El periscopio

Sánchez-Feijóo: el gran desencuentro

Ni siquiera ahora, con la profunda crisis mundial que nos atenaza, el presidente del Gobierno se ha dignado llamar al líder del PP para informarle de la posición de España

El presidente del gobierno Pedro Sánchez recibe al nuevo líder de la oposición del Partido Popular , Alberto Núñez Feijóo, en el palacio de la Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Moncloa, en el palacio de la MoncloaAlberto R. RoldánLa Razón

Lo comentan en privado los ex presidentes del Gobierno Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy. Pese las diferencias políticas, todos ellos mantuvieron un correcto diálogo institucional con el líder de la oposición durante su mandato. Esta costumbre la ha roto por completo Pedro Sánchez con Alberto Núñez Feijóo. Ni siquiera ahora, con la profunda crisis mundial que nos atenaza, el jefe del Ejecutivo se ha dignado llamar al líder del PP para informarle de la posición de España y los riesgos que afronta, así como de los compromisos internacionales, la seguridad europea, el aumento de los recursos en defensa y el envío de tropas a Ucrania. «Queremos saber cuánto va a costar y cómo se va a pagar», sentenció Núñez Feijóo el pasado jueves durante un acto del Foro Anfac, la patronal del automóvil. Ni una llamada, ni una posible cita ni de Sánchez ni de ninguno de sus ministros afectados a la sede de Génova trece. «Hay un profundo desencuentro», admiten dirigentes del PP como prueba de la pésima relación institucional entre ambos. Ante la falta de información Feijóo exige la comparecencia urgente de Pedro Sánchez en el Congreso: «Los españoles merecemos explicaciones sobre la postura de España», al tiempo que apuesta por «inteligencia y diplomacia» frente al insulto y la descalificación.

Sánchez, de momento, hace oídos sordos, A la misma hora en que Feijóo hacia esas declaraciones, el presidente participaba en un acto en Barcelona con todas las Cámaras de Comercio catalanas. Allí escuchó las preocupaciones del empresariado catalán, los retos de su economía y su lamento sobre el déficit crónico de inversión en infraestructuras. El Consejo de Cámaras le pidió medidas contra el absentismo laboral y la burocracia, mientras él defendió su ley de Vivienda, se comprometió a incentivar la oferta y reforzar la seguridad jurídica. Mientras Feijóo habló de la «paz injusta» para Ucrania del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el mandatario español reclamó «prudencia y firmeza» ante los planes del inquilino de la Casa Blanca, de los que discrepa en todo. Mañana lunes viajará a Kyiv para apoyar a Zelensky, pero ni un gesto de acercamiento al líder del PP, favorable a un incremento de los gastos en defensa, aunque reclama saber cómo se gastan los fondos públicos y las inversiones militares. «Este es un asunto de Estado que exige un diálogo de Estado entre los dos grandes partidos», dicen en el entorno del líder del PP, máxime cuando los socios radicales de Sánchez están en contra de aumentar los presupuestos en defensa.

Desde que accedió al liderazgo nacional del PP sus debates con Pedro Sánchez han sido sonados. En 2022, cuando resultó elegido presidente del partido, Feijóo tuvo su primer encuentro con el presidente socialista. «Aquí se juega en primera división», le espetó Sánchez en un tono un tanto chulesco. «Vengo entrenado», respondió el gallego. Unos días después, el 7 de mayo, Sánchez le recibió en La Moncloa pero la química entre ambos nunca ha funcionado. En diciembre de 2023 mantuvieron una tensa reunión en el Congreso, con el escenario caldeado. Feijóo había ganado las elecciones pero Sánchez logró la investidura de la XV Legislatura gracias a los votos del «bloque Frankestein». Nunca en la historia de la democracia se dio esta paradoja: el ganador no puede gobernar y el perdedor sí lo hace. Desde entonces sus enfrentamientos han sido continuos y las sesiones de control en el Congreso, cada vez más agrias. A Sánchez se le nota la aversión que siente hacia Feijóo con un rictus malhumorado y los carrillos del rostro hinchados, en un gesto muy suyo. La última sesión de control al Gobierno fue de traca. «Señor Sánchez tiene usted el Gobierno más caro y roto de nuestra democracia», acusó el popular. «Señor Feijóo es usted un puro engaño», le corneó el socialista.

Pero la fractura en la coalición y los socios parlamentarios se agiganta cada día. A la grave crisis con Yolanda Díaz y Sumar por la tributación del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), se añaden ahora las denuncias por acoso sexual contra el fundador de Podemos, Juan Carlos Monedero. Una historia escabrosa, que recoge graves acusaciones de alumnas en su clase de Ciencias Políticas y que ha provocado un auténtico terremoto en las filas moradas. Tras el escándalo similar de Íñigo Errejón, el protegido de Yolanda Díaz, y su salida como portavoz de Sumar en la Cámara Baja, sacude ahora a Podemos este nuevo episodio de vejaciones y presuntas prácticas de acoso sexual contra el fundador y gran ideólogo del partido morado. «No tengo nada que ocultar», ha dicho Monedero, ahora investigado por la Universidad Complutense. Por su parte, la secretaria general podemita, Ione Belarra, niega conocer estos hechos pero otras voces del partido reconocen que las primeras denuncias contra Monedero datan de 2016 y que, una vez más como en el caso de Errejón, la cúpula morada las ocultó.

El escándalo está servido y su difusión provocó un enorme revuelo en el Congreso. En un pasillo, el otrora ministro de Fomento y todopoderoso hombre fuerte del PSOE, José Luis Ábalos, era abordado por los periodistas. «Estoy centrado en mi defensa, soy el apagafuegos de algo que puede escalar», advirtió como un aviso a navegantes horas antes de su declaración en el Tribunal Supremo. Con medidas cautelares dictadas por el juez, Ábalos se mantuvo frío y sentenció una frase –«siempre que llueve escampa»–, en un lenguaje críptico que sus antiguos compañeros no se atreven a descifrar si pretende tirar de la manta. Sánchez ve como otro de sus socios queda salpicado por un sórdido episodio en la izquierda radical, carente de valores y principios, mientras en el PP observan las heridas y las 85 derrotas parlamentarias del Gobierno en la Cámara Baja. «Somos un partido responsable, pero no el bastón de nadie». Ahí queda eso.