Valencia
Las claves de por qué los separatistas logran la mayoría en escaños pese al impulso de Arrimadas
Un reparto proporcional de escaños o una circunscripción única habría dejado a los independentistas sin mayoría. Ciudadanos arrebató a PP y PSC más de 300.0000 votos
Un reparto proporcional de escaños o una circunscripción única habría dejado a los independentistas sin mayoría. Ciudadanos arrebató a PP y PSC más de 300.0000 votos. No ha habido trasvases significativos entre bloques.
La composición del próximo Parlamento catalán no se corresponde con el voto de la ciudadanía y es la única razón que ha dado la mayoría en escaños a los separatistas.
Reparto injusto de escaños
Un reparto proporcionado al número de habitantes de la provincia o una circunscripción única de Cataluña, como sucede en España con las elecciones europeas, dibujaría un Parlament distinto y en que los separatistas no tendrían mayoría, pues entre las tres candidaturas independentistas sumarían 66 escaños y no 70 como ahora. La mayoría absoluta se alcanza con 68 escaños. Mientras que los partidos constitucionalistas sumarían 59 y no 57, como sucede con el injusto sistema actual de reparto de escaños. Los comunes pasarían de 8 a 10 parlamentarios.
El actual reparto de escaños en Cataluña no es proporcional a la provincia, primando a las dos más despobladas pero a la vez cuna del independentismo: Gerona y Lérida, en donde tradicionalmente el independentismo alcanza dos tercios de los votos y en donde en lugar de que contasen con 20 escaños entre las dos, se les asignan 32, es decir, 12 más de los que les corresponderían, primando de este modo a los partidos independentistas. En cuanto al movimiento de votos entre partidos, seis son los grandes flujos migratorios que tuvieron lugar el 21-D:
196.000 votantes del PP pasan a Ciudadanos
El más importante es la transferencia de 196.000 votantes populares a los naranjas. Esto representa el 56,2% del total del voto autonómico del PP en Cataluña, que ha supuesto el debilitamiento del Partido Popular, mientras que para Ciudadanos representan el 17,8% del total de sus votantes.
Los nuevos votantes, a Cs
El segundo trasvase de magnitud ha sido la captación por Ciudadanos del 30,4% del total de los nuevos votantes (abstención en 2015 o jóvenes que se incorporan al censo al llegar a su mayoría de edad). Esto es un aporte de 154.000 votos para Ciudadanos. Aunque sólo supone el 1,4% del voto que obtiene el partido naranja.
109.000 votos de la CUP pasan a ERC
Hay 109.000 votos que cede la CUP a ERC. Estos votos de los antisistema representan un elevado porcentaje del electorado de CUP, concretamente el 32,2%, que marcharon al partido de Junqueras y que han supuesto el 8,2% del voto recibido por ERC el 21-D.
El PSOE regala 108.000 votos a Cs
Con respecto a los 108.000 votantes socialistas que se unen a los de Arrimadas, éstos significan el 20,7% del voto del PSC y el 9,8% de los votos que recibió Ciudadanos en la jornada electoral del jueves.
De Podemos al PSC
El quinto movimiento de votos más importante es el que ha transitado desde los votantes de la antigua coalición CSQP, ahora CeC-Podem, hacia el PSC. Se trata de 81.000 votos, que representan el 22% del total de la base electoral morada de 2015 y que han supuesto una inyección de votos vital para el PSC, lo que supone el 13,4% del total del voto socialista del 21-D.
La herencia de JxSí
En sexto lugar se halla el reparto entre JxC y ERC de los restos de la antigua coalición Juntos por el Sí. Los de Puigdemont se quedan con el 47,3% de la herencia: 770.000 votos. Y los de Junqueras, con el 40,4%: 658.000 votos. El restante 12,3% de los votos de la anterior alianza, 201.000 votos, eligen opciones que no son ni JxC ni ERC, principalmente la abstención y el PSC. Es el voto sensato con el que contaban y que les ha dado la espalda. Para los del JxC este botín de 770.000 votos ha sido clave, pues ha representado el 81,8% del total de su voto. Mientras que para ERC, el voto rescatado de JxSí, supone el 70,8% de sus actuales votantes.
Poco trasvase entre bloques
Ningún trasvase significativo se ha registrado interbloques, salvo los 63.000 votos de la antigua JxSí al PSC. Prácticamente todos han sido endogámicos, de una partido a otro pero dentro de cada bloque, unionista o separatista. El intercambio de votos entre los bloques ha sido mínimo.
