Aborto
Aborto espontáneo, un duelo que deber ser atendido
Las mujeres que pasan por tan dolorosa pérdida no siempre son comprendidas
Frases como: ”bueno, eres joven, ya tendrás más”, “mejor así, además eran solo unas células”, suelen no ser las más típicas y también las menos apropiadas. La mujer que sufre un aborto espontáneo ha tenido una pérdida, la de su hijo. Y como ella así lo siente, es muy importante conceder ese espacio al duelo y comprenderla y apoyarla.
Se estima que uno de cada cuatro embarazos se interrumpe debido a un aborto espontáneo, la mayoría de ellos durante las primeras semanas de gestación. Llamamos pérdidas prenatales tempranas a aquellas que ocurren durante el primer trimestre, es decir durante la fase embrionaria. El motivo de estas pérdidas es casi siempre desconocido, en el 60% de los casos se debe a alteraciones cromosómicas. El embrión deja de crecer o el corazón deja de latir, y dada su alta frecuencia no suele realizarse ningún tipo de análisis patológico a menos que se haya repetido el suceso de forma consecutiva o haya ocurrido en reiteradas ocasiones.
Sin embargo, aunque sea normal en términos estadísticos, el hecho de que una mujer sufra un aborto de estas características no le resta trascendencia en términos psicológicos. El deseo de tener un hijo/a surge en la mujer en etapas muy tempranas durante la niñez y se plasma en los juegos infantiles.
Este deseo se va desarrollando a lo largo del ciclo vital llegando en muchas ocasiones a concretarse en un embarazo. En la actualidad y dada la realidad cultural y socio- económica en la que estamos inmersas las madres, este deseo está investido de ciertas cualidades específicas: se tienen pocos hijos, siendo la media en España de 1,33 por familia y se tienen en edades avanzadas con respecto a las generaciones anteriores, más cerca del final del ciclo reproductivo femenino. Cada embarazo, representa por tanto una oportunidad casi única de realizar un sueño, un paso importante dentro del proyecto de vida de muchas mujeres. Desde esta perspectiva deberíamos abordar todas y cada una de estas frecuentes y dolorosas pérdidas, no ya de un embarazo o un embrión, sino de toda una construcción personal, familiar y social que gira en torno a la búsqueda de un hijo/a.
Como toda pérdida, ésta conlleva un proceso de duelo. Duelo es una palabra que proviene del latín y significa dolor, por tanto, es esperable que quien lo atraviesa tenga sentimientos de este tipo y que sea necesaria una elaboración psíquica que requiere unas condiciones y tiempos especiales y que serán singulares en cada mujer y en cada familia. El dolor por la pérdida de un hijo intra útero no es solo emocional ya que afecta también a la condición física de la mujer embarazada que deberá decidir en función de las recomendaciones médicas pasar por una cirugía, por un tratamiento farmacológico o valorar la posibilidad de un manejo expectante del aborto, esto es esperar a que el proceso de expulsión culmine de forma natural.
Es aquí donde los profesionales de atención sanitaria, a través del trato ofrecido a la mujer, que se va a ver sometida a dichas intervenciones, tienen una oportunidad para favorecer que la elaboración de este duelo sea lo más saludable posible. Ofrecer toda la información disponible con respeto y empatía sin minimizar lo traumático que puede llegar a ser recibir una noticia como ésta. En este sentido se deben elegir las palabras que no niegan la realidad del hijo, la experiencia de maternidad y el dolor de la pérdida. Procurar la presencia de la pareja u otro acompañante y hacerlo en un lugar adecuado y cómodo. Permitir que los tiempos los marque ella siempre que no exista un motivo real de urgencia y, sobre todo tomar en cuenta sus peticiones y decisiones, va a marcar una diferencia en el relato que cada familia pueda llevarse a casa tras el paso por la sala de urgencias de un hospital.
Una vez pasado este primer encuentro con una realidad para la que nadie está preparado, y ya fuera del entorno sanitario, el siguiente paso será volver a casa, al entorno cotidiano y comunicarlo a la familia, amigos y compañeros de trabajo que estuvieran al corriente del embarazo. Es un momento especialmente duro ya que las expectativas en torno a ese bebé también estarán operando en ellas. Sin embargo, es de esperar que se le pueda ofrecer a la mujer, que probablemente se encuentre en un estado de máxima vulnerabilidad (en el que se suman factores hormonales, físicos, psicológicos y sociales) sostén y contención. La pareja, cuando la hay, suele ser la figura principal en cumplir esta función, a la vez que experimenta su propio proceso de asimilación de la situación y su propio duelo.
Es recomendable que el entorno cercano permita que la mujer y su pareja se expresen libremente y tanto como lo necesiten evitando aquellos comentarios que, con la mejor intención, transmiten la idea de que no es algo grave, que tiene solución o que el tiempo aliviará la tristeza. Es un momento importante para acompañar y para decir “siento mucho por lo que estás pasando” o simplemente guardar silencio cuando no afloran las palabras de consuelo. Con cierta frecuencia se suele silenciar este tipo de situaciones en el seno familiar, como si no hablar de ello pudiera transformar o borrar lo ocurrido. Sin embargo, sabemos que aquellas emociones no expresadas, no dichas, no escuchadas, no elaboradas o tramitadas pueden ser caldo de cultivo para conflictos futuros. Dar espacio a la palabra sentida es fundamental, se trata de autorizar socialmente este dolor.
El duelo por la pérdida de un embarazo posee unas condiciones que lo diferencian de otros tipos de duelo, ya que lo que se pierde no es exactamente un ser querido con quien hemos compartido tiempo y vivencias, como un amigo o un familiar, sino una relación más simbólica y sensorial, con un ser en desarrollo que habita el mundo interno y misterioso del útero materno, pero sobre quien se proyectan infinidad de atribuciones afectivas y fantasías, con quien se ha establecido, en mayor o menor medida, el vínculo prenatal. Al estar físicamente ubicado dentro del cuerpo de la madre, se pierde una parte de sí misma, un proyecto de vida, como decíamos anteriormente. El psiquismo de la mujer embarazada se encuentra en un estado particular, de especial sensibilidad para dar un lugar al bebé que se espera en pocos meses, este estado, que llamamos transparencia psíquica va a determinar también el modo de afrontamiento cuando el embarazo se interrumpe y el proyecto queda truncado.
Cada mujer atravesará el proceso de duelo de una forma singular y única, pasando por distintas etapas en función de su propia biografía y de los recursos materiales y emocionales de que disponga. Es un proceso que ha de elaborarse o integrarse, y es esperable que así sea de tal forma que pueda continuar con su vida, retomar sus quehaceres e incluso planificar un nuevo embarazo. Podemos recuperarnos, pero la pérdida no podrá restituirse, será una huella grabada en la historia de vida de la madre y de todas las personas que desearon ese bebé imaginado. La huella puede ser más intensa o más sutil e irá variando con el paso del tiempo, con la llegada o no de otros bebés, con los nuevos proyectos.
Existen en España asociaciones sin ánimo de lucro que pretenden visibilizar estas pérdidas, muchas veces olvidadas o silenciadas socialmente, y crear redes de apoyo mutuo en el que poder compartir tiempo, información y experiencias con otras personas que estén atravesando un momento semejante. Tomar contacto puede ser una forma de canalizar los sentimientos de dolor y conseguir transformarlos.
En ciertas ocasiones, el duelo puede complicarse y requerir atención psicológica e incluso psiquiátrica de profesionales especializados en la etapa perinatal. Cuando la mujer tiene antecedentes de enfermedad mental, las pérdidas son recurrentes o el embarazo se ha producido a través de fecundación asistida existe un mayor riesgo de que aflore una patología. Este apoyo es fundamental no solo para reestablecer la salud emocional en el momento actual o las posibles dificultades dentro de la relación de pareja sino también para prevenir procesos depresivos o ansiosos que puedan aparecer en el futuro, en momentos especialmente vulnerables como puede ser en un siguiente embarazo.
Jazmín Mirelman es psicóloga perinatal y experta en atender a mujeres que pasan por ese momento tan delicado de Grupo Doctor Oliveros
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