El desafío independentista
Rajoy apurará la legislatura tras el «rescate catalán»
En el primer año de su segundo mandato en su equipo lo ven tranquilo: «Está acostumbrado a vivir al límite y salir bien parado». Espera sacar adelante los presupuestos con el apoyo del PNV después de Navidad y tomar aire hasta las autonómicas de 2019
En el primer año de su segundo mandato en su equipo lo ven tranquilo: «Está acostumbrado a vivir al límite y salir bien parado». Espera sacar adelante los presupuestos con el apoyo del PNV después de Navidad y tomar aire hasta las autonómicas de 2019.
Mariano Rajoy cumple un año de su segunda Legislatura como presidente del Gobierno y no quiere celebrar aniversarios. La situación en Cataluña impone la prudencia y la austeridad en los festejos políticos en un momento en el que, además, el Gobierno ha optado por un perfil bajo para administrar la gestión de la intervención de esa comunidad autónoma en aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Dentro del equipo que le viene acompañando durante estas dos Legislaturas comentan que Rajoy está acostumbrado a «vivir al límite, y salir siempre bien parado». Será por eso o por carácter, pero él aparenta estar tranquilo ante sus ministros y sus colaboradores más próximos del partido. Hay más preocupación en su entorno que la que él, al menos, demuestra ante cómo pueden evolucionar los acontecimientos en la campaña catalana y sus consecuencias en la estabilidad de la Legislatura.
De hecho, en estos momentos, y sin el apoyo del PNV para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2018, el líder del PP mantiene su plan de intentar agotar la Legislatura hasta 2020, o como poco hasta 2019, coincidiendo con las elecciones autonómicas y municipales.
La escenificación por parte del PNV de que rompía la negociación con el PP por la aplicación del 155 en Cataluña ha llevado a que entre en juego la hipótesis de que Cataluña se lleve por delante la Legislatura nacional y provoque elecciones generales el año que viene. Rajoy, sin embargo, «no contempla esa opción», confirma, informalmente, un miembro de su Gabinete.
Rajoy juega con los tiempos y con la información. Comparte la justa, a veces, ninguna, incluso entre sus más cercanos. Y su equipo confía en que esta vez, igual que ha ocurrido en las demás ocasiones en las que «ha estado al límite», «acierte en los plazos y también en anticipar los movimientos del adversario». Evidentemente, la situación catalana determinará la postura del PNV. Y técnicamente se pueden prorrogar otra vez los PGE de 2017, pero, como precisan en el PP, «sería algo bastante inédito, ya que nunca se ha prorrogado dos veces el mismo Presupuesto, aunque por poder se puede». En cualquier caso, en la cúpula popular han empezado a trabajar con la hipótesis de que se puedan aprobar las cuentas de 2018 «unas semanas después de Navidad». Hay contactos discretos abiertos, y los puentes entre el PP y el PNV no se han roto del todo fuera de los focos y de la puesta en escena en público, como sí ocurrió hace tiempo con la antigua Convergéncia.
Si Rajoy ha conseguido superar la recesión y el cambio en la jefatura del Estado, ahora tiene a su partido detrás, y unido, para hacer frente a la ofensiva independentista. Cataluña lo ha tapado todo, la recuperación económica y el control de la arena internacional que le falló a veces en la primera Legislatura de Gobierno, también su soledad parlamentaria. Pero, de momento, el análisis que hacen en la dirección popular es que la gestión del artículo 155 les puede beneficiar electoralmente aunque en Cataluña sea mucho más complicado que en el resto de España sacar alguna ventaja de la imagen de Rajoy como «salvador» de la unidad nacional. Desde el punto de vista legislativo, este mandato está hipotecado a la situación de gobierno en minoría, y aunque hay cuestiones de alcance aún pendientes, como el pacto educativo o el de las pensiones, Rajoy ha optado por ir ganando tiempo y vadear las dificultades en el Parlamento con la línea roja de mantener el grueso de sus reformas económicas para que la maquinaria económica no se ralentice. De hecho, aunque la presión catalana baje tras los comicios de diciembre, y todo dependerá del resultado electoral y de la estrategia independentista, en la cúpula popular asumen que tampoco habrá margen para impulsar reformas de mucho calado antes de las siguientes elecciones. A partir del año que viene, y con la vista puesta en las autonómicas y municipales, la tensa relación con altibajos con Ciudadanos (Cs) se volverá «cada vez más complicada». «Si ya nos ha sido difícil convivir sin la presión electoral cerca, cuando empiece a oler a elecciones ya sólo habrá sitio para la confrontación. Y si a nivel nacional se puede disimular un poco más, en comunidades y ayuntamientos habrá una pelea a cara de perro porque ahí las cosas no han sido fáciles ni en los momentos de paz», detalla un alto cargo de Génova. Los dos partidos compiten por el mismo electorado, y el PP asume que si Cataluña deja de ocuparlo todo, Cs volverá a intentar hacerles daño con la bandera de la regeneración democrática y de la lucha contra la corrupción. «No tienen otra cosa», apuntan.
Así que en lo que está Rajoy es «en aguantar» ante la crisis catalana, sin la mínima cesión en la defensa de la unidad territorial. «Resistir» para llegar a las autonómicas y municipales en condiciones de presentarse como garante de la soberanía nacional, sin daños colaterales en la imagen del PP en otras comunidades autónomas como Galicia, y con un buen expediente económico. Todo puede complicarse si de las elecciones del 21-D sale una mayoría secesionista que se niega a reconocer que no se puede volver a la pantalla de la declaración unilateral de independencia y de la República catalana, pero ante ese supuesto, el líder popular cuenta con la baza de que PSOE y Cs no tienen margen para distanciarse del Gobierno, y de que tampoco habrá grietas en el apoyo de la comunidad internacional.
«El partido no le permitiría a Rajoy que diera un paso atrás en la defensa de la unidad nacional. Tendría que dejar su despacho en la sede de Génova, y él lo sabe. Pero es que además él, como presidente del Gobierno de España, jamás se moverá de la posición que ha fijado. Si el independentismo rectifica y renuncia a la ilegalidad, se sentará a hablar. Pero sólo con esa condición». Y la reforma constitucional será «un elemento de entretenimiento» para lo que queda de Legislatura si se dan las circunstancias para activarla en serio, pero «el presidente sigue también convencido que de ahí no saldrá nada tangible por falta de consenso».
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