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La Diada: Otro 11 de septiembre (no) histórico
Estaba llamado a ser un 11 de septiembre sin precedentes como antesala al referéndum ilegal de 1-O, pero no lo fue. La manifestación fue multitudinaria pero no, histórica. La consigna no defraudó: insumisión ante la Justicia
Estaba llamado a ser un 11 de septiembre sin precedentes como antesala al referéndum ilegal de 1-O, pero no lo fue. La manifestación fue multitudinaria pero no, histórica. La consigna no defraudó: insumisión ante la Justicia.
El independentismo catalán cumplió ayer, por sexto año consecutivo, con su cita anual en las calles con motivo de la Diada. Lo hizo masivamente –aunque menos que otros años– y a falta de 20 días del presunto referéndum de autodeterminación. El mensaje de los timoneles de la multitud fue claro: ningún tribunal frenará su desafío de aquí al 1 de octubre. La Cataluña insumisa está en marcha y los dirigentes de sus instituciones, ajenos a cualquier principio de neutralidad política, se colocaron en la primera línea de la manifestación en el centro de Barcelona, que este año llevaba por lema «La Diada del Sí (a la independencia)».
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, siguieron desde la fila cero, junto a la práctica totalidad de los consellers de la Generalitat, los parlamentos de las entidades soberanistas en la plaza Cataluña. Aplaudieron sin pestañear todos los mensajes de desobediencia que se lanzaron desde la tribuna y reafirmaron su intención de seguir cabalgando a lomos del pueblo hasta el 1 de octubre.
Dirigentes del PDeCAT y de ERC, junto a decenas de alcaldes independentistas, no faltaron a la cita en el centro de Barcelona, donde también estuvo Artur Mas, quien siempre evitó mostrarse como manifestante en la Diada en sus tiempos de president. Su sucesor, en cambio, ya participó en los actos soberanistas de la Diada del año pasado en Salt (Girona) y ayer volvió a hacerlo. Lo único que evitó Puigdemont fue calzarse la camiseta fosforito de la multitud. Se mantuvo con traje pero se ahorró la corbata debido al calor.
La manifestación de ayer fue, más que nunca, un acto convocado por independentistas para independentistas. No se produjo, en esta ocasión, la presencia de Ada Colau, aunque la alcaldesa envió a su número dos, el teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, para preservar de alguna manera su ambigüedad.
Los centenares de miles de catalanes concentrados ayer en el paseo de Gràcia –algunos menos que otros años, según la estimación de la Guardia Urbana– jalearon las consignas de los líderes civiles del soberanismo, crecidos y desafiantes. «El Tribunal Constitucional ya no nos impone las leyes porque nosotros obedecemos al Parlament. Cataluña se ha autodeterminado y el Estado español no nos va a robar nuestro derecho al voto», afirmó el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, que excitó a los manifestantes mostrando una papeleta desde la tribuna.
En la misma línea se expresó el presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez, que comenzó por felicitar al Govern y al Parlament por alumbrar la convocatoria del referéndum. «Ahora sabemos que ni el Govern ni el Parlament de Cataluña nos han fallado. Gracias presidente de la Generalitat, gracias presidenta del Parlament, diputados y diputadas. Ya está convocado el referéndum. La única legalidad que reconocemos es la del Parlament. Las decisiones del TC ya no nos vincula. Nuestra obediencia es al Parlament», dijo el líder de la ANC.
El líder de la Asamblea incluso se atrevió a asegurar que sabe donde están las urnas para la votación y garantizó que el 1 de octubre todas ellas estarán distribuidas por toda Cataluña para consumar la independencia.
Más planes B
Puigdemont no tiene dudas respecto al avance del referéndum unilateral de independencia y, en el tradicional encuentro que el presidente de la Generalitat suele mantener con la prensa extranjero en la Diada, incluso deslizó que ya estudia alternativas para facilitar la votación en aquellos municipios donde los alcaldes se oponen a colaborar.
No obstante, al término de la manifestación, quiso enviar el último mensaje de conciliación al Gobierno, con el que se mostró abierto a negociar «hasta el último minuto». «Pese a todos los augurios que querían que pinchásemos y con el compromiso insobornable con que los catalanes hemos decidido encarar la situación: de forma pacífica y democrática». «¿Qué más tenemos que hacer para mostrar que el pueblo de Cataluña queremos votar?», se preguntó el president.
Los partidos de la oposición, un año más, celebraron actos por su cuenta. Desde hace varios años, la tradicional ofrenda que se realiza por la mañana ante el monumento de Rafael Casanovas ya no cuenta con PP ni Ciudadanos. El líder del PP catalán, Xavier García Albiol, acusó a Puigdemont de «calentar el ambiente en la calle» y de «poner en peligro la convivencia». Albert Rivera, de Cs, se preguntó, irónicamente, si el president se cree «Batman» porque asegura que nadie le puede inhabilitar. Y Miquel Iceta, del PSC, pidió «unidad».
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Pasividad ante la tragedia