Cataluña
Jordi Pujol, a sus hijos: «Tranquilos, yo ya conozco la cárcel»
Acorralados por la Justicia, salpicados por los escándalos y con su red de testaferros y sociedades interpuestas al descubierto, el clan de los Pujol –durante décadas la familia más poderosa de Cataluña– ha empezado a escribir el último capítulo de su historia
De honorables a justiciables. De temidos a denostados. El pasado miércoles, cuando se produjo el registro en el domicilio del matrimonio Pujol-Ferrusola, la historia de quien fuera el hombre más poderoso de Cataluña se tambaleó del todo.
De honorables a justiciables. De temidos a denostados. El pasado miércoles, cuando se produjo el registro en el domicilio del matrimonio Pujol-Ferrusola, la historia de quien fuera el hombre más poderoso de Cataluña se tambaleó del todo. Acorralados por la Justicia, salpicados por una tromba de escándalos, con una red de testaferros y sociedades ocultas en paraísos fiscales, la sombra de su detención amenazaba con fuerza y así lo pedían los agentes de la UDEF. Finalmente, ello no se produjo ante la negativa de la Fiscalía al juez de La Mata, que había ordenado la «operación Hades». Fueron momentos terribles para Jordi Pujol, su esposa Marta y los dos hijos que allí se encontraban, Jordi y Oleguer. Según fuentes de la investigación, la «Dona» estaba indignada y el patriarca, sereno. Fue entonces cuando el ex presidente se dirigió al primogénito y al menor de la familia: «Tranquilos, yo ya conozco la cárcel», al recordar sus años en la antigua prisión de Torrero, en Zaragoza, donde como médico trabajó en la enfermería.
De luchador antifranquista a defraudador acusado por la Justicia. En 1960 Jordi Pujol era un joven catalanista en contra de la dictadura que fue condenado a siete años de cárcel. En Torrero, donde finalmente cumplió dos y medio, le visitaban su esposa Marta y su hijo mayor, Jordi. Allí comenzó su leyenda de político emblemático, honorable, fervoroso de Cataluña. Ahora las cosas son bien distintas, bajo una mafia organizada que cada vez aflora más entramado de dinero e imponente fortuna oculta. Pero los Pujol siguen unidos como una piña. «Esto es un atropello, un juicio paralelo demoledor contra quien hizo todo por Cataluña», dicen airados en el entorno de la familia. En efecto, para ellos esto forma parte de un ataque al soberanismo y a Cataluña. La frase del patriarca encierra la clave de su pensamiento: antes preso por nacionalista que por chorizo. Siempre mártir, nunca delincuente.
Hace tres años, un informe de la UDEF arrancó la primera conclusión: una trama de comisiones para financiar el partido de Convergencia y desviación de fondos a cuentas personales de sus dirigentes. Era el punto de partida de la tormenta, de la investigación por presunto blanqueo y delito fiscal contra los Pujol. Un clan perfectamente organizado, una trama al servicio exclusivo de la familia. «Todo esto se sabía hace treinta años, pero todo el mundo callaba», reconocen veteranos convergentes. El poder del ex presidente era enorme, la influencia de su mujer y sus hijos, desmesurada. Según fuentes de la investigación, el patriarca era el cerebro, su mujer inductora, y sus hijos movían comisiones y dinero a espuertas bajo la batuta del mayor y el menor, Jordi y Oleguer. Aunque los siete vástagos de la familia están ya imputados, era estos dos quienes articularon un imperio societario y colocaron un inmensa fortuna en paraísos como Belice, Panamá, Barabdos, Curaçao y las Islas Caimán.
Jordi Pujol Ferrusola fue el primero en ser salpicado por los escándalos a raíz de unas explosivas declaraciones de su antigua novia, María Victoria Álvarez, sobre los famosos «maletines» a Andorra. Primogénito del matrimonio, estudió en la Escuela Costa y Llobera de Barcelona, cuna de muchos dirigentes nacionalistas. Se integró en las Juventudes de Convergencia y tuvo su primer empleo en la empresa Tipel, propiedad del poderoso ex secretario de la Generalitat, Lluis Prenafeta. Allí también trabajó Artur Mas y comenzó a fraguarse una trama que condujo a Prenafeta a la cárcel por el «caso Pretoria» de corrupción urbanística. Jordi era un joven impulsivo, de carácter fogoso, que acumuló cargos en empresas en Méjico y Argentina. Aficionado al lujo, conocida era su potente colección de coches valiosos y de relojes de marca. De los siete hijos de Pujol, siempre fue el más aficionado a la vida social y a las mujeres, lo que provocó su separación de Mercé Gironés. Sus acciones en un lujoso hotel de Acapulco fueron el inicio de una madeja que le atribuye movimientos de treinta millones de euros desde Andorra a otros paraísos fiscales.
