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Puigdemont busca un mediador en el Vaticano
El president, irritado porque una entrevista suya en la BBC salió antes de lo deseado con el mensaje de la independencia en 48 horas y truncó la mediación.
El president, irritado porque una entrevista suya en la BBC salió antes de lo deseado con el mensaje de la independencia en 48 horas y truncó la mediación.
La sensación de vértigo se ha instalado entre los estrategas independentistas, rehenes de sus propios planes para proclamar la República catalana en un tiempo récord tras el simulacro de referéndum del pasado domingo. Decía Carles Puigdemont hace poco que «no existe un botón de la independencia», pero en ocasiones y, a la vista de la velocidad que están cogiendo los acontecimientos, lo parece. «Vamos a declarar la independencia 48 horas después de que sean oficiales los resultados», declaró Puigdemont en una entrevista emitida por la BBC –la televisión pública británica– anteayer.
El momento en que se ha difundido esta entrevista ha irritado enormemente al presidente de la Generalitat, que no contaba con que sus declaraciones fueran hechas públicas anteayer, momentos antes de la alocución del Rey, sino más adelante. Fuentes conocedoras de ese enfado explicaron a este diario que la difusión de esa entrevista anteayer fue «un tiro en el pie» porque «el presidente de la Generalitat tenía la intención de apelar a la mediación internacional» para buscar una salida al conflicto catalán y no convenía explicar en ese momento sus intenciones. Y más concreto todavía: el Vaticano gustaba particularmente como puente con el Gobierno.
Lo cierto es que el presidente de la Generalitat siempre ha dado una gran importancia a que sus mensajes tengan presencia internacional. De ahí su interés por aparecer en entrevistas en medios extranjeros y, en particular, en los de ámbito europeo. Puigdemont es consciente de que el mediador por el que suspira no puede surgir del ámbito de la UE –parte interesada en el pulso que mantiene la Generalitat con el Gobierno– y, por eso, señaló entre sus preferencias al Vaticano, cuya competencia diplomática es extraordinaria y acreditada.
La entrevista de la BBC rompió los tiempos de Puigdemont, que, ayer, durante un mensaje institucional se cuidó mucho de no repetir ninguna pista relacionada con la declaración unilateral de independencia. De hecho, fueron sus socios de la CUP los encargados de poner fecha y hora a la ruptura. Lo hicieron con tanta claridad –será el lunes– que, por momentos, pareció que invitaban al Parlament a los poderes del Estado a la sesión.
Pero el presidente de la Generalitat parece ahora centrado en que la posibilidad de una mediación coja vuelo, a pesar del rechazo expresado por el PP. Puigdemont, bien conectado con el mundo de Podemos, celebró su propuesta de una interlocución alumbrada por la formación de Pablo Iglesias, a pesar de que los populares no tardaron en situarla en vía muerta. En el mismo sentido se ofrecieron el PNV y también el PSC.
El interés por la mediación va acompañado de las urgencias que marcan los planes independentistas y que, en ningún caso, parecen facilitar la tarea de abrir conversaciones con el Gobierno para reconducir la crisis política. Al contrario. A falta de tan sólo cuatro días para aprobar la declaración unilateral de independencia se hace prácticamente impensable que el Gobierno acepte sentarse a la mesa, ya que el Parlament prepara el desafío de mayor envergadura a la Constitución conocido hasta ahora.
A pesar de estar preparando una segunda voladura contra el ordenamiento jurídico español, Puigdemont empleó su mensaje institucinal de ayer para apelar en varias ocasiones al «diálogo» y a la «mediación» para tratar de solucionar la crisis sobre la tesis de que Cataluña «quiere continuar contribuyendo al desarrollo del Estado español y jamás va a prescindir de la enorme riqueza que representa la pluralidad». «Siempre mantendré una puerta siempre abierta al diálogo», aseguró.
En todo caso, no olvidó dirigirse a los suyos y aseguró que la independencia de Cataluña está «más cerca que nunca» y se comprometió a no desviarse «ni un milímetro del compromiso de paz y serenidad pero a la vez de firmeza con la que queremos hacer las cosas».
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