Política

Landelino Lavilla: «Hay que volver al espíritu constructivo de la Transición»

Ex presidente del Congreso y miembro del Consejo de Estado. Seis décadas de «servicio a España» convierten a Landelino Lavilla en voz autorizada y testigo privilegiado de nuestro tiempo. Protagonista de la Transición, apunta con sutileza los riesgos que hoy «nos pueden llevar a descarrilar», pero se resiste a marcar soluciones a la actual vida política que le «preocupa, pero ya no le ocupa».

«Tenemos una desconcentración territorial muy superior a algunos estados federales»
«Tenemos una desconcentración territorial muy superior a algunos estados federales»larazon

Seis décadas de «servicio a España» convierten a Landelino Lavilla en voz autorizada y testigo privilegiado de nuestro tiempo. Protagonista de la Transición, apunta con sutileza los riesgos que hoy «nos pueden llevar a descarrilar», pero se resiste a marcar soluciones a la actual vida política que le «preocupa, pero ya no le ocupa».

–Rememora la Transición en «Una historia para compartir». ¿Necesita la España de hoy mirar atrás?

–Siempre hay que mirar atrás, aunque sólo sea para no repetir los errores. Mi discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales se titula «Política de la Memoria» y explica cómo el pasado penetra en el presente y éste en el futuro.

–¿Qué puede aportar hoy ese pasado?

–Cada época tiene sus claves y no hay que repetir lo que ya se hizo, pero sí sería importante recuperar el talante. Habría que volver al espíritu constructivo de la Transición, de facilitar los carriles para la convivencia entre los españoles. Cuando comenzó el primer Gobierno de Suárez, yo veía que si lo hacíamos bien la gente nos seguiría. Aunque aún no era la época del consenso...

–¿Cuándo llegó?

–En el momento en que los representantes de todos los partidos ya habían vuelto al Congreso del exilio. La idea del consenso llega con el proceso constituyente: entre el 8 de julio de 1976 y el 15 de junio de 1977, el día que se celebraron las primeras elecciones. Surgió una corriente de concordia para fijar las bases de la vida política española. Hubo una reacción de responsabilidad.

–Ahora hay quien cuestiona la Transición...

–Creo que no tiene fundamento ninguno. No se acertó en todo, seguro que cometimos errores, pero se consiguió incorporar a España a un orden democrático, como el de los países de nuestro entorno. Las estructuras políticas estaban anquilosadas y sentamos las bases del cambio en ese primer Gobierno.

–Usted fue el primer presidente del Congreso constitucional...

–Sí. Creo que tiene mucha importancia el aspecto institucional. Es necesaria una actitud general de respeto. Ahora está poco ciudado. Tengo una idea muy institucional de la vida política. Mi discurso más significativo como presidente del Congreso se produjo justo después del 23-F.

–¿Fue su momento más duro?

–No, pero creo que sí el más delicado. El 23-F fue un episodio singular dentro de la época. Intenté no hacer ni una sola concesión. Mi objetivo era que aquel día no ocurriera nada que pudiera hacer la situación irreversible.

–Volviendo al espíritu de consenso. ¿Los políticos han perdido hoy capacidad de negociación?

–Creo que el problema de nuestro orden constitucional es que discurría por su carril y ahora se ha puesto de manifiesto que existe una voluntad de descarrilar. Hay algunos que quieren que esto ocurra, incluso antes de que llegara Podemos, y lo digo yo que soy catalán...

–Entonces, ¿el problema son los independentistas?

–A la cuestión del relevo generacional, se ha sumado en los últimos años una voluntad que ya no es constructiva. Con el Gobierno tripartito en Cataluña, con el Estatut ... Todo esto dislocó el planteamiento y después vinieron las castas, la política antigua, la nueva... y luego se produce el problema de un PSOE que desequilibra todo el conjunto. En la Transición hubo cuatro partidos nacionales UCD, PSOE, Alianza popular y el Partido Comunista. Dos estaban en el centro y otros dos tendían a él...

–Pero parece que en España los partidos de centro están abocados a la desaparición...

–Lo importante es que los partidos que tienden al centro piloten la vida política. Los partidos centristas se proyectan hacia la convergencia, mientras que los que están en los extremos tratan de desgarrar la estabilidad.

–¿Ahora resurgen los extremistas?

–Ahora hay posiciones que intentan destruir el esquema y que defienden que las posturas templadas son las de los que no se atreven o de los antiguos. Pero esa es la política estable que lleva al entendimiento.

–¿Y qué hacer para recuperarlo?

-Ahora no tengo la responsabilidad ni la gestión. Yo me preocupo, pero no me ocupo. No tengo los datos...

–Pero usted sí forma parte del Consejo de Estado...

–Sí. En 2006 propusimos una reforma constitucional en la que exponíamos los cuatro puntos a cambiar: Sucesión de la Corona; Senado: reparto competencial, y adaptar la Constitución a Europa. El mapa territorial aún hay que cerrarlo...

–¿Es uno de los problemas?

–Cuando hicimos el proceso constituyente, la división de España en provincias estaba absolutamente cuajada. En cambio, el tema de las regiones era polémico. Se dejó abierto para desarrollarlo después. No creo que entonces se hubiera podido hacer más, pero a lo largo de los años se debería haber detallado. Quizá 17 comunidades son excesivas. Tenemos una desconcentración política, más que administrativa, muy superior a la de algunos estados federales.

–Y sobre España...

–Un recuerdo: tengo demasiados y muy diversos, pero el más vivo y persistente es el periodo que estuve entregado a hacer lo que creía que era bueno para el futuro de España.

–Una palabra: España. Tengo una vida de servicio a España.

El futuro: confiado en el soplo del sentido común que hará que las cosas encajen.

–Un tópico real: «Spain is different». Tenemos elementos diferenciales como demuestra nuestra historia.

–Un tópico irreal: lo que decía el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, sobre que el sur de Europa gasta su dinero en mujeres y vino.