El segundo de los varones, Josep, responsable de la división internacional de Indra, puesto que ahora tiene en el alero por la imputación, es ingeniero industrial y regularizó dos millones de euros tras acogerse a la amnistía fiscal del Gobierno. Discreto y reservado, ha sido de los últimos en ser imputado. En su imponente mansión de la Cerdaña se refugió Jordi Pujol tras la confesión de sus cuentas en Andorra. Su hermana Marta, la mayor de las chicas, estudió Arquitectura y realizó numerosos proyectos para la Generalitat cuando la presidía su padre. Algunos contratos eran millonarios y se efectuaron sin concurso público, por adjudicación directa. Su hermano Pere, ingeniero agrónomo y consultor ambiental, también gozó de jugosos contratos con el gobierno catalán y se asoció con Josep en la consultora Europraxis. En aquella época colaboró con el departamento de Industria cuyo secretario, en el año 2002, era curiosamente el quinto hijo, Oriol Pujol Ferrusola, el único que se dedicó de lleno a la política.
Considerado «el delfín», Oriol estaba destinado a ser el heredero político de Jordi Pujol i Soley. Con cuarenta y seis años llegó a la cúpula de Convergencia y ocupó el mejor puesto para ser presidente de la Generalitat. Licenciado en Veterinaria, hizo un máster en el IESE y se volcó en la carrera política junto a un estrecho colaborador y amigo, Artur Mas. Pero la trama de las ITV cercenó de cuajo su carrera. En los círculos convergentes se le conocía como «el príncipe», sucesor de la dinastía. Acumuló un enorme poder en el partido, tuvo puestos en la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y fue portavoz en el Parlamento catalán. De carácter muy parecido a su madre Marta, nunca ocultó sus simpatías independentistas, pero su ambición política quedó truncada tras las ITV. Fue el ocaso de la familia en el partido fundado por el patriarca para dar paso al nuevo «hereu», Artur Mas. Apartado por completo de la política, su imputación fue un golpe muy duro para Jordi Pujol, reconocen fuentes de la familia.
La hija menor, Mireia, es la más alejada de los focos mediáticos. Estudió danza, llamada por ello «la bailarina», y trabaja en un centro de fisioterapia en Barcelona. Fervorosa independentista, en 2007 se afilió a la plataforma secesionista «Soberanía i Progrés», vinculada a Esquerra Republicana. El otro gran cerebro de la trama es el benjamín, Oleguer Pujol Ferrusola, conocido como «el rasputín» por su olfato para los negocios. Es el hijo que aparece en más sociedades, con cargos en numerosas empresas y en el consejo de administración de catorce compañías. Estudió Económicas con un máster empresarial en Londres, administrador único de un entramado societario, Drago Capital, dedicado al negocio inmobiliario. Le compró a Prisa sus tres edificios históricos, dos en Madrid y uno en Barcelona, y aparece como socio en varias promotoras en Suiza y Holanda de macro operaciones inmobiliarias bajo sospecha. También independentista, creo la plataforma «Freedom for Catalonia».
Pero la historia del clan Pujol no puede cerrarse sin el papel de las esposas. La sombra de Marta Ferrusola, la influyente matriarca, ha inundado miles de páginas, aunque la imagen de sus nueras es altamente desconocida para el gran público y ha salido veladamente a la luz a raíz de los escándalos que atenazan a la familia. ¿Víctimas o beneficiariaas del apellido? Ésta es la gran pregunta al hablar de un grupo de mujeres bien instaladas en la sociedad catalana, cómplices y compañeras, pero de las que en el entorno familiar se habla con respeto. «Ellas ya tenían posición y dinero, no necesitaban casarse con un hijo de Pujol para medrar», aseguran en el círculo pujolista, donde el matriarcado siempre ha estado presente. Aquí nadie lo duda: las señoras mandan. Tal vez por la influencia de la abuela, María Soley, y sobre todo de Marta Ferrusola, los hijos del ex presidente de la Generalitat buscaron mujeres de fuerte personalidad, ninguna pobre o de mala familia. La esposa, hijas, nueras y nietas de Jordi Pujol han tenido casas, cuentas corrientes y negocios con un sentido casi sagrado de la vida familiar. Incluso Mercé Gironés, la ex esposa del primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, una vez separada, siguió en cabeza de la economía conyugal y le acompaña en el calvario judicial.
