José María Marco
La patria es la gente o el nacionalismo, según Podemos
El vídeo-debate de José María Marco. El escritor y colaborador de LA RAZÓN analiza con Íñigo Errejón el auge y la caída, al menos en las encuestas, de Podemos y sus posibilidades de cara a las generales
El escritor y colaborador de LA RAZÓN analiza con Íñigo Errejón el auge y la caída, al menos en las encuestas, de Podemos y sus posibilidades de cara a las generales
Íñigo Errejón, investigador universitario y colaborador de varios medios de comunicación, está considerado uno de los cerebros estratégicos de Podemos y el sucesor natural de Pablo Iglesias si los resultados del 20-D no son buenos. Con razón, sin duda, dada su capacidad dialéctica, su claridad en el análisis y su sentido del humor, que le ha permitido sortear, hasta ahora, las trampas de la popularidad instantánea en las que han caído algunos de sus compañeros. Eso no quiere decir que Errejón, que viene de una familia de tradición izquierdista, esté dispuesto a romper con las tradiciones. Es un hombre radical y dispuesto a convencernos de que su lealtad a las raíces es lo mejor que nos puede pasar a los españoles.
José María Marco - En su momento, asististe a alguna de las grandes manifestaciones antiglobalización como la de Génova en 2001. Supongo que luego estuviste en el 15-M. ¿Qué continuidad hay entre aquellas manifestaciones, el 15-M y Podemos?
Íñigo Errejón - Mucha. Creo que el hilo conductor es ante todo la ilusión de que la gente tiene poder para cambiar las cosas. Y la preocupación ante un desgobierno económico, social y ecológico verdaderamente irresponsable.
JMM - Podemos arrancó como un grupo muy pequeño, consiguió un éxito espectacular en las elecciones europeas y ahora parece estancado, o en declive... Es innegable la energía del impulso y la velocidad a la que han transcurrido los hechos. ¿Cómo se vive eso? ¿Y a qué lo atribuyes?
IE - Sabíamos que no iba a ser fácil. No es normal que en un año y medio un partido consiga construirse a sí mismo y a la vez disputar el gobierno a quienes llevan monopolizándolo desde hace décadas, eso demuestra que vivimos un momento histórico y que Podemos ha sido la primera fuerza en conectar con esa voluntad general de cambio. Creo que nuestro proyecto es hoy más fuerte, aunque nuestros adversarios se hayan puesto las pilas. Si la posibilidad de vencer a las grandes maquinarias el 20-D no estuviera al alcance de nuestra mano, no habría tanta gente trabajando en repetir una y otra vez que el cambio no es posible, que no salen los números, que no se puede. ¿Qué encuesta predijo que podríamos ganar los ayuntamientos de las principales ciudades del país?
JMM - ¿Ya no nos vale el ejemplo de la Transición?
IE - En los años de la Transición se alcanzó un equilibrio de fuerzas entre quienes deseaban ruptura democrática y quienes apostaban por una reforma de la dictadura, y creo que gracias a este acuerdo se generaron consensos estables para tres décadas. El problema está en que este pacto social ha sido roto desde arriba (con la corrupción, la renuncia a la soberanía, la degradación de la división de poderes...) y una buena parte de las respuestas de entonces no colman ya las ansias de una porción cada vez mayor de españoles. Los verdaderos responsables de la crisis económica han salido reforzados –ahí están los beneficios crecientes de los magnates financieros– mientras que la gente común que cumplió con su parte, que se deslomó para conseguir que sus hijos vivieran mejor que ellos, se vio desvalida y con sus expectativas de futuro hechas trizas. Con un tercio de la población en riesgo de pobreza, el ascensor social está averiado.
JMM - A veces pienso que Podemos ha tenido la oportunidad de convertirse en el gran partido populista (sin connotaciones negativas) de nuestro país. Para eso quizás habría hecho falta pensar más en términos nacionales, o incluso nacionalistas españoles. Lo habéis intentado, con la idea de «patria» que ha estado presente en vuestra estrategia.
IE - Nosotros tenemos una noción democrática, no nacionalista, de patria, que identifica la patria con la gente. Intentamos que se visibilice cómo quienes se llenan la boca con la nación venden al mismo tiempo muy barata la soberanía nacional. Intentamos, por tanto, recuperar nuestra soberanía económica y política, paso ineludible en cualquier recuperación del país y de los intereses de las mayorías. Ello es perfectamente compatible –incluso, diría, necesariamente complementario– con una concepción plurinacional de España: creemos que sólo la democracia, sólo la asunción de nuestra pluralidad real, puede volver a cohesionar a nuestro país. No le tenemos miedo a la democracia, más bien al contrario: tenemos muy claro que es el miedo a la democracia lo que está desgastando y rompiendo día a día la estabilidad y la cohesión de nuestro país.
JMM - En España, el morado es un color de perdedores.
