ERC
La traición del «lunes negro»
Mas se siente traicionado por la CUP, a la que llegó a ofrecer ser un presidente «títere». Los veteranos de CDC creen que su líder ha sido «el tonto útil» de Oriol Junqueras
Mas se siente traicionado por la CUP, a la que llegó a ofrecer ser un presidente «títere». Los veteranos de CDC creen que su líder ha sido «el tonto útil» de Oriol Junqueras
Enojado, aunque no abatido, ninguneado por la CUP y ante un doble dilema: convocar nuevas elecciones autonómicas o dar un paso atrás y marcharse. Es el ánimo actual de Artur Mas i Gavarró, ante su tercer debate de investidura que hoy se inicia en el Parlamento de Cataluña. La nueva negativa de los antisistema, no por sabida menos polémica al avanzar que propondrán un nuevo candidato, ha desatado una agria tormenta en la Generalitat y Convergència. Entre los críticos, que ya habían advertido a Mas de las traiciones de los cuperos, siempre reacios a sus exageradas concesiones, y quienes aún le defienden dentro del partido pero atisban una dura batalla por el poder. El sábado por la tarde, cuando terminó la Asamblea de la CUP en la ciudad francesa de Perpiñán, para estos radicales independentistas, cuna de la Cataluña-Norte, Mas se lo confesó con amargura a su círculo íntimo: «Me la han clavado por la espalda».
Las declaraciones de Benet Salellas, un dirigente muy radical de la CUP encargado por Baños para la sesión de investidura, apostando por otro candidato, cayeron como un jarro de agua fría en la Generalitat. En una reunión muy discreta, ni siquiera conocida por otros miembros del partido, Mas convocó a algunos hombres de su núcleo duro: Francesc Homs, Carles Vives Pi-Sunyer, Josep Rull y Jordi Vilajoana, para apurar su estrategia. Según fuentes de CDC, esta movida de la CUP obedece a una estrategia calculada hace tiempo desde Esquerra Republicana. «Oriol Junqueras se nos carga y coge todo el voto cupero para las generales». Es el análisis de los veteranos convergentes, que ven cómo Mas ha sido «el tonto útil» de ERC. Ni sus intentos desesperados para la investidura, el último pacto de entrega absoluta a la CUP, con una presidencia de la Generalitat puramente representativa y la purga de los consejeros díscolos reacios a la independencia, han servido. «Un títere con las cabezas cortadas de los críticos a cambio de nada», se lamentan.
En esta reunión de urgencia, se barajaron varias alternativas: o resistir, o nuevas elecciones. Cualquier candidato que no cuente con los votos de los treinta parlamentarios de Convergència no podrá ser investido, si se diera el caso de Raül Romeva o Muriel Casals. En cuanto al nombre de Neus Munté, una antigua dirigente sindical de UGT que le debe toda su carrera política a Artur Mas, su candidatura sólo podría salir adelante si el propio Mas se retirara. «¿Has llegado hasta aquí para salir por la puerta de atrás?», le dijeron sus hombres fuertes en la reunión del sábado para alentarle a no arrojar la toalla. En efecto, la actual vicepresidenta y consejera de Bienestar Social del Govern puede contar con el aval de la CUP, pero ello supondría la ruptura total de Convergència, dadas sus pésimas relaciones con la cúpula del partido. «La crisis está servida, ella no controla nada y la fractura de CDC sería total», aseguran en el entorno del actual coordinador, Josep Rull, hombre muy cercano a Mas y contrario a una «advenediza» como Munté, a quien consideran «ambiciosa y arribista».
Según dirigentes que han participado en estas negociaciones de última hora con la CUP, antes del llamado «lunes negro», cuando mañana el Parlamento de Cataluña vote la resolución separatista y desconexión con España. Mas regalará de nuevo a la formación radical un conjunto de medidas sociales de izquierdas, con reestructuración financiera a costa de las deudas con los bancos y revisión de contratos, según consta en la enmienda incorporada a la declaración independentista. «Del partido de los empresarios al vasallo de los antisistema», denuncian los críticos de Convergència, en fase ya de disolución. La última reunión celebrada el viernes en la sede del Parlament, poco antes de que Jordi Turull, Raül Romeva y Antonio Baños registraran el anexo a la resolución con el paquete de medidas de extrema izquierda, fue un canto a la desesperada: aceptar ser un presidente con limitadas funciones cediendo todo el poder ejecutivo a tres futuros vicepresidentes: el líder de ERC, Oriol Junqueras, el cabeza de lista de Juntos por el sí, Raül Romeva, y la actual portavoz del Govern y consejera de Bienestar Social, Neus Munté. Una fórmula que encajaría en la llamada «presidencia imaginativa» que reclama la CUP. Tras la negativa a investir a Mas en la primera votación, solo harían falta dos votos a favor de los cuperos, con abstención del resto, lo que acepta uno de sus dirigentes, Julio de Jódar.
