Caso Pujol

«Todo se derrumba»

La Razón
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El patriarca de la saga, Jordi Pujol i Soley, como ausente y abatido. La «dona» Marta Ferrusola, con el gesto contenido y enrabietado. Fue la escena tremenda del matrimonio Pujol en su casa barcelonesa de Ronda del General Mitre cuando poco después de las ocho de la mañana agentes de la UDEF se personaron en su domicilio. «Pasen, no es la primera vez», les espetó Ferrusola con enorme frialdad al recordar que se produjo un idéntico registro en octubre de 2015. En este momento, se encontraban en la residencia familiar el ex presidente de la Generalitat, su esposa y su hijo primogénito, Jordi Pujol Ferrusola a quien, por expresa petición de sus abogados, el juez De la Mata permitió estar presente en el registro de casa de sus padres. El hijo mayor del clan Pujol estuvo en todo momento en las diligencias, incluso en las del despacho del patriarca en la calle Calabria. Después, fue trasladado a la comisaría de la Policía Nacional en La Verneda, desde dónde se preparó su traslado a la cárcel madrileña de Soto del Real, donde el juez le ha decretado prisión incondicional.

Una persona de servicio, y una de las hijas del matrimonio Pujol, Mireia, estuvieron también presentes. Según fuentes judiciales, el registro no les pilló de sorpresa al ex presidente y su esposa, dado que en la noche del martes, tras su larga declaración en la Audiencia Nacional y la decisión del juez De la Mata del ingreso en prisión, los abogados de su primogénito les informaron del hecho. El equipo jurídico que dirige el letrado Cristóbal Martell logró el permiso del magistrado para que Jordi Pujol Ferrusola acompañara a sus padres en los registros, junto a un miembro del despacho que lleva su defensa. Según fuentes del bufete, el patriarca, de ya muy avanzada edad, se mantuvo en un segundo plano y comentó en voz baja: «Todo se derrumba». Una frase reveladora de que la impunidad del clan Pujol se ha acabado y el cerco a sus turbios negocios es ya absoluto.

Según ha sabido este periódico, hace días que la familia pujolista tenía malas noticias. Sus abogados les habían informado de que los movimientos y «trapicheos» del hijo mayor vaticinaban un duro auto judicial. Por ello, la noticia de la detención y los registros no les pillaron por sorpresa, si bien el patriarca de la saga había acudido al médico en la tarde del lunes por una molestia auditiva. El ex presidente está a punto de cumplir ochenta y siete años y arrastra una ligera cojera en la pierna izquierda, pero sobre todo una incipiente sordera junto a su tradicional «tic» nervioso ocular. «En general, está bien de salud, pero esto le ha dejado muy tocado», dicen en el entorno familiar, donde aseguran que «el clan sigue siendo una piña». Instalado en su nuevo despacho, recibe a muchas personas que él llama directamente sin pasar por secretaria, obsesionado con su etapa como presidente de la Generalitat, y asiste a la caída del mayor entramado de influencia en Cataluña.

Indignado, pero distante e impávido ante el desfile judicial de sus hijos. Así describen en su entorno el estado anímico de Jordi Pujol i Soley. Bajo esa frase de «siento mucho lo que está pasando», pronunciada a la salida de su despacho en la calle Calabria, personas próximas a la familia insisten en que el patriarca aún no entiende lo que sucede y defiende a sus hijos. Hace meses, decidió dejar su retiro, olvidar el ostracismo social y reivindicar su legado político. Empresarios, historiadores, periodistas y políticos veteranos compañeros de viaje que le han visitado coinciden en que sigue siendo un hombre vanidoso que intenta justificar sus casi veinticinco años como el dirigente más poderoso de Cataluña. Con preocupación por cómo será recordado, a todos ellos les trasladaba una advertencia: «La historia me hará justicia».

Hace algunos meses, Jordi Pujol dejó el improvisado despacho en la portería de su casa, en la Ronda barcelonesa de General Mitre, y se trasladó a uno nuevo prestado por su gran amigo Antoni Vila San Juan. Un millonario y mecenas que vendió su empresa farmacéutica y posee hoy una de las fundaciones más importantes dedicadas al Arte Contemporáneo catalán. «Presidente, humillaciones ni una», le dijo Vila San Juan cuando la Generalitat, tras el escándalo de las cuentas secretas, le retiró el despacho otorgado a los ex presidentes. Desde entonces, Pujol pasó a un espacio más digno en El Eixample, al que acude a diario con una disciplina germánica. Según su entorno, en el registro de ayer colaboró en todo momento con los agentes de la UDEF en presencia de una antigua secretaria de su etapa en la Generalitat. «Le quieren ver como un apestado social», denuncian sus leales, muy críticos con los registros efectuados.

En este sector afirman que el patriarca había superado una etapa muy dolorosa al inicio del «vía crucis» judicial de la familia. Pero que ahora, con la entrada en prisión de su hijo mayor, las cosas se complican. La actitud un tanto ausente de Pujol contrasta con la de su esposa, Marta Ferrusola, mucho más vehemente. La matriarca del clan sigue frecuentando sus locales de siempre, el mercado del Ninot, su peluquería habitual y una de las confiterías cercanas a su casa. Quienes la vieron en estas últimas horas la definen «muy resentida» con los actuales dirigentes de Convergència. «España tiene toda la culpa», suele comentar sin tapujos. La «dona», que en su comparecencia en el Parlament hace ahora dos años aseguró vivir «con una mano delante y otra detrás», no se para en barras y lo suelta a quien quiera escucharlo: «Los Pujol somos inocentes». Según estas fuentes, Ferrusola niega cualquier culpabilidad y lo atribuye todo a una «caza de brujas de España».

Denostado públicamente por el partido que él mismo fundó, criticado por aquéllos que todo le deben y alejado de cualquier prerrogativa, el que fuera Molt Honorable President, a sus 87 años, contempla la entrada en prisión de su hijo mayor, «el dinamizador» de la economía familiar como él mismo se definía. La familia sigue siendo una piña y parece que en el registro de la casa familiar de Queralbs, en Gerona, estuvo presente otro de los hijos del clan, Josep, también imputado, al igual que sus seis hermanos. Pese a los rumores, Jordi Pujol también se ha visto últimamente con su hermana María y su cuñado, sorprendidos por aquella herencia millonaria oculta en Andorra.

Pujol escribe sin cesar y ha creado la Asociación Serviol, una especie de página web sobre la historia de Cataluña. Lleva ya miles de folios archivados, como adelanto de lo que podrían ser unas memorias. «Tiene mucho que contar y en su momento lo hará», advierten sus leales, si bien sus críticos opinan que las memorias de Pujol «nunca serán válidas hasta que aclare sus cuentas». Pese a su edad, quienes le tratan aseguran que se mantiene en forma. Con los achaques propios de una persona mayor, camina con alguna dificultad y arrastra una ligera sordera, que le llevó a una intervención auditiva hace unos meses y colocar un sonotone. «Mantiene una memoria prodigiosa», afirman personas próximas a la familia. Ha vuelto a frecuentar el Círculo de Economía, asiste a algunas conferencias y acude a su librería habitual para comprar prensa extranjera en inglés y alemán, idiomas que domina a la perfección, y novedades editoriales de historia y novela negra, sus favoritos.