Elecciones generales
Más del 42% de los menores de 30 años no irían a votar el 26-J
Según el análisis de NC Report, la participación se reduciría en 5,2 puntos con respecto a la convocatoria de diciembre.
Según el análisis de NC Report, la participación se reduciría en 5,2 puntos con respecto a la convocatoria de diciembre.
Cuatro meses después de las últimas elecciones generales, el análisis de NC Report para LA RAZÓN señala que ante una nueva convocatoria electoral la abstención alcanzaría un porcentaje histórico en democracia. Con respecto a las generales de diciembre subiría un 5,2 por ciento. Es la respuesta de la ciudadanía ante el bloqueo político y la incapacidad de los partidos de alcanzar un acuerdo que permita poner en marcha la Legislatura.
En conclusión, unos nuevos comicios en junio llevarían a que más de 13 millones de españoles con derecho a voto no lo ejercieran, en total 1,9 millones más que el 20-D. En las elecciones de diciembre la abstención alcanzó el porcentaje del 30,6 por ciento, es decir, 11.160.505 electores del conjunto del censo. La prevista para el 26-J llegaría al 35,8 por cien, siendo la más elevada jamás registrada, lo que podría facilitar la mayoría del PP con Ciudadanos. En cuanto al reparto generacional, los jóvenes son los que proporcionalmente muestran menos interés en ejercer el derecho al voto. Entre los 18 y los 29 años el 42 por ciento opta por la abstención. Hay que tener en cuenta que en este sector de la población es donde se encuentra el granero principal de votantes de fuerzas rupturistas como Podemos y sus confluencias.
La abstención también es alta y superior a la media nacional en el segmento de entre 30 a 44 años. Llega al 38,6 por ciento, y es donde más crece con respecto a diciembre. En esta franja de edad hay un equilibrio entre las grandes cuatro fuerzas políticas nacionales, que se rompe a favor del bipartidismo entre los mayores de 44 años, en donde la abstención se reduce a poco más del 30 por ciento. Entre los 45 y los 64 años llega al 32,1 por ciento, mientras que entre los mayores de 65 años sube hasta el 33,3 por ciento.
En el análisis histórico, la desmovilización de la izquierda, inmersa en una amplia crisis de identidad desde la marcha de Felipe González y Santiago Carrillo, ha favorecido hasta ahora las victorias populares.
En los cuarteles generales de todos los partidos preparan sus estrategias manejando como hipótesis este incremento de la abstención en una repetición de las elecciones. Los expertos advierten de que como la participación ya fue bastante baja en diciembre no es fácil predecir los efectos. Y aún es más difícil si se tiene en cuenta que no hay experiencia previa de una repetición de unas elecciones generales por falta de acuerdo político que permita la investidura de un presidente del Gobierno.
Aunque aún no ha sonado la campana de la puesta en marcha oficial de las elecciones todos los partidos trabajan ya en una estrategia de precampaña que tiene como objetivo principal movilizar a su electorado sin movilizar, a su vez, al electorado contrario. En cualquier caso, los expertos demoscópicos también coinciden en señalar que las campañas de todos los partidos ya están muy delimitadas, no por lo que hicieron hasta diciembre sino por lo que han estado haciendo durante los últimos cuatro meses.
La falta de precedentes hace que los partidos se muevan con los antecedentes más cercanos en el comportamiento electoral. Y la serie histórica confirma que con la segunda mayor abstención de la historia democrática, el 31,3 por ciento, el PP se alzó con la mayoría absoluta en 2000. En 2011, volvió a conseguirla con prácticamente el mismo nivel de abstención, el 31,1 por ciento. Ya en las generales del pasado año el PP consiguió la victoria en las urnas por mayoría simple con el cuarto mayor porcentaje de abstención desde 1977, el 30,3 por ciento.
En este ciclo actual, las victorias de la izquierda comportan tasas de abstención medianamente bajas, del 24,4 por ciento en 2004 y del 26,2 por ciento en 2008.
Y la conclusión histórica es que una abstención elevada, de alrededor del 30 por ciento, abre las puertas de La Moncloa a la derecha. Y una abstención del entorno del 25 por ciento, a la izquierda.
La crisis del Felipismo y el alumbramiento de la alternancia política provocó niveles bajos de abstención, los menores en más de una década. Pero no fueron suficientes en 1993 para desbancar a González ni permitieron darle la mayoría absoluta a Aznar en 1996. Años antes, el Gobierno de Suárez se inició con el segundo nivel más bajo de abstención de la historia democrática, tan solo el 21,2 por ciento.
Mientras que la victoria socialista de 1982 se produjo con el grado de abstención más bajo, de tan sólo el 20 por ciento. Estas dos etapas de gobierno se iniciaron, por tanto, con una bajísima abstención, que fue incrementándose a lo largo de los años de Gobierno de Suárez y González.
Todos los partidos están percibiendo en estas últimas semanas el cansancio de la ciudadanía con el bloqueo político. Pero la duda en todos los equipos electorales es si al final esa frustración se traducirá, realmente, en una huida general de las urnas o de sólo una parte del electorado. Hasta ahora los sondeos han coincidido en señalar que los votantes del PP y de Ciudadanos son los que mantienen más fidelidad y los más dispuestos a acudir de nuevo a las urnas. En cualquier caso, todos los partidos están ya ocupados en diseñar el discurso más eficaz para movilizar a su electorado sin conseguir un efecto rebote en el de sus adversarios políticos. Todos coinciden también en reconocer que aunque sean insistentes los cantos que unos y otros hacen a una revisión de las campañas tradicionales, si hay repetición de elecciones será imposible evitar que se vuelva a un clima de confrontación tradicional y en el que quedarán volados los escasos puentes que hayan podido construirse en los últimos cuatro meses. Empezando por el que une al PSOE con Ciudadanos.
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