La solución «podría ir por este camino», admiten convergentes y miembros de Juntos por el Sí que participan en las negociaciones. Pero la última negativa de la CUP ha trastocado los planes. El jueves próximo tendría lugar la segunda vuelta y todos los esfuerzos de Artur Mas se encaminan a lograr ser investido en esa fecha. En su oferta figuran también las cabezas de varios consejeros suyos contrarios a la resolución de independencia. Según estas fuentes, en la lista de «los malditos» figuran los responsables de Economía, Andreu Mas-Collel, de Empresas, Felipe Puig, de Justicia, Germá Gordó, de Salud, Boi Ruiz, y de Territorio, Santi Vila. Todos ellos serían «fusilados al amanecer», en una purga sin precedentes para calmar las exigencias de la CUP y que está provocando una fuerte crisis interna en Convergència. En el mayor punto de mira se sitúa Germá Gordó, a quien el entorno de Mas acusa directamente de conspirar para sucederle.
Las alarmas han saltado en los círculos empresariales de Cataluña, pues si este acuerdo de investidura sale adelante, Oriol Junqueras y Esquerra Republicana controlarían toda el área económica, lo que despierta fuertes inquietudes. «Un horizonte horrible de inestabilidad», aseguran destacados empresarios ante el panorama. Todo ello unido a las medidas extremas aceptadas por Artur Mas como guiño a la CUP: redefinición de contratos en concesionarias, incumplimiento con los bancos de deudas contraídas, programas sociales para deshauciados, sanidad universal, acogida de refugiados, viviendas y energía gratis, realojos... Una batería de iniciativas muy lejos del programa de Juntos por el sí y, desde luego, del partido que siempre fue Convergència con una ideología económica tradicionalmente liberal. «No les reconozco», dicen con tristeza y estupor veteranos convergentes y numerosos sectores financieros de Cataluña.
De momento, este fin de semana Artur Mas prepara su discurso de investidura junto a su núcleo duro, en el que están Francesc Homs, candidato a las generales de diciembre, y Carles Vives Pi-Sunyer, ex magistrado del Tribunal Constitucional y presidente del llamado Consejo Nacional para la Transición, con quien lima las posibles «aristas jurídicas» del desafío . Ambos fervorosos independentistas, por lo que el discurso de Mas se espera «Radical, secesionista y victimista», según su entorno. Cada día más aislado y totalmente obstinado en su hoja de ruta, Mas ha decidido inmolarse como un mártir de la independencia. Sus medidas de clara cesión a la CUP buscan también un gesto a otras formaciones de izquierdas como Cataluña Sí que es Pot, la marca de Podemos, a favor de un referéndum sobre la autodeterminación.
Curiosamente, la CUP y su líder Antonio Baños no han exigido un pronunciamiento escrito sobre la corrupción, bandera que enarbolan para investir a Mas. «Si le dan sus votos será su ruina», advierten en los partidos constitucionalistas al recordar que los antitistema se presentaron a las elecciones bajo la batalla contra los corruptos. El acuerdo entre sus bases asamblearias es claro: no votarán a un presidente «embarrado» como Mas, y presentarán otro candidato que impida detener el proceso independentista Si no surgen sorpresas de última hora, Mas no saldrá investido el próximo martes, por lo que se aventuran nuevas votaciones hasta la fecha límite del 10 de enero. Si para entonces tampoco se logra un acuerdo, habrían de convocarse unas nuevas elecciones autonómicas. Si el aspirante es Raül Romeva, deberá contar con los votos de Convergència, algo de momento imposible. Y si es Neus Munté, con la retirada de Mas que tampoco es previsible. El horizonte de unas nuevas elecciones está servido.
Las concesiones a los dogmas de los radicales antisistema crean mucha preocupación en el entorno empresarial y económico catalán. Máxime cuando la Generalitat ha decidido pasar factura a Foment del Trabajo, la patronal catalana, al rebajar un 25 por ciento su representatividad institucional. «Un castigo por estar en contra de la sedición», dicen muchos empresarios desolados ante el abismo hacia la independencia. El Gobierno de Artur Mas decidió por decreto la pasada semana excluir a Fepime, filial de Foment, de toda representación en las instituciones, como prueba de que o se está a favor de la secesión, o se paga caro. La desolación cunde ahora en estos sectores, ante el desgobierno y precaria situación económica que vive Cataluña. Los graves problemas de financiación, su pérdida de peso en los mercados y la incesante fuga de empresas están sobre la mesa. Pero de momento Artur Mas sigue impasible: o él, o nadie. Y hará cuántas cesiones sean necesarias para obtener los votos de la CUP y salir investido.
El «pacto de la rebelión» cristalizará hoy con la votación de la declaración unilateral de independencia y la puesta en marcha de la República catalana. Un sector muy fuerte de Convergència pide a Mas resistir y así llegar hasta las generales con su nueva marca «Libertad y Democracia», lograr escaños en el Congreso para defender la independencia desde Madrid y plantar cara a ERC, auténtica beneficiada ya que la CUP no concurre a las generales. «Mas ha jugado con fuego, está quemado y ahora busca cómo no ser decapitado». Así de alto y claro lo dicen muchos políticos y empresarios por toda Barcelona.
✕
Accede a tu cuenta para comentar