Mercé Gironés, Anna Vidal, Laura Vila y Sonia Soms son las cuatro nueras de Jordi Pujol y Marta Ferrusola. Todas ellas «niñas bien» de la burguesía catalana, con ilustre apellido, esmerada formación y educadas en colegios religiosos en Cataluña y el extranjero. De hecho, algo que las une es su profunda espiritualidad y pasión por la trascendencia. Según amigos cercanos, las mujeres de los hijos del ex presidente tienen carácter y son férreas defensoras del núcleo familiar hasta el extremo. «Mandonas y esotéricas, casi obsesionadas con el más allá», aseguran quienes las conocen, tras destacar su absoluta lealtad al clan. Ello se ha visto en el proceso judicial, en el caso concreto de Mercé Gironés y Anna Vidal, imputadas con sus respectivos maridos, Jordi y Oriol. Ambas son también las de mayor protagonismo en la vida pública catalana, si bien ahora la guadaña judicial las tiene muy apartadas.
La primera fue la nuera por excelencia, al casarse con el primogénito y dar a luz una «nietísima» de campeonato. Mercé Gironés Riera, miembro de una selecta familia del mundo cultural barcelonés, se separó de Jordi Pujol Ferrusola harta de sus infidelidades, pero jamás dejó los negocios familiares y casó a su hija mayor, Merceditas, con el heredero de una de las mayores fortunas de México, Ignacio García de Quevedo. Estudió Literatura y Periodismo en la Universidad de Barcelona, vivió en Londres, Nueva York y siempre le gustó el lujo. «El dinero te da el glamour», les confesaba hace años a unos amigos íntimos. El «bodón» de su hija fue por todo lo alto y ella la visita menudo en Miami, donde su yerno trabaja en un fondo de inversión americano. «A Jordi y Mercé les gustaba vivir a todo tren», afirman en el entorno. La pareja se separó hace años, pero su relación sigue siendo muy buena. Amigos comunes opinan que Mercé fue un gran apoyo ante los ataques de María Victoria Álvarez, «la amante del pecado», que divulgó las cuentas turbias del clan. «A Jordi le vuelven loco los coches y las mujeres, pero esta tipa nunca fue nada serio», asegura una fuente cercana, que califica a Victoria de «despechada y maniobrera».
La otra nuera de Pujol, en su día aspirante a primera dama de Cataluña, es Anna Vidal Maragall, esposa el delfín Oriol. Emparentada con la familia de Pascual Maragall, estudió Derecho y se casó con «el príncipe», con quien compartía ambiciones políticas, veleidades soberanistas y negocios. Anna está inculpada junto a su marido en el caso de las ITV y, como Mercé Gironés, ha tenido que comparecer ante los jueces. Según fuentes cercanas, lleva una vida más discreta y no tiene gustos tan caros como su ex cuñada. Le apasiona la política, pero se quedó con las ganas de ser inquilina de la Generalitat tras la imputación de Oriol. El matrimonio vive ahora recluido en su casa de Orús, en el Pirineo gerundés, y no quiere saber nada de nadie. «Está siendo todo muy duro», confiesan sus amigos.
Casos muy distintos son los de las otras dos nueras de Pujol. Laura Vila Sagnier es la esposa de Josep, un hijo bastante desconocido hasta la imputación. Pertenece a una familia de la alta burguesía catalana, extremadamente discreta, muy espiritual y aficionada a la literatura hindú y al bikram yoga, que practica en un gimnasio de Barcelona. Apasionados del campo y el senderismo, la pareja pasa mucho tiempo en su mansión de la Cerdaña, donde se refugió el ex presidente tras confesar la existencia de las cuentas opacas en Andorra. Sonia Soms, la llamada «artista» dentro de la familia, es la mujer del menor de la saga, Oleguer. De buena cuna en el sector textil de Tarrasa, estudió Bellas Artes en Nueva York y fundó su propia empresa de interiorismo en Barcelona. Es una decoradora de prestigio y se casó con el benjamín de los Pujol en Formentera, en una boda minimalista, algo hippy. En el entorno familiar aseguran que Laura y Sonia son las únicas que se han mantenido al margen de los negocios del clan, dedicadas a su trabajo y a sus niños. Laura, en una librería que regenta con otras amigas, y Sonia, en su estudio de decoración. Son, además, quienes mejor relación tienen con Marta Ferrusola, una suegra «de armas tomar», auténtica matriarca de la saga.
En los casi treinta años como president nadie se atrevió, quiso o pudo levantar la voz a Jordi Pujol y su familia. Todos ellos incrementaron su patrimonio gracias al apellido y al poder a costa de la Administración catalana. Todo el mundo entona ahora el «ya se sabía», pero nadie lo denunciaba. Muchos antiguos altos cargos recuerdan ahora cómo los hijos del patriarca los acompañaban en viajes oficiales a países en los que acabaron haciendo negocios. Uno de ellos define con ironía la situación: «No se le puede reprochar a Pujol que no cuidara de su prole...».
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