IE - [Risas] Creo que ese comentario podría sentarle mal a muchísimas cofradías... Ahora en serio, la imagen de la Puerta del Sol teñida de morado el 31 de enero fue para mí la mejor demostración de que en este país hay una mayoría social decidida a ganar.
JMM - Parecéis jacobinos en las actitudes de ruptura con respecto a la «casta», el establishment o el antiguo régimen, por así decirlo. No parecéis tan jacobinos en cuanto a la estructura del Estado. ¿Qué es España? ¿Una nación? ¿Un Estado? ¿Una nación de naciones? ¿Una comunidad política postnacional?
IE - España es mi país. Y sé que en su interior conviven diferentes naciones, como reconoce la propia Constitución. Reivindicamos un patriotismo democrático, como decía antes. O la patria es la gente o está vacía. Y creo que nuestra actitud con respecto a la casta y la corrupción ha sido, ante todo, patriótica y democrática.
JMM - ¿Y cómo encaja Cataluña?
IE - Queremos que Cataluña encaje. Es más, estamos convencidos de que nuestra posición, aunque no haya sido rentable en las elecciones catalanas, sin embargo, es la más responsable, la única que puede solucionar el impasse en Cataluña en el medio plazo. Para el PP Cataluña es un problema. Para nosotros es una nación que tiene encaje en una España diferente.
JMM - Cuando he ido a Somosaguas, a la Facultad de Ciencias Políticas, me parecía volver a una versión de la Universidad de Vincennes, en París. Algo así como el túnel del tiempo... Da la impresión de que Podemos se está dejando encerrar en la extrema izquierda, sabiendo desde el principio que ése era un peligro serio.
IE - Me siento orgulloso de haber estudiado en una facultad donde se respira compromiso político. Los grandes avances democráticos nacen del compromiso de toda esa gente que no aceptó el consejo de «haga como yo y no se meta usted en política». Ahora bien, siempre hemos tenido claro qué etiquetas quería el adversario que nos pusiéramos para autoexcluirnos de la disputa política. En Vistalegre aprobamos una estrategia política que establecía todo lo contrario: para emprender un nuevo proyecto de país hace falta construir una mayoría transversal con gente que puede venir de votar cosas muy diferente pero que comparte los mismos deseos y una buena batería de medidas que son de sentido común.
JMM - Muchas veces parece que la gente de Podemos sigue sin darse cuenta que el Muro de Berlín cayó en 1989. ¿O sí?
IE - En 1989 éramos unos niños. Tratar de interpretar lo que sucede hoy con elementos del pasado es una tendencia que evidencia cómo lo que está ocurriendo desborda los marcos de comprensión de nuestros adversarios.
JMM - ¿Proponéis una socialdemocracia modernizada, o más bien queréis ensayar un movimiento político post socialdemócrata?
IE - Hoy la disputa fundamental se da entre democracia y oligarquía. Hoy democracia significa que alguien pueda vivir sin miedo a perder el empleo o que le corten la luz al día siguiente, que nadie esté por encima del marco legal que nos damos entre todos, que el Estado nos proteja de los abusos de las grandes corporaciones y aporte un mínimo colchón para desarrollar un proyecto de vida dignamente. El problema es que la socialdemocracia europea se ha vuelto indistinguible de aquello contra lo que trabajaba, como pone de relieve el caso paradigmático de Tony Blair o el acuerdo de PP y PSOE para reformar el 135 de nuestra Constitución tras un telefonazo de Merkel.
JMM - ¿Quiénes han sido tus maestros?
IE - Pues los primeros fueron mis padres, y no lo digo como lugar común. Con ellos sigo compartiendo lecturas, discusiones y proyectos. Intelectualmente debo mucho a Gramsci, fundamentalmente a través de García Linera. Pero la experiencia que más me ha enseñado ha sido la de construir Podemos mano a mano con tantos compañeros y compañeras a lo largo de este año acelerado, aprendiendo mucho de todos ellos.
JMM - Se cuenta que Bebel, el socialista alemán, decía que el antisemitismo es el socialismo de los tontos. Comprendo que no es un argumento contra el antisemitismo, entre otras cosas porque hay muchos tontos, pero en fin, ¿qué te parece esa idea?
IE - Quienes atribuyen problemas estructurales complejos a motivos étnicos no sólo no comprenden nada sino que alimentan las ideas más peligrosas para la convivencia democrática. Ya sea en Alemania o en Badalona.
JMM - ¿Qué relación hay entre la enseñanza, la investigación y el ejercicio de la política? ¿Se complementan? ¿Es difícil compaginarlas? Lo de los intelectuales metidos en política ha tenido poco éxito a lo largo de la historia...
IE - Son dos lógicas diferentes. La lógica de la intervención y la disputa inmediata es decisiva en un año tan electoralmente intenso como éste. Sin esta disputa inmediata y a corto plazo, la teoría política queda en poesía. Pero también es cierto que si detrás de tu intervención política no existe reflexión, todo se queda en coyuntura y pierdes de vista cualquier perspectiva de transformación de la realidad. Creo que pocos partidos han dedicado tanto esfuerzo a la discusión teórica y generado un debate tan rico como el que viene produciéndose en Podemos el último año y medio.
