Cataluña
Motín de alcaldes del PDeCAT: «No nos vamos a jugar la inhabilitación»
Las grietas en el partido se agrandan de cara al referéndum del 1-O: «Que abran para el referéndum los locales las asociaciones de mujeres», afirman los ediles
Las grietas en el partido se agrandan de cara al referéndum del 1-O: «Que abran para el referéndum los locales las asociaciones de mujeres», afirman los ediles.
Agosto no ha sido un buen mes para el PDeCAT y eso que todavía no ha empezado el pulso con el Estado a cuenta del referéndum del 1 de octubre. Falta la recta final. La CUP ha roto las costuras de la formación nacionalista, otrora hegemónica, con la publicación de un cartel que algunos dirigentes de la nueva Convergència consideran ofensivo porque pone «el dedo en la llaga de la corrupción», situando a Artur Mas y a Jordi Pujol en su epicentro. Tampoco ha gustado nada en el partido de Puigdemont que la diputada Mireia Vehí dijera que el gobierno «tiene urnas y censo», erigiéndose en portavoz del ejecutivo y «además porque habla de oídas. No tiene ni idea», apunta un alto cargo del ejecutivo. Por último, ha sentado como un tiro que Anna Gabriel exigiera que Santi Vila, actual conseller de Empresa, no estuviera en el ejecutivo tras el referéndum, sin contar que el PDeCAT ha tenido que plegarse ante los cuperos y republicanos en la ley de desconexión.
El número dos del partido, David Bonvehí, salió en tromba contra la CUP. Mas guardó discreto silencio. Pero, no todos piensan igual. El sempiterno aspirante a dirigir el PDeCAT y conseller de Territori, Josep Rull, no está de acuerdo con la dura reacción de la dirección de su partido. Su entorno afirma que la furibunda reacción contra la CUP es contraproducente porque «acentúa la contradicción. Gobernamos gracias a su apoyo parlamentario. Si decimos que son lo peor, admitimos que gobernamos gracias a lo peor. Esto nos destroza la coherencia y evidencia que dependemos de unos inestables». Esta reacción del sector de Rull ha levantado el hacha de guerra en otros segmentos del fraccionado PDeCAT, y también en socios del gobierno, que le acusan «de chillar mucho de puertas afuera, pero en el conflicto de El Prat se desgañitó aplaudiendo que la Guardia Civil asumiera la solución. Se plegó al Estado sin decir esta boca es mía».
Aunque estos hechos preocupan en las agitadas aguas convergentes, lo que realmente centra su atención es la actitud de sus alcaldes ante el 1 de octubre. Todos afirman que están a favor del referéndum de cara a la galería, pero puertas adentro, en conversaciones informales, la incertidumbre pesa más de lo que quisiera la dirección. Las elecciones municipales se disputarán dentro de dos años y muchos de los alcaldes del PDeCAT ven peligrar sus candidaturas –dan por hecho que el 1-0 será un fracaso– si son inhabilitados por ceder locales y poner urnas. La antigua Convergència tiene en el mundo municipal su último reducto de poder y muchos de sus alcaldes lo ven peligrar, pero, sobre todo, ven peligrar su futuro personal si actúa la justicia.
«Que me pida el local la asociación de mujeres o la de jóvenes. Yo lo cedo y ellos lo abren el 1 de octubre, quedando claro que todo esto lo organizan ellos». Estas son palabras casi literales de un alcalde, miembro del PDeCAT, en una conversación informal con vecinos en la fiesta mayor de una localidad de la Cataluña central. No es la primera vez que esto sucede. Josep Rull ya escuchó quejas similares de alcaldes en una visita que hizo al territorio. El pasado 1 de julio, la Asociación de Municipios por la Independencia y la Asociación Catalana de Municipios, convocaron un acto en la Universidad de Barcelona. A la reunión, presidida por Carles Puigdemont, asistieron centenares de alcaldes que aplaudieron a rabiar el manifiesto independentista que se leyó en el acto, pero no lo firmaron. Marta Pascal dio instrucciones a Neus LLoveras –AMI– y Miquel Buch –ACM– para que no se firmara para «evitar consecuencias judiciales». Detrás de esta instrucción estaba la negativa de una buena parte de los alcaldes del PDeCAT a firmarlo. Solo lo hicieron los alcaldes de ERC, independientes y cuperos.
«Yo no me juego que me inhabiliten a menos de dos años de las municipales», argumentaba el citado alcalde. «Colaboro cediendo los espacios y una asociación hace el resto. Así, sí», añadió. La incertidumbre y el temor, por el futuro personal, hace mella en el núcleo duro del municipalismo del PDeCAT que ve con pavor el papel que está jugando la CUP y que se acerca la fecha del referéndum. «Se convocará en pocos días y entonces tendremos que actuar, y no está claro como hemos de hacerlo para evitar consecuencias», reflexiona un dirigente nacionalista que hace referencia a la alcaldesa de Sant Cugat y presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa, cuando afirmó hace apenas un mes que «el referéndum puede ser que no se pueda hacer, hemos de ser realistas».
El PDeCAT ostenta 431 alcaldías en Cataluña sobre un total de 947 municipios. De estos, sólo forman parte de la Asociación de Municipios por la Independencia 381, y algunos de ellos forman parte no tanto por el entusiasmo del PDeCAT sino por las mayorías independentistas que se configuran en estos municipios. Las dudas y la incertidumbre están sobre la mesa y algunos de estos alcaldes se han negado a firmar mociones para coordinar el 1-0 en sus municipios. Los más sonados, el alcalde de Reus o el de Vilaseca, que además es presidente de la Diputación de Tarragona, pero la falta de cohesión «independentista» se ha detectado en otros municipios como Salou, Creixell, Sant Martí de Riucorb, Sant Quirze de Safaja o Sant Feliu de Pallerols, sin olvidar a la todopoderosa alcaldesa de Sant Cugat, Mercè Conesa.
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