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«No» a Sánchez, «sí» a elecciones

El duro ataque de Iglesias al PSOE no deja casi margen para un pacto de izquierdas tras la investidura fallida.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en su escaño durante la sesión de la tarde del debate de su investidura.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en su escaño durante la sesión de la tarde del debate de su investidura.larazon

El líder del PSOE no ha logrado la mayoría absoluta necesaria para alcanzar la presidencia del Gobierno, al haber recibido únicamente 130 votos a favor, 219 en contra y 1 abstención. Por lo tanto, mañana por la tarde, 48 horas después de la actual votación, Sánchez se someterá a una nueva votación en la que ya sólo requiere de mayoría simple, más votos a favor que en contra.

Hoy están más cerca las elecciones que ayer, si uno se queda con la función que se representó en el Congreso de los Diputados. Con Pablo Iglesias, el líder de Podemos, como protagonista principal de una puesta en escena por parte de la izquierda que podría hacer de muleta de Pedro Sánchez, y con los independentistas como comparsas, que dejó al líder del PSOE ante el precipicio de su falta de aliados reales para conseguir alcanzar la Presidencia del Gobierno. No sólo en esta semana, sino también después.

El acuerdo de gobierno con Podemos y con aval independentista parece hoy imposible. Por la presión visceral de Pablo Iglesias contra el PSOE en su objetivo de seguir absorbiendo votos del electorado socialista más a la izquierda. Y porque Sánchez, consciente de la inviabilidad del acuerdo con los independentistas, solemnizó ayer ante el Plenario de la Cámara Baja que no traspasará los límites que le marcaron sus propios barones y su Comité Federal en lo que afecta a la negociación con ERC y con el partido de Artur Mas, con las siglas de Democracia y Libertad.

El lunes empezará una nueva etapa del partido que se empezó a jugar tras el 20-D, en la que ninguno de los actores sabe cómo va a terminar el juego, y en la que todo queda sometido a la incógnita de las consecuencias de la presión de la convocatoria oficial de unas nuevas elecciones. Pero los actores siguen avanzando hacia adelante, como lo han hecho desde el 20 de diciembre, por un camino en el que cada vez es más difícil la marcha atrás porque exigiría una rectificación tan total de sus planteamientos actuales que es casi imposible que no les reste mucho, o todo, en materia de credibilidad.

Iglesias dio ayer a entender que va a por las elecciones y con ese objetivo movió el balón en el Parlamento. Lo suyo no fue sólo una enmienda a la totalidad al PSOE y a lo que representa, para erigirse en único portavoz de la izquierda. Con sus insultos y descalificaciones a referentes socialistas, como Felipe González, alimentó aún más los límites que los barones ya le habían fijado a Pedro Sánchez en su negociación con Podemos. Porque el líder socialista todavía tendría más margen para buscar el entendimiento, ya de por sí muy difícil con Podemos, si la embestida hubiera sido contra él, pero al extenderlo hacia los suyos, entonces el margen casi se desvanece por completo. A esto hay que añadir el hecho de que los planteamientos que mantiene Podemos, y que ayer resaltó Iglesias en el debate, son absolutamente inadmisibles para el PSOE, ahora y después de la sesión de investidura. Sánchez no puede asumir un modelo fiscal, socio-laboral o de demolición de la estabilidad presupuestaria, por citar sólo algunos ejemplos, que dejarían a España fuera de la Unión Europea, y así tuvo que remarcarlo en el día de ayer.

Los socialistas salieron del debate más convencidos de lo que entraron de que el acuerdo de coalición con Podemos es imposible, no porque se llevaría por delante a su líder en poco tiempo, sino porque se llevaría por delante al partido. Sostienen que sólo puede haber acercamiento si hay una rectificación sustancial en la posición de Podemos, que desde la formación naranja niegan tajantemente. Ahora bien, en la dirección socialista no quieren abandonar la confianza en que de una negociación futura salga la abstención de Podemos, descartado cualquier tipo de entendimiento futuro con el PP. Pero desde Podemos, al menos a día de hoy, también niegan categóricamente que esa hipótesis pueda producirse ni ahora ni en las vísperas de la convocatoria electoral. Sólo les vale la coalición.

Si algo ha quedado claro en las últimas semanas es la facilidad con la que los partidos, unos más que otros, corrigen posicionamientos que subrayaban como inamovibles, y por eso todos se miran también con los recelos propios de quienes no descartan movimientos hoy impensables. Podemos es, de hecho, una de las formaciones que más revisiones han hecho a sus posturas y a veces en menos de 24 horas, como cuando el «no» a la negociación con el PSOE si no rompía con Ciudadanos mudó en un «sí» a aceptar sentarse a hablar con ellos, para volver después a levantarse de la mesa. Por tanto, queda historia por escribir, pero en el relato de hoy sólo cabe su «no» rotundo incluso a una abstención futura para dejar que gobierne Sánchez de la mano de Ciudadanos.

De hecho, Iglesias dio ayer su primer mitin para el 26-J, fecha de las nuevas elecciones si no hay acuerdo. Y lo hizo con un ataque contra Sánchez y contra el viejo PSOE que superó todos los límites. Como si el Congreso fuera una de las asambleas del 15-M y arropado por el discurso de izquierdas más radical. Se permitió hasta la licencia de dar lecciones a los socialistas sobre lo qué es ser de izquierdas y sobre cómo se tiene que actuar para estar al lado de la calle frente a su traición a esas políticas. «Miserables», «cal viva», «cultura del pelotazo»... y mucho más, mientras el líder del PSOE respondía a los ataques más insoportables para su partido sin abandonar su tono conciliador ni la mano tendida para el acuerdo.

En el debate hubo también una línea de continuidad en el ataque de todos contra Rajoy y su legado, pero ahí lo más llamativo fue la dureza de Rivera, que superó, y con creces, a la del propio secretario general socialista. «Ya se ha quitado el disfraz, y a ver qué votante de centro-derecha le da su voto si vuelve a haber elecciones», comentaban en la bancada popular para aliviarse las heridas de los golpes que les había propinado el líder de Ciudadanos. En el PP están convencidos de que la posición de Rivera le pasará factura ante las urnas, mientras que en Ciudadanos están convencidos, a su vez, de que «su posición constructiva» les hará ganar enteros ante una nueva cita electoral. De lo que no hay duda es de que Rivera no exhibe la más mínima voluntad de aupar a Rajoy a la Presidencia del Gobierno después de que se confirme el fracaso de la opción de Sánchez. Y sin nuevos apoyos, los suficientes como para sacar adelante una investidura, Rajoy no buscará el aval del Rey para presentarse a pedir la confianza del Congreso. «Lo vamos a intentar, pero no vamos a repetir el engaño de Sánchez que estamos criticando», comentaban ayer en un corrillo de la dirección popular en los pasillos de la Cámara.

La negociación sigue siendo una opción que queda ahí, a partir de la próxima semana, pero todos los partidos se han colocado en el tablero parlamentario con el paso mirando hacia las urnas.

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