Alimentación
“La lactancia no es una forma de alimentar, es una manera de relacionarse, la manera que llevamos inscrita en los genes”
Hoy en día dar el pecho (la opción más saludable para la madre y el bebé sin duda alguna), se ha convertido en una gran odisea. La mayoría de las mujeres quieren dar el pecho antes de dar a luz, pero cerca del 70% lo deja antes de llegar a los 3 meses cuando la OMS recomienda darlo como mínimo hasta los 6 meses en exclusiva y hasta los dos años combinándolo con alimentos sólidos.
Las causas de este abandono son varias pero las más perjudiciales son la falta de información y de confianza en la madre que se ve tremendamente presionada por el entorno con frases tipo: este bebé se queda con hambre, necesita una ayuda de biberón o tu leche no alimenta. Frases entonadas generalmente por las abuelas, madres y suegras de la recién estrenada madre y que son de la generación del biberón. Frases tremendamente dañinas como “esa moda que tenéis ahora de dar el pecho a demanda” cuando la moda fue el biberón o pautar dar comida a recién nacidos cada tres horas, frases llenas de absoluta ignorancia (durante miles de años se ha dado el pecho a demanda) y que generan un malestar en la madre, sobre todo si es primeriza y que está inundada de hormonas que la hacen dudar, llorar y no saber muy bien qué quiere.
La leche materna viene de serie en cada mujer que da a luz, de hecho se empieza a formar en la semana 14 de gestación. Son contados y rarísimos los casos de hipogalactia, es decir, de poca o nula producción de leche. Lo que sí es muy abundante es que la mujer se crea todo ese tipo de comentarios y tome la decisión, abrumada por la inexperiencia y el cansancio, de “ayudarse” con un biberón. Si es por propia decisión no hay nada que objetar ya que es una decisión muy personal y totalmente libre la de dar el pecho, sin embargo si esta decisión está tomada bajo la presión del entorno, es algo muy triste. Carmela Kika Baeza es médico de familia y experta en lactancia y miembro del Centro Raíces. Miembro del centro Raíces y madre de cinco hijos, uno de ellos en el cielo, se muestra siempre con la mejor de las sonrisas y buena disposición ante cualquier madre con problemas en su lactancia y puerperio.
-Dar el pecho es una cuestión que viene desde...
-Pues desde que el ser humano es ser humano. Y antes, si seguimos los pasos evolutivos que nos han traído hasta aquí. Los mamíferos más antiguos que conocemos vivieron hace unos doscientos cinco millones de años. Esto significa que el amamantamiento de las crías es una estrategia de supervivencia muy sólida. Los seres humanos no han conocido en su historia otra forma de sacar adelante a sus hijos que no fuese ésta, hasta hace unos ciento cincuenta años. Las mujeres parían y amamantaban a sus hijos; si la madre fallecía por cualquier causa, el bebé era amamantado por otra mujer. No había otra opción, no había otra forma de supervivencia. Amamantar era lo normal. Y, por tanto, cualquier mujer estaba biológicamente capacitada para hacerlo. No tener la capacidad de amamantar era excepcional, como nacer con un defecto en el hígado, en el riñón o en el páncreas.
-Entonces, con esas cifras en la mano, ¿cómo se explica que haya tantas mujeres en Occidente que dicen que no tienen leche o que su leche no es suficiente? ¿Ha habido una mutación genética en las mujeres occidentales?
Recordemos, la premisa es que cualquier mujer es biológicamente capaz de amamantar, salvo enfermedad o malformación. Sin embargo, en nuestra sociedad, la primera causa de abandono de la lactancia es la sensación de no tener suficiente leche. Y recalco: la sensación de no tener suficiente leche. Generalmente, ni siquiera es cierto. En estudios con gestantes, ya podemos ver que más de la mitad temen no ser capaces de producir suficiente. ¡Es una tragedia!
-¿De dónde nace esta dificultad, esta falta de autoestima de la mujer respecto a su capacidad de producir leche en abundancia?
-Nace de tres factores:
El primero, la separación entre las madres y sus bebés. Cuando un bebé nace y pasa los primeros días pegado a su madre en contacto íntimo piel con piel, lo que hace es programar el cerebro de su madre, capacitándola para que lo cuide. La Naturaleza no se puede arriesgar a que un bebé le nazca a una madre que no sabe cuidarlo, o que no ha leído libros de crianza... por eso es el bebé quien programa a su madre, en el período crítico del postparto. El bebé, mediante su succión, determina la cantidad de leche que va a producir su madre. Mediante su mirada y sus caricias, hace que su madre se vincule con él, es más, logra, mediante la activación de neurohormonas en el cerebro de su madre, que ésta tenga más tolerancia al aburrimiento y al desorden. Logra que su madre entienda sus tipos de llanto, que interprete su comportamiento. En resumen, se prepara a sí mismo una madre capaz de alimentarle, de comprender sus necesidades y de responder a ellas de forma eficaz.
Esto no significa que una madre que no tenga este contacto estrecho piel con piel con su bebé los primeros días no vaya a quererle o no vaya a ser capaz de cuidarlo... lo que le ocurre es que le cuesta más entender a su bebé, su comportamiento le crea mil dudas (¿llora por hambre? ¿tiene cólicos? ¿le tomo en brazos? ¿lo pongo al pecho otra vez?...), la crianza es más cerebral que visceral, aunque el amor sea el mismo.
El segundo factor es precisamente este desconocimiento del comportamiento de un bebé lactante. Muchas mujeres en nuestra sociedad nunca han visto un bebé de cerca hasta que paren al suyo propio, y por tanto no saben de comportamiento infantil salvo lo que hayan leído en revistas, que suele ser bastante idílico. Además, estamos muy acostumbrados a dar por normal el comportamiento de bebés alimentados con leche de fórmula, bebés que duermen profundamente muchas horas. La leche de fórmula está manufacturada a partir de leche de vaca y las vacas son rumiantes. Su leche está diseñada para que el ternero se quede muy saciado y se tumbe en la hierba, quedando profundamente dormido e inmóvil (invisible a los depredadores) mientras la vaca va a pastar. Sin embargo, los seres humanos, para estar seguros, necesitamos estar junto a un adulto que nos proteja. Si un bebé se aleja mucho de su madre, está en grave peligro. Por eso nuestra leche es más ligera y requiere tomas frecuentes, impide que el pequeño se pueda alejar. Además, nuestros hijos aprenden el comportamiento social por imitación, y por tanto necesitan estar junto a los adultos lo más posible. Una lactancia frecuente también logra este objetivo.
Si una madre no sabe esto, y si además no ha sido programada por su bebé (porque tuvo muchas visitas en el hospital, y el bebé estuvo de brazo en brazo y no en contacto piel con piel con ella) entonces si el bebé le pide amamantar cada hora y media, lo cual es normal esos primeros días lo primero que va a pensar es “se ha quedado con hambre. No tengo suficiente leche.”
Por eso es importante que las madres, y los padres, conozcan los signos OBJETIVOS de que su bebé está comiendo suficiente y que son estos.
Y que aprendan a reconocer el comportamiento normal de un bebé las primeras semanas: tomas frecuentes, duerme muy bien al pecho pero muy poco si lo separamos de mamá (por ejemplo, en la cuna); por las tardes suelen pedir más tomas que por las mañanas; quieren teta “para todo”. Si ocurre todo esto, pero la madre está sin dolor y el bebé está ganado peso, con seguridad hay suficiente leche.
El tercer factor es la iatrogenia, que es el término técnico para daños a la salud a causa de una actuación médica. Por desgracia, ni en la carrera de medicina ni en la de enfermería se estudia lactancia materna. Esto lleva a que los profesionales que no se forman después por su propia cuenta no tienen demasiados conocimientos en este tema. Por ello con triste frecuencia las madres reciben por parte de los profesionales consejos inadecuados que ponen en peligro, o cortan de raíz, la lactancia.
-En definitiva, ¿qué es necesario para que una madre dé el pecho de manera tranquila?
-Un buen apoyo familiar (especialmente del padre, el apoyo del padre aumenta mucho el éxito de la lactancia), un entorno social amigable con la lactancia y profesionales de la salud con formación impecable en lactancia.
-¿Se ha metido la medicalización en este asunto?
-Pues es una situación un tanto extraña... por un lado, el sector médico tiene olvidado el campo de la lactancia (ante cualquier dificultad el consejo suele ser pasarse a biberón), y por otro lado ha surgido todo un mundo de asesoras que intentan suplir esa tremenda carencia a veces con un exceso de intervenciones técnicas (cultivos de leche, pezoneras, cremas, etc) y no desde la asesoría. En general, las dificultades de lactancia se resuelven con apoyo emocional y cambios posturales – hay tanto profesionales de la salud como asesoras que hacen esto de forma estupenda. Pero hay quien suple su falta de conocimiento con un exceso de intervenciones que complican la situación, crean problemas donde no los había, y hacen sentir a la madre confusa y enferma.
-Muchas mujeres se sienten culpables si no lo consiguen... ¿falta de información? ¿Culpabilidad? ¿Presión de la sociedad? ¿Usted qué les dice en consulta?
-Las mujeres tenemos que desaprender este sentimiento de culpabilidad que nos surge ante tantas y tantas cosas. Tenemos que aprender que nadie te puede hacer sentir culpable si tú no quieres. Una madre puede sentirse culpable porque no ha dado lactancia materna (“¡Pero si es lo mejor para tu hijo! ¿Cómo es que no le das?”), o porque no ha dado biberón (“Tu hijo está pasando hambre con el pecho, ¿cómo es que no le das el biberón?”). Así que la incitación a la culpa ¡es independiente del tipo de alimentación que escoja la madre! No hay culpa cuando una persona hace lo mejor que puede con la información que tiene en ese momento y sus circunstancias vitales. Lo que necesitamos las mujeres es aprender a ser dueñas de nuestras decisiones, tanto si acertamos como si nos equivocamos.
-El pecho es alimento físico pero también...
-La lactancia no es una forma de alimentar, es una manera de relacionarse, la manera que llevamos inscrita en los genes. En este sentido, amamantar es una ayuda para la crianza (como hemos visto antes).
-¿Cuáles son, a su modo de ver, los máximos enemigos de la lactancia?
Para mí, en este momento de la historia, el enemigo número uno es la formación inadecuada de los profesionales. En nuestro centro organizamos cursos de 30, 40, 60 horas para profesionales. Se nos llenan. ¿Por qué? Porque hay una carencia. Siempre digo a los alumnos (que son matronas, pediatras, enfermeras de pediatría...) que debería poner quejas en las universidades donde se han formado. No hay derecho a que tengan que costearse una formación privada cuando lo que les enseñamos es algo que deberían haber aprendido durante su carrera. Si se estudiase una asignatura seria y bien diseñada de lactancia materna en medicina y en enfermería, los profesionales saldrían al mundo con criterios uniformes y basados en la evidencia.
-Hay gente que opina que dar el pecho hasta los dos o tres años es de mujeres enfermas, que es una moda... ¿Qué les diría?
-Les preguntaría qué temen. Si lo que temen son conductas de crianza inapropiadas, les diría que no hace falta dar el pecho para tenerlas. Una madre – o un padre – enfermo con problemas emocionales graves puede fastidiar la vida a su hijo, y la lactancia no tiene nada que ver. La lactancia humana, según criterios evolutivos, antropológicos, y de salud, ha demostrado ser normal hasta al menos los dos años. Más allá no tenemos estudios, pero tampoco tenemos ninguna evidencia de que cause impacto negativo.
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