Elecciones catalanas
La hora de los no independentistas
Una de las lecturas más llamativas de la carrera electoral la protagonizó Pablo Iglesias ante Pedro Sánchez en el Salón de Pasos Perdidos durante el reciente aniversario de la Constitución. «Como ERC jamás votará la investidura del candidato del PSC y el PSC nunca hará lo propio con el de ERC, la solución pasa por hacer presidente a Xavier Domènech».
No es que le falte lógica al razonamiento del secretario general de Podemos. Lo sorprendente en Iglesias es que plantee con descaro un escenario tan perjudicial a su hipotético acompañante. Porque la participación del socialismo catalán en un frente de esa naturaleza supondría el «suicidio» de Sánchez. Acariciar el pacto con ERC y Catalunya en Comú laminaría sus posibilidades de constituirse como alternativa en las próximas generales. Un precio que difícilmente podría pagar el secretario general del PSOE.
Una cosa es que Miquel Iceta haya buscado atraerse votantes de Catalunya en Comú con fugaces iniciativas como el indulto para los ex consellers secesionistas encarcelados... y otra embarcarse en una suerte de tripartito radical totalmente contraproducente para la marca PSOE en el resto del país.
La cita del 21-D debe servir para oxigenar la vida pública catalana. Pedro Sánchez, al igual que Mariano Rajoy y Albert Rivera, cruzan los dedos con la esperanza de que, a falta de mayorías absolutas del lado de un bloque o del otro, las urnas generen la gran ocasión de formar un gobierno no independentista con una cierta estabilidad. Contribuir a ello es una responsabilidad que los tres líderes deberían asumir. A Inés Arrimadas, como la fuerza constitucionalista a todas luces más votada, le competiría iniciar el proceso y a socialistas y populares, además de los comunes, sentarse con Cs para negociar unas condiciones –pacto de investidura, gobierno de coalición o apoyos parlamentarios– con las que poder poner en marcha un ejecutivo con el respaldo para afrontar la nueva etapa que indudablemente necesita Cataluña.
Será complicado, sin embargo, que esa pretensión llegue a producirse. Arrimadas repele a Domènech. De ahí que Iceta juegue a intentar gobernar en solitario. Para ello, el primer secretario del PSC buscará poner sobre la mesa algunas prioridades básicas con las que poner de acuerdo a las distintas formaciones: creación de empleo o políticas sociales. Por más que, visto en frío, enseguida haya que colocar en entredicho el éxito de esa operación. Eso sí, la apuesta al menos le ha servido a Iceta para construir su relato de una campaña catalanista y transversal, abrirse un hueco como presidenciable en una carrera tan polarizada entre frentes e intentar ocupar el espacio de la antigua CiU. Alguien tan pragmático como él, curtido en demasiadas lides, ha tenido clara la necesidad de pescar en caladeros ajenos (dado que, según las empresas demoscópicas, la fidelidad del voto al PSC ronda el 42%) y «venderse» como imprescindible en un escenario caótico. A estas alturas de la jugada, Xavier Domènech aún debe estar preguntándose cómo Iceta ha sido capaz de robarle la cartera y el papel para el que se creía único protagonista.
En el PSOE no ocultan su satisfacción ante la estrategia dirigida por el secretario de Organización del PSC, Salvador Illa, si bien ahora mismo manifiestan sus dudas sobre si han doblado o no el brazo a los sondeos de intención de voto. C’s le había ganado demasiado terreno ya. Sin embargo, el entorno de Pedro Sánchez tiene la confianza puesta en la capacidad de Iceta de salir reforzado del envite y acercarse en el resultado final a la que más figura en todas las quinielas como ganadora: Inés Arrimadas.
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