Barcelona

Mas mide sus apoyos para refundar CDC y volver a ser candidato

El ex presidente está dispuesto a dar batalla a un sucesor que considera «frágil y endeble» y del que está muy distanciado w Hace unos días se reunió con varios empresarios en su despacho del Palau Robert

Mas quiere volver a ser «el patriarca» de la refundada Convergència
Mas quiere volver a ser «el patriarca» de la refundada Convergèncialarazon

El ex presidente está dispuesto a dar batalla a un sucesor que considera «frágil y endeble» y del que está muy distanciado w Hace unos días se reunió con varios empresarios en su despacho del Palau Robert

De retirada, en absoluto. Quiere volver, y desde que abandonó la Generalitat no ha hecho otra cosa que maquinar su estrategia. El ex presidente Artur Mas está dispuesto a dar la batalla ante un sucesor que considera «frágil y endeble». Así lo aseguran fuentes de su entorno en un momento en que el soberanismo va a la baja, según todas las encuestas. Sus planes pasan por ensayar la vía del PNV, es decir, convertirse en un Xabier Arzallus a la catalana, refundar una Convergencia hoy bajo mínimos, plantear una candidatura con figuras independientes del catalanismo intelectual, y torpedear en toda regla a Carles Puigdemont. Para ello cuenta con varios cargos locales convergentes que aún regentan importantes ayuntamientos, diputados del grupo parlamentario en el Congreso como Francesc Homs y Carles Campuzano, e incluso algunos empresarios de Cataluña bastante críticos con el liderazgo de Puigdemont. «Un ignoto de Gerona que no se entera de nada», llegó a decir uno de ellos en un reciente acto celebrado en Barcelona.

Mas no admite pasar a la papelera de la historia. Con esta rotunda frase se expresan algunos de sus leales, no sólo de la antigua Convergència, sino también de otros ámbitos como la actual presidenta del Parlament, Carme Forcadell, en el punto de mira del Tribunal Constitucional por una posible inhabilitación tras permitir la votación de la resolución independentista. El ex presidente se ha convertido en uno de sus más fervientes defensores, como se vio en la última concentración de apoyo en la que Mas se situó junto a Forcadell y lanzó un auténtico desafío al TC. Los planes de Mas son también observados con lupa por Oriol Junqueras, socio de gobierno y vicepresidente de la Generalitat. Fuentes de ERC admiten que el ex presidente se siente ninguneado por Puigdemont, a quien solicitó ser una especie de «Embajador volante del procés» ante el mundo, algo que el actual presidente le negó y encargó al conseller de Exteriores, Raül Romeva.

A pesar de ello, desde que abandonó la plaza de San Jaume, sede de La Generalitat, Artur Mas ha realizado numerosos viajes al extranjero con gran despilfarro de dinero. Pero sus gastos, según su entorno, se cargan en la remuneración que percibe como anterior presidente, a veces en su bolsillo personal, y muy pocas bajo su puesto honorífico en Convergència, ahora llamada provisionalmente Partido Demócrata Catalán Europeo, hasta la decisiva resolución administrativa. Con una gran deuda acumulada y casos de corrupción en ciernes, la formación atraviesa horas muy bajas, lo que no merma el ánimo de Mas. Tras los disparates de estos últimos años, su estrategia pasa por la refundación como partido soberanista, aunque no independentista, al estilo de la antigua CIU. «Mas queda como un mártir por haberlo intentado, y el trabajo sucio para Puigdemont», opinan dirigentes de varios partidos catalanes, ante la encrucijada del actual presidente y sus continuos chantajes de los antisistema de la CUP sobre la fecha del referéndum independentista.

Los llamados «arturistas», leales al ex presidente y muy críticos con su sucesor, piensan que Mas tiene asegurado su papel de víctima por el horizonte judicial que le atenaza. La Fiscalía ha solicitado diez años de inhabilitación por prevaricación, desobediencia y malversación de fondos públicos el 9-N ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que ha ampliado el plazo de alegaciones de las defensas. El calendario previsto sitúa el juicio oral en los primeros meses del año próximo, lo que convierte a Mas en un auténtico candidato mártir del «procés». Fuentes de este sector afirman que tiene puesta la vista en el sillón de la Generalitat, que se resigna a haber perdido por el chantaje de la CUP, por lo que tras la refundación del nuevo PDCAT podría poner al frente de la presidencia del partido a alguien de su total confianza como Josep Rull, un «halcón» convergente ahora conseller de Territorio, la vicepresidenta, Neus Munté, o el portavoz en el Congreso, Francesc Homs.

En este juego de naipes, queda por ver la actitud de los actuales cachorros de la nueva dirección encabezada por Marta Pascal y David Bonvehí, más vinculados al «arturismo» que a Carles Puigdemont. No tanto por su fidelidad a Mas sino por su lejanía de Puigdemont, a quien consideran con escasa cultura de partido y un frágil liderazgo. Pese a los enormes errores de Mas, nadie duda de que su figura es todavía valorada por una parte del electorado convergente, una franja de votantes catalanista pero alejada del independentismo radical. En este sentido, Artur Mas jugaría también una baza contra la izquierda liderada por los «comunes» de Ada Colau y los podemitas de Cataluña sí se Puede, que aventajan en las últimas encuestas a los antisistema de la CUP. El secesionismo quedaría en manos de ERC, cuyo líder, Oriol Junqueras, nunca ha tirado la toalla de su eterna ambición: presidir la Generalitat de Cataluña.

Fuentes convergentes reiteran que Mas aguanta el tipo y mantiene sus planes de volver a primera línea. «Algunos me veían muerto y aquí estoy», les dijo recientemente a un grupo de empresarios a los que recibió en su despacho del Palau Robert. En su fuero interno está muy decepcionado con Carles Puigdemont, cuyo nombre impulsó con ansias de controlarle. «Escogió a Puigdemont porque era el más manejable y le ha salido rana», afirman dirigentes de CDC. Y recuerdan lo que algunos le aconsejaron en su momento: «Aléjate de los herederos controlables, son los peores». Lo cierto es que Mas, a quien muchos daban ya por un cadáver enterrado, resucita de las cenizas como el ave fénix. Su intención es imitar la figura de Xavier Arzallus, el todopoderoso líder del PNV. El astuto dirigente y ex presidente vasco movió en la sombra todos los hilos de poder del nacionalismo en Euskadi, dentro y fuera de Ajuria Enea. Puso y derrocó a presidentes, como Carlos Garaicoechea o José Antonio Ardanza, ascendió en el partido a otros como Josu Jon Imaz, y acabó dando su bendición a Íñigo Urkullu.

En este sentido, Artur Mas quiere ser «el patriarca del partido», con directo control sobe el grupo parlamentario en el Congreso, ahora relegado al Grupo Mixto, algo inédito en toda la historia de CIU. En su círculo próximo lo tienen claro: control en la sombra de sus peones en el Govern de La Generalitat, en el Congreso y, sobre todo, liderar la refundación de Convergència para seguir de candidato en unas nuevas elecciones. La incógnita de la fecha viene condicionada por la aprobación de los Presupuestos catalanes y el chantaje de la CUP sobre la fecha del referéndum que, a todas luces, será sustituido por unos comicios plebiscitarios. En este escenario, Artur Mas vuelve a la carga. Con un pasado turbio, un presente entre las cuerdas y un futuro impredecible, está por ver la reacción del presidente de La Generalitat, Carles Puigdemont, y sobre todo la del hombre fuerte del Govern, Oriol Junqueras, quien siempre ha mantenido una fría relación con Mas. De momento, por las filas de la antigua Convergéncia ya circula un lema: el «arturismo» frente al «puchimazo». La batalla política entre el sucesor y su predecesor se repite.