CDC
Mas propone ser presidente sólo 18 meses
El presidente en funciones llena su discurso de investidura de guiños de extrema izquierda para ganarse a los radicales de la CUP
El presidente en funciones llena su discurso de investidura de guiños de extrema izquierda para ganarse a los radicales de la CUP
El presidente de la Generalitat en funciones Artur Mas ha afrontado hoy una jornada decisiva para su futuro político. Ha sido de nuevo propuesto como candidato a president, pero todo indica que no saldrá elegido. Se espera que voten en contra todos los grupos parlamentarios excepto el suyo propio. Y se presenta a esta votación con una pesada mochila en sus espaldas. En todas las elecciones ha ido perdiendo apoyos; perdió el plebiscito en el que quiso convertir las elecciones del 27-S; ha dinamitado desde dentro a su partido (CDC); y ha empezado a escuchar ruido de sables a su alrededor. Mas está solo. Incluso han intentado enviarle a Madrid como «cabeza de lista» para encargarse de la refundación de Convergència, pero él bloqueó esta operación. Su obsesión es seguir siendo el líder del proceso independentista, y para eso está dispuesto a todo.
Su discurso lo ha puesto al servicio de ese objetivo, intentar sobrevivir como sea al frente de la construcción de la nueva Nación catalana. Y esto exige rendirse a la CUP, un partido antisistema y en las antípodas de la ideología tradicional de CDC. En su programa ha incluido muchas líneas de actuación que se identifican más con la extrema izquierda que con el pensamiento de CDC, en un intento desesperado por conseguir que la CUP rectifique su rechazo a investirle de nuevo como presidente de la Generalitat. Y el círculo de su identificación absoluta con el proyecto de autodeterminación lo cierra con su idea de que ésta sea una Legislatura de dieciocho meses, es decir, que acabe para el verano de 2017, y que esté dedicada única y exclusivamente a construir el Estado catalán. Es el único argumento para arrinconar la corrupción que acorrala a CDC y a la familia Pujol y para arrinconar también las profundas diferencias dentro de la coalición de Juntos por el Sí y con la CUP, que hacen imposible que se constituya un Gobierno con un programa mínimo en cualquier área, ya sea educación, sanidad o fiscalidad, por poner sólo algunos ejemplos.
El presidente de la Generalitat no se fía ni de los suyos ni de la mayoría de los de Convergència, e incluso ha intentado explorar personalmente el acuerdo con la CUP para el apoyo a su investidura. Está tan obsesionado con la idea de que hay una conjura en su contra como con la necesidad de borrar todo el pasado que le vincula a los Pujol y a las comisiones del 3%. Y el ruido de espadas en alto ya no le llega sólo desde el entorno de Esquerra, de la CUP o del Estado central, sino que sale de sus propias filas. Como sostiene uno de sus críticos, «sabe que si no consigue ser investido, la purga empezará inmediatamente, y empezará por él». Los suyos empiezan ya a acusarle de haber dinamitado al partido por su alineación con el independentismo, sin respetar su doctrina ni sus Estatutos ni su trayectoria.
Mientras Mas teje su red para intentar no ser el primero en caerse por el precipicio soberanista, en el bloque de los partidos que defienden la Constitución se ha vuelto a escenificar hoy la voluntad de ir de la mano en la defensa de la legalidad, de la unidad nacional y del principio de igualdad entre todos los españoles. Rajoy tiene abierto el teléfono con los máximos líderes del PSOE y de Ciudadanos, Pedro Sánchez y Albert Rivera, respectivamente. Y esa voluntad de ir de la mano se escenificará hoy en la decisión del PP, de Ciudadanos y del PSC de intentar aunar posiciones en una reunión antes del Pleno.
Ciudadanos abrió la puerta el viernes pasado a que los partidos constitucionalistas no participaran en la votación de la moción que pone en marcha la desconexión de Cataluña con España. Y ésa será una de las cuestiones que se abordará en esa reunión previa a la votación de la resolución independentista. Esto no quita para que los tres partidos sí participen en el debate, y en el caso del PP, por ejemplo, para defender su enmienda a la totalidad. El Gobierno responderá esta tarde al Pleno. Y también pondrá en marcha el recurso ante el Tribunal Constitucional, que se hará oficial ante el Alto Tribunal en cuanto reciban el preceptivo informe del Consejo de Estado.
Aunque el 20-D se enfrentan con programas distintos, PSC, PP Ciutadans y la marca catalana de Podemos abogan por abrir vías de diálogo como alternativa al desafío rupturista de Junts pel sí y la CUP. Pero todos advierten de que una vez aprobada la declaración de independencia, el diálogo se complica todavía más, por lo que la idea de Mas de enviar cartas a Rajoy, la ONU y otros actores internacionales para reivindicarse como líder del proceso y ponerse al frente de una eventual negociación por la independencia, se les antoja desatinada. «La resolución dificulta la negociación que es la única salida al callejón al que han llevado a Cataluña los soberanistas», avisó el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Pese a ser un férreo defensor del diálogo, cuestionó las cartas de Mas, para negociar la independencia. «La aprobación de esta resolución imposibilita cualquier negociación» sentenció, tras advertir de que «situar a Cataluña fuera de la Ley es el camino hacia la derrota».
Desde Ciudadanos, Albert Rivera hizo un último intento para que Mas recapacite. Aunque da al convergente por finiquitado porque «no puede ser presidente un señor que nos ha dividido en dos», le reconoce cierto margen para redirigir la política catalana. En nombre del PP, el ministro del Interior, Jorge Fernández, bautizó la sesión de hoy como «el pleno de la vergüenza» puesto que va de levantar muros y dividir. Hizo también un último intento para hacer cambiar a Mas de parecer. Que «desista» y que «se vaya a su casa, para que deje de hacer daño a los catalanes», dijo, tras tachar de «despropósito» la iniciativa de enviar cartas tras el pleno para avisar de que Cataluña da por iniciado el proceso secesionista, informa M. Espanyol.
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