio de obra pública y presumió de las decisiones a favor de la transparencia que ha tomado su Ejecutivo. Claro que todas las medidas que han impulsado los convergentes al frente del Gobierno de la Generalitat son a partir de 2014 y todos los casos que investiga la Justicia sobre presunta corrupción en CDC –Pujol, Palau, ITV, Sumarroca– son anteriores a esta fecha.
Juntos por el Sí no tiene otra que sostener sobre Mas que «su trayectoria y la reacción clara y sin paliativos ante los casos de corrupción nos muestra su voluntad inequívoca de combatir la corrupción y regenerar la democracia». Pero el president ha sido un incómodo compañero de candidatura cuando en los debates aparecía la corrupción como arma arrojadiza. Que se lo digan a Raül Romeva, al que por su condición de número uno le tocaba representar a Jxsí.
No sólo Mas es una figura incómoda para la CUP. También lo es Felip Puig, que pese a no ir en la lista puede barajarse de nuevo como conseller. Puig, uno de los pesos pesados de Convergència no está imputado, pero su nombre está salpicado por la sombra del comisionismo en diferentes casos. Amigo de Jordi Pujol Ferrusola, conseller de Obras Públicas, Interior y Empresa, después de 25 años podría abandonar la primera línea política esta legislatura.
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