JMM - Después de la experiencia griega, parece aún más difícil la formación de un frente de renovación radical de la UE. ¿Corre Podemos el riesgo de quedar encasillado con los populistas antieuropeos: el UKIP o del Front National francés?
IE - No somos antieuropeos, todo lo contrario. Quienes están destruyendo la cohesión social y territorial que tanto trabajo costó conseguir son los bancos alemanes y los gobiernos que tiran por la borda todo el legado de una Europa social y democrática. Visto con perspectiva histórica, a la luz del S.XX, lo de nuestros gobernantes es de una irresponsabilidad terrible. Cuanto más ausente está el pueblo en la política, más tienen las élites en su boca el término populista como forma de desprecio a la intervención de la gente en política. Ahora bien, creo que el mayor error que podríamos cometer sería abandonar la defensa de la identidad colectiva, de los sentimientos colectivos, abandonar la patria, en definitiva, a los xenófobos o reaccionarios que viven de fomentar el odio del penúltimo contra el último.
JMM - ¿Cómo estás viviendo la competencia de Ciudadanos? Hay gente que os votó en las municipales y que dice ahora que en diciembre darán el voto a Ciudadanos, o que volverán al PSOE.
IE - Puede haberla, claro, como también hubo mucha gente que no nos votó en las municipales y que viendo hoy el desempeño ejemplar de los ayuntamientos del cambio estén pensando en votarnos en diciembre. El crecimiento de Ciudadanos es síntoma de que el cambio ha venido para quedarse. Los principios de regeneración democrática que antes de la emergencia de Podemos eran tachados de utópicos –primarias abiertas, transparencia en las cuentas públicas, expulsión inmediata de cualquier imputado...– se han convertido ahora en ideas que la ciudadanía premia en las elecciones y todos los partidos se ven obligados a asumir. Ojo, no podemos negar un punto de desconfianza. No comprendemos cómo un partido que apuesta por la regeneración ha acabado sosteniendo al PP de la «Púnica» y al PSOE de los ERE, cuando por ejemplo el Gobierno andaluz sigue manteniendo cinco altos cargos imputados. Pero bueno, de la misma forma que podemos llegar a acuerdos con Ciudadanos en materias de regeneración democrática, tenemos dos visiones muy diferentes en cuanto a políticas económicas y sociales. Para nosotros el cambio debe estar protagonizado por la gente y eso supone poner los derechos en primer plano: la única forma de salir de la crisis es mejorar las condiciones laborales, los salarios, fortalecer los servicios públicos y hacer que los más ricos paguen impuestos como el resto. Un país más justo es un país más fuerte.
JMM - ¿Pensáis en abrir un periodo constituyente, como el PSOE? ¿Y en qué sentido cambiarías la Constitución?
IE- Yo al PSOE nunca le he escuchado hablar de eso. Sólo le he oído arrepentirse con la boca pequeña de su reforma del artículo 135 y desempolvar un viejo discurso sobre federalismo que sólo genera resistencias internas en su propio partido. Nosotros nacimos proponiendo un nuevo acuerdo social porque el pacto de la Transición lo han hecho trizas los mismos que juraban guardar y hacer guardar la Constitución. Queremos construir un pacto social amplio que nos incluya a todos sin dejar a nadie atrás. En el próximo parlamento vamos a tener que llegar a acuerdos y creo que dependiendo del tema podremos entendernos mejor con unos o con otros. Con C’s confiamos poder acordar una justicia independiente, reformar la ley electoral y los partidos políticos e introducir medidas eficaces para luchar contra la corrupción. Nos gustaría contar con el PSOE para blindar unos derechos sociales que las políticas austericidas y privatizadoras del PP han puesto en entredicho –si consigue aclararse en sus propuestas–. Y por último, habrá que negociar un nuevo marco de encaje territorial escuchando a la ciudadanía, superando democráticamente los bloqueos a los que nos ha conducido el Gobierno, el más irresponsable de la historia reciente.
JMM - ¿El recurso a las emociones no corre el riesgo de acabar en lo cursi? Me parece que la sociedad se resiste a ese tono tan sentimental.
IE - Las emociones siempre están presentes en política. Todos los años el CIS pregunta por lo que sienten los españoles en relación a la política; durante décadas la respuesta ha sido «resignación», «desconfianza», «rechazo»... La diferencia estriba en que con Podemos mucha gente comenzó a recuperar la esperanza y la ilusión por la política. Recuerdo la portada de «EL PAÍS» cuando las encuestas nos situaban en cabeza: «Podemos supera a PP y PSOE impulsado por la ira ciudadana». Y sin embargo, cuando llenamos la Puerta del Sol poco tiempo después, no se respiraba ira ni rabia, sino una inmensa alegría porque sabíamos que por primera vez en mucho tiempo se abría la oportunidad de ganar España para su gente. Esto es lo que no nos perdonan.
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