La amenaza yihadista
Estado Islámico: busco mercenarios españoles de 16 años por 300 euros
El DAESH carece en su estructura de una «cantera» de jóvenes que garantice el futuro.
El Estado Islámico, el DAESH, simultanea la estrategia bélica y la social. Los avances en el terreno militar los pretende sustentar en una estructura que le permita la configuración de una nación con todos sus elementos, en la que tan importantes son los hombres que combaten; los jóvenes en periodo de formación, adoctrinamiento y formación militar, como las mujeres que tienen niños y se ocupan de las labores del hogar como auténticas esclavas en todos los aspectos, incluido el sexual.
Los niños de familias que ya estaban asentadas en Siria e Iraq (más los de algunas familias extranjeras que se han incorporado en su conjunto) son permanente exhibidos en fotografías y vídeos por los responsables de la estrategia mediática del DAESH, con el fin tratar de demostrar que su proyecto está ya configurado en todos sus estratos de población.
Es una mentira más de las muchas que difunde el DAESH, pero dada la amoralidad e inhumanidad demostrada por los cabecillas de esta organización delictiva, todo vale, hasta mostrar a un niño disparando a la cabeza a varios prisioneros.
De lo que carece la banda yihadista, al menos en el número que quisiera, es de jóvenes en ese tramo entre los 12-13 y los 17-18 años, una necesidad perentoria para formarlos, a los varones, tanto en el plano militar como religioso con el fin de convertirlos en auténticos fanáticos. Y a las mujeres, para el papel que les espera. El asunto no es sencillo de resolver y los cabecillas yihadistas lo saben. Los jóvenes no tienen la facilidad de movimientos por la mayoría de los países, salvo que cuenten con permiso de sus padres o tutores. Por eso, la importancia de las investigaciones que la Guardia Civil ha desarrollado en los últimos meses y que han impedido que dos gemelos de 16 años partieran, vía Marruecos, hacia la zona de combate en Siria e Iraq. Contaban con el permiso de sus padres y, según pudieron comprobar los investigadores, era la madre la que, enviada a prisión por el juez, había actuado de presunta inductora.
La muerte de otro hijo,Yassin Atanji, el año pasado en zona de combate, lejos de disuadirla, la había animado a empujar a sus otros dos vástagos a que se hicieran «muyahidines» (soldados de Alá). Tras enviar varios meses a los gemelos a una escuela coránica en Tetuán, donde se habían radicalizado, todo estaba preparado para el viaje a la «guerra santa», impedido por la Benemérita. Según expertos antiterroristas, consultados por LA RAZÓN, éste es un caso que se ha conocido gracias a la labor de la lucha antiterrorista, pero ¿cuántos jóvenes están en la situación de los gemelos Atanji? ¿Cuántos están dispuestos a hacer el viaje, posiblemente sin retorno, a Iraq y Siria, con permiso de sus progenitores o falsificando papeles?
De momento, no hay respuesta, pero los agentes de información de occidente han abierto nuevas vías de investigación porque, si no se ataja al principio, el problema puede sumarse a los que ya crea con carácter general el DAESH.
Además, según las citadas fuentes, el incierto futuro laboral y la nula integración social son relevantes en sectores juveniles de la población musulmana que vive en occidente. Su futuro profesional se presenta negro mientras que el Estado Islámico les promete la lucha por un ideal y además... un sueldo.
Según documentos que se han incautado en recientes operaciones antiterroristas y que figuran en informes a los que ha tenido acceso este periódico, el DAESH tiene perfectamente estructurada su contabilidad de gastos e ingresos.
En los relativos a la ejecución de operaciones militares, se incluyen los salarios y pagos a los combatientes terroristas extranjeros. En función de su edad y experiencia cobran entre 300 (unos 275 euros) y 1.000 dólares (unos 917 euros) al mes. Todo hace pensar que los jóvenes que se puedan incorporar al DAESH estarán en la parte baja de la tabla salarial.
La citada documentación explica los numerosos gastos que tiene que afrontar el grupo terrorista: compra y reposición de armas y municiones; provisión de los servicios básicos para la población en su territorio; eventual ayuda (aunque por ahora no hay evidencias) de financiación y apoyo de sus franquicias en el exterior; (Libia, Sinaí, Pakistán, Península Arábiga...); reparación de los destrozos causados por los ataques de occidente; y, este es un capítulo importante, las campañas mediáticas internas e internacionales.
Las fuentes de financiación son, según los citados informes, los pagos por rescates; saqueo de bancos; donaciones; contrabando de antigüedades; tráfico de órganos humanos; impuestos, extorsiones y peajes; y, sobre todo, la venta de petróleo. Uno de los papeles que el DAESH podría tener reservado a los jóvenes que se fueran uniendo a sus filas es, además de su formación, participar en la red mafiosa que han montado en los territorios que han ocupado, ya que se trata de un «trabajo» para el que no es necesaria la formación militar. En los mencionados informes se subraya que, al menos ocho millones de sirios e iraquíes en un territorio de 200.000 kilómetros cuadrados viven bajo control pleno o parcial del DAESH. Desde Raqqa en Siria hasta Mosul en Iraq, los yihadistas han instaurado un sistema que combina una forma islámica de tributación con actividades propias del crimen organizado como robos, extorsiones, saqueos y contrabando de todo tipo de mercancías.
Tras la conquista de cualquier ciudad o pueblo, miembros del DAESH proceden a desvalijar meticulosamente las cajas fuertes de los bancos, como sucedió en Mosul.
Mediante la intimidación, el grupo ha implantado un ordenado sistema de extorsión a empresas y granjas agrícolas; grava por sus actividades profesionales a médicos y farmacéuticos; impone tarifas al transporte público y privado y, al más puro estilo mafioso, obliga a los cristianos y miembros de otras minorías religiosas, que optan por permanecer en sus hogares y no huir de los islamistas radicales, a pagar por su protección: se imponen pagos a las minorías a cambio de su no conversión. Solamente la extorsión que se realiza sobre los negocios de la ciudad de Mosul reportaría a las arcas yihadistas unos ocho millones de dólares (73 millones de euros) al mes. Se ha cifrado el total de lo recaudado por este concepto en unos 144 millones de dólares (131 de euros) al año.
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