Cataluña
Mas hurga en la división de la CUP para lograr su investidura in extremis
Admite su error por confiar en la «izquierda hiperrevolucionaria» y reprocha a los anticapitalistas su «falta de sentido de país»
Admite su error por confiar en la «izquierda hiperrevolucionaria» y reprocha a los anticapitalistas su «falta de sentido de país»
Había máxima expectación ayer en Barcelona para escuchar a Artur Mas tras el veto de la CUP a su investidura que aboca a Cataluña a nuevos comicios, con toda probabilidad, el próximo 6 de marzo. Decenas de cámaras de televisión, fotógrafos y periodistas aguardaban en el Palau de la Generalitat a que el convergente aclarara si se aferra a la presidencia o da un paso a un lado para evitar elecciones, tal y como proponen la CUP y algunas voces de ERC como Joan Tardà. Pese a que las esperas dan juego a especulaciones, Mas no dio ninguna sorpresa. No renuncia a la presidencia de la Generalitat. Ya avanzó el lunes que tiene ganas de «plantar cara a los poderes de Madrid y también a algunos de aquí que ponen las cosas excesivamente difíciles en el momento en el que lo podíamos tener más fácil». Hablaba de la CUP, pieza imprescindible del nuevo relato que está vendiendo CDC para dar batalla por liderar el soberanismo en la inminente contienda electoral.
Mas anunció que el lunes firmará el decreto para convocar elecciones, aunque emplazó a la CUP a repensar su decisión para evitarlo. «Hasta el domingo hay tiempo y yo estoy disponible», dijo. Repensar en el sentido de rectificar y no de renegociar porque Mas no tiene nada más que ofrecer. «Junts pel Sí ha hecho tantas ofertas que queda claro que no puede hacer más», zanjó. Con este eufemismo vino a decir que no va a dar ni un paso más para ceder la presidencia a Oriol Junqueras o similares, llámense Raül Romeva o lleven la insignia de CDC como Neus Munté.
Mas expuso nuevo argumentos para defender su actuación y preparar el terreno de la batalla electoral. De cara a marzo, se augura un cruento pulso entre las fuerzas soberanistas –CDC, ERC y la CUP– que, además de pelearse entre sí, deberán de evitar que los cerca de dos millones de votantes que el 27-S se decantaron por una opción independentista no se vayan con la marca catalana de Podemos, como sucedió en las pasadas generales.
El relato de Mas bebe de los cuentos infantiles. Presentó a dos protagonistas opuestos, él y la CUP, como en el cuento de «las dos doncellas», en el que una escupe sapos debido a su mal comportamiento y la otra, joyas y piedras preciosas por su generosidad. Tal cual. Mas culpó a la formación anticapitalista de haber primado «el espíritu revolucionario al sentido de país». Le reprochó que «ha cometido un error de proporciones gigantescas al no querer reconocer que convertir Cataluña en un Estado requiere sumar y no restar, incluir y no excluir, votar y no vetar». Y admitió que se equivocó al confiar en la CUP. Por el contrario, defendió que su obsesión ha sido «poner a trabajar a personas diversas para construir la soberanía de Cataluña, ejercerla, triunfar y llegar a la meta». No satisfecho con colgar a la CUP el muerto de haberse cargado el proceso soberanista, hurgó en la herida que la negociación ha dejado en la formación antisistema. «Si Antonio Baños se ha ido quiere decir que hay una parte muy importante dentro de la CUP que discrepa con la decisión tomada», señaló. Es más, a lo largo de su comparecencia habló de dos CUP, los cinco revolucionarios que van contra todo y los cinco diputados que priorizan la independencia y, a su entender, avalarían su investidura. Mas logró ofender a la CUP. Anna Gabriel tardó muy poco en criticar la «agresividad» de su discurso. La rectificación se vislumbra como una quimera.
Si en el discurso de Fin de Año no habló de corrupción, Mas no hizo ayer ni una sola autocrítica más allá de decir que fue un error confiar en la CUP. En un intento de demostrar que lo ha dado todo –menos ceder la presidencia porque «la mitad de los diputados de la CUP no puede esperar que los 1,6 millones de votantes de JxSí bajen la cabeza»–, explicó que ofreció un plan de choque «ambicioso» que se comprometió a tirar adelante, una moción de censura diez meses después de arrancar la legislatura y aprobó la declaración rupturista antes de tiempo y con un lenguaje que no era el suyo.
Las cesiones de Mas a los antisistema
-Plan de choque: La CUP demandó un plan de choque social para ceder dos de sus diputados para investir a Artur Mas.
-BCN World: La mayor concesión de un plan que tenía un presupuesto de 270 millones de euros y que Artur Mas se comprometió ayer a tirar adelante fue la paralización del proyecto de casinos BCN World
-Frenar privatizaciones: Un Mas de perfil liberal y reformista en su huida hacia adelante aceptó también frenar la privatización del Consorcio Sanitario de Lérida.
-Hoja de ruta: Junts pel Sí ofreció una hoja de ruta soberanista para construir el Estado catalán que preveía, entre otras cosas, crear un DNI y un pasaporte catalán.
-Moción de confianza: Mas dijo ayer que «ofrecí hasta una moción de confianza diez meses después de arrancar la legislatura como muestra de compromiso».
-La declaración: Mas admitió que no hubiera aprobado una declaración rupturista antes de tener gobierno y que se usó el lenguaje de la CUP en aras del acuerdo
✕
Accede a tu cuenta para comentar