Familia
Nos hemos divorciado, ¿cómo se lo contamos a los niños?
Los niños sufren con las separaciones y a menudo sacan interpretaciones, como que ellos son los culpables, que conviene dejarles claro
Los niños sufren con las separaciones y a menudo sacan interpretaciones, como que ellos son los culpables, que conviene dejarles claro.
Ante una separación o divorcio, los hijos se ven enfrentados de manera muy abrupta a un gran dilema. De pronto viven una nueva situación en la que no es posible estar con mamá y papá a la vez, cuando hasta entonces sí que había sido así. La sensación de ruptura y de disociación que se produce en el mundo interno del niño es evidente, y tendrá que ir evolucionando hacia una integración de ambas figuras (siento la presencia y el vinculo con papá aunque esté con mamá en este momento y viceversa). Este proceso lleva un tiempo, y para que se resuelva de forma sana, requiere adultos capaces de manejar la situación. Los niños lo podrán elaborar de manera natural en la medida en que los adultos (progenitores y otros adultos de referencia), lo faciliten. Y también hacen falta profesionales que hablemos de cómo hacer las cosas desde un vista preventivo y de promoción de la salud. Los psicólogos no sólo trabajamos cuando hay una situación de mucho sufrimiento y malestar, también ayudamos a gestionar situaciones de cambio, dando sostén y asesoramiento. Precisamente para prevenir ese sufrimiento y malestar, y potenciar la salud y la vinculación positiva.
¿Que se puede preguntar un niño/a cuando sus padres se separan?
¿Qué ha pasado? ¿Va a pasar algo más? Hay que ofrecer claridad y comunicación. Ofrecer una versión que puedan entender, adaptada a su edad y capacidad de comprensión. Hay que contar las cosas como son, “papá y mamá (o lo que corresponda según el modelo de familia del que se trate), han decidido que a partir de ahora no van a vivir juntos” (ese sería el dato, lo podemos contar más o menos bonito, pero no es recomendable evitar poner nombre a algo que va a suceder irremediablemente “ya no vamos a vivir todos juntos, y a partir de ahora...” -explicarles cómo va a ser a partir de ahora, es decir en qué términos se producirá la guarda y custodia. Como recurso podemos emplear el cuento de la tortuguita. La historia cuenta que dos tortugas, una de agua y una de tierra se encontraron en la orilla y pasaron un tiempo juntas, un tiempo que fue muy bueno (crearon un proyecto común, una familia), y hubo un momento en que la tortuga de agua echaba mucho en falta el océano, y quería volver allí, y la tortuga de tierra deseaba quedarse en tierra firme, así que cada uno se dirigió adonde se sentía feliz. La orilla siempre sería el lugar que les había unido, y donde podrían volver si así lo deseaban. La orilla es el espacio simbólico donde transcurrirá la vida del niño, a veces estará en el territorio de mamá y a veces en el de papá, pero él es una tortuga que pertenece a ambos (tierra y mar), y por eso existe un nexo común, una orilla, donde todos se pueden encontrar.
A la hora de dar una versión sobre lo que ha pasado, buscar la coherencia y el acuerdo entre ambos progenitores es lo más recomendable. Y en los casos en que no sea posible, propongo adquirir el compromiso individual de hacer las cosas bien, por el bien de tu hijo/s (es decir, porque el otro no lo haga bien no es motivo suficiente para que tú no lo hagas. Toma conciencia, valora y elige, y actúa a partir de ahí).
Cuando papá/mamá no está... ¿me sigue queriendo? ¿sigo existiendo para él/ella?
Ofrecer vinculación con ambas figuras parentales (desde lo real y desde lo simbólico). Mantener una sensación de pertenencia a ambos hogares y una continuidad entre la convivencia con uno y con otro. Es como si el niño estuviera compuesto por un 50% de mamá y un 50% de papá. Entonces para estar bien, para sentirse integrado y completo, necesita tener elementos comunes en ambos hogares (cosas en cada hogar que le recuerden al otro), y también necesita poder hablar de sus experiencias e inquietudes, independientemente de con quién las vivió o con quién esté en ese momento. Para que el niño esté bien necesita ser tratado como una unidad, no podemos pretender hacernos cargo sólo de la mitad, y que esté bien.
¿Siempre va a ser así? ¿Esto ya es definitivo?
Si está bastante claro que es definitivo es obvio. En los casos en que se realice la ruptura como algo temporal “nos damos un tiempo”, el niño necesita una explicación basada en el “ahora mismo”, es decir la situación actual. Y si realiza preguntas apuntamos siempre ahí “ahora mismo hemos decidido...”.
Si cambia, daremos una nueva versión. Para que pueda entender y digerir lo que ha pasado necesita eso, y necesita tiempo.
¿Me quieres? ¿He tenido algo que ver con esto?
Acompañar y mirar con amor y aceptación incondicional. Especialmente cuando han existido elementos de tensión y conflicto evidentes que el niño ha presenciado. Hay que transmitirle lo siguiente: esta decisión la han tomado papá y mamá y tiene que ver con los mayores, no tiene nada que ver contigo (por tanto tampoco hay nada que tú tengas que hacer –o no hacer-, para que la situación vuelva a ser como antes). Imaginaos un niño que se siente responsable de la ruptura de sus padres, es una carga tremenda, que da lugar a patología y sufrimiento (y sí, es muy habitual que suceda). El motivo de una separación nunca son los hijos (por eso los hijos tampoco deberían ser el motivo por el cual no te separas). Ellos necesitan escuchar esto, porque dentro de la mente infantil opera la fantasía, y esa fantasía puede crear versiones muy distorsionadas y hirientes.
Entonces... ¿quién es el responsable?
Añadir grandes dosis de madurez y sentido común ¿qué necesita saber? Los reproches, el resentimiento, el dolor no les ayudan. Protege al niño de ese tipo de elementos que no le sirven. En el momento en el que se está dañando al otro progenitor, de manera directa o indirecta, estamos dañando al niño (cuidar todos los entornos en los que convive el niño, es decir explicar a todos los adultos la importancia de esto –también los abuelos, también los tíos...).
Me viene fatal. Esto no me gusta
Permitir y acoger las emociones del niño. El niño puede sentir lo que sea, y está bien. Dar permiso, ofrecer un espacio de contención, de comprensión y afecto. A partir de ahí ayudarle a regular sus estados internos. No le digas, “que bien, ahora vas a tener dos casas, y muchos más juguetes”, bueno, dile lo que quieras, pero eso no sirve. De primeras le va a venir regular que sus padres se separen, regular tirando a mal. Y en ese proceso de asimilación puede que se encuentre triste, o que se porte peor, regula y limita la expresión de esos afectos (entiendo que estás nervioso/enfadado/lo que sea, pero no voy a permitir que pegues a tu hermano, por ejemplo). Es decir, que las emociones nunca son discutibles, se siente lo que se siente, es un espacio interno y subjetivo (¿o a ti te sirve que te digan “no estés triste” cuando lo estás?), y a partir de la comprensión y la empatía hacia lo que estás sintiendo, puedes encontrar ayuda para elaborar y manejar ese estado.
Todas estas recomendaciones están basadas y tienen de telón de fondo la idea de que mantener el respeto y la calma en todo el proceso, es lo más aconsejable. Deshacer una relación de pareja es desmontar un proyecto de vida, y eso de por sí es difícil. Es doloroso. Mucho. Pero se puede hacer bien. Y que se separen tus padres no es ningún drama. No lo es. Un drama es que tus padres no se puedan ocupar de ti. Bien porque no están, bien porque no están en condiciones de hacerlo. Si hasta ese momento han estado en condiciones de ejercer la parentalidad, van a seguir haciéndolo. El niño seguirá estando atendido, sostenido y nutrido a todos los niveles. Habrá que ajustar muchas cosas, pasará un periodo de adaptación y cambio, el tiempo lo pondrá todo en su sitio.
Lo realmente dramático es vivir en una familia donde no existe unión, en la que no hay un proyecto de vida sólido, con dos adultos que no se encuentran (por mucha energía que pongan en intentarlo. Hay veces que no basta con querer, ni siquiera con quererse). Hay dos regalos que podemos hacer a nuestros hijos (después de haberles dado la vida, que es el mayor de los regalos). Uno es nuestra propia felicidad, ya que tener unos padres felices y que se sienten plenos, es un buen punto de partida para construir tu propia felicidad. Y el otro es libertad, para que sean ellos mismos quienes decidan, qué puedan hacer y deshacer una y mil veces su propio camino. Y nosotros les podremos acompañar.
Lalu Gómez es psicóloga
Este artículo ha sido elaborado con información de la Plataforma Grupo Diada
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