Lo que ha quedado demostrado es que Puigdemont es la confusión y el caos. Domina el juego de los bajos fondos y no ha dudado en jugar sucio durante su mandato y en estas elecciones. Teatralización victimista. Mussolini y Lazarillo de Tormes a la vez. Intento de traición a sus socios de ERC y CUP, y posterior fuga. Pretende quebrar el Estado de Derecho. Transmite a los suyos una falsa percepción de astucia y tacticismo para intentar tapar sus limitaciones. Vende la mercancía averiada de poder derrotar a España. Se cree un Napoleón en Elba con posibilidades de volver a ocupar la jefatura de la Generalitat, pero su sino es Santa Elena o Estremera.
Cataluña no solo está ya en la vía de Quebec, una vía muerta que no lleva a ninguna parte que no sea su ruina económica, la fractura social, y la guerra civil fría entre catalanes. Sino que camina sin solución de continuidad al enfrentamiento civil que vivimos en los años setenta y ochenta en Irlanda del Norte.
Sus empresas y también sus gentes mejor preparadas comienzan el éxodo, asentándose preferentemente en las regiones vecinas de Aragón, Baleares y Valencia, antiguos territorios de la Corona de Aragón, y también en Madrid. El 99,3% de las más de tres mil empresas que han abandonado Cataluña desde el 1-O se reubican en territorio nacional. Por lo que se está engrandeciendo a diversas comunidades en detrimento de Cataluña.
Suicidio económico
España asiste incrédula al suicido económico y social de Cataluña. El partido del president, es decir del ex presidente, es hoy más un partido xenófobo al estilo de los que han aparecido en la última década en Países Bajos, Austria y Alemania. Su deriva de extrema derecha contrasta con el centrismo liberal de la extinta Convergència Democrática de Cataluña. La solución pasaba por que el 21-D el catalanismo reformista y pactista reaccionara y con su voto al PSC o con la abstención, liquidara el procés. Pero no lo ha hecho. Tan culpables de la catástrofe que se cierne sobre Cataluña son los hasta ahora nacionalistas moderados como los radicales. Los llamados catalanistas reformistas, no independentistas, han hecho saltar los puentes que aún quedaban en pie. La democracia ya no tiene interlocutores en Cataluña, salvo los representantes de los partidos nacionales en la región: Cs, PSOE y PP.
Plazo para otras elecciones
Legalmente no podrá haber nuevas elecciones catalanas hasta dentro de un año. Por lo que Cataluña tendrá un Gobierno independentista el próximo invierno, salvo que sea descabezado por el Estado aplicando nuevamente el artículo 155 de la Constitución. Obviamente, los partidos secesionistas harán todo lo posible para que el Estado aplique la ley y los aleje del Gobierno de la región. Por dos razones: primera, porque no quieren administrar el caos económico que se cierne sobre la región y, segunda, porque rentabilizan su expulsión de las instituciones y la intervención de la autonomía por parte de Madrid.
Los próximos doce meses serán decisivos para desenmascarar a los independentistas. De aquí a un año la recesión económica, el crecimiento del paro y el enfrentamiento entre catalanes harán irrespirable el ambiente. Los que el 21-D han votado a los partidos de la DUI tendrán una segunda oportunidad para rectificar en los próximos comicios. No se les pide que voten a los partidos «monárquicos», simplemente absteniéndose o votando a alguna otra nueva opción política reformista, catalanista y pactista que pudiera y debiera surgir en Cataluña.
Electorado envenenado
Dos tercios de los ex votantes de CiU no eran independentistas antes de 2012. Tras el inicio del «procés», sólo un tercio se mantuvo contrario a la independencia. Pero prácticamente la totalidad apoyaba un referéndum. No lo habrá, ni tampoco independencia ni cupo ni pacto fiscal ni Estado federal. Pero este electorado no lo quiere asumir. Está envenenado por las consignas, primero de Mas y desde 2015, de Puigdemont. Sólo el «mea culpa» de los votantes del ámbito nacionalista puede devolver Cataluña a la normalidad, de lo contrario deberán despertar de su sueño de forma abrupta abocados a la crisis económica crónica y al enfrentamiento civil.
España no abandonará nunca a los millones de catalanes que se sienten españoles ni a Cataluña y tiene recursos para garantizar la presencia del Estado en la región y la unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. No hay diálogo, negociación o contubernio posible con los independentistas. Sólo tienen una vía de escape, su aceptación de la legalidad democrática española, y ello supone reconocer su enésima derrota frente al Estado. Es decir, sólo una rendición incondicional y un relevo al frente de las fuerzas nacionalistas catalanas posibilitaría evitar males mayores, pero el daño ya está hecho y es irreparable. Aunque la reconciliación entre catalanes es posible de este modo, ya es tarde para evitar la catástrofe económica que colapsará Cataluña. Si los nacionalistas no dan su brazo a torcer, la catástrofe será, además, social